¿Qué impacto tendrá ómicron en los servicios hospitalarios, y podría ser ésta la última oleada del COVID-19? Son las dos principales preguntas en torno a la variante, mucho más contagiosa pero menos virulenta que las anteriores.
¿Qué sabemos de ómicron?
Seis semanas después de su identificación en Sudáfrica, los datos de varios países coincidentes en dos puntos: ómicron se transmite mucho más rápidamente que la variante delta, antes dominante, y parece globalmente menos grave.
Ómicron progresa de forma fulgurante en numerosos países y los casos se duplican cada dos o tres días, algo nunca visto hasta ahora.
Paralelamente los datos provenientes “del Reino Unido, de Canadá, Estados Unidos e Israel sugieren un riesgo de hospitalización reducido respecto a las otras variantes (de 56% al 81%)”, destacó el viernes la agencia Santé Publique France.
Los primeros estudios en Sudáfrica indicaban esa tendencia. Pero esos datos aún son incompletos y hay que manejarlos con prudencia.
Esto plantea una pregunta importante: no se sabe si el hecho de que sea menos virulento se debe a las mutaciones propias de la variante o al hecho de que infecte a personas que ya estaban parcialmente inmunizadas (gracias a la vacuna o por un contagio anterior).
Un elemento en particular podría explicar en parte porqué ómicron es a la vez más contagioso y menos severo.
Según varios estudios, parece infectar particularmente las vías aéreas superiores (nariz, garganta) pero menos los pulmones, donde el COVID-19 se vuelve una patología grave.
Esa particularidad permite expulsarlo con más facilidad, pero al mismo tiempo, el virus también es más contagioso.
Algunos especialistas recomiendan por ello las mascarillas FFP2, que protegen más que las quirúrgicas.
¿Qué consecuencias en los hospitales?
Por ahora, es el gran enigma.
La ecuación depende de dos incógnitas: ¿la menor gravedad de ómicron servirá para compensar el hecho de que es mucho más contagioso?
“Aunque la proporción de casos graves es más baja, el hecho de tener un número récord de casos puede conllevar una cifra récord de hospitalizaciones”, explicó el viernes la viróloga estadounidense, Angela Rasmussen, en Twitter.
Las consecuencias para los hospitales parecen ser diferentes de las oleadas anteriores.
El ómicron parece saturar menos los servicios de reanimación, ya que provoca formas menos graves. Eso indica por ejemplo un reciente informe de la Agencia Sanitaria danesa, SSI.
En el mes de diciembre el número de nuevos casos aumentó un 69% en Dinamarca, pero las hospitalizaciones solo un 47%, mientras que los casos graves un 20%.
Sin embargo, es difícil distinguir las personas hospitalizadas a causa del COVID-19 de las que sufren otro tipo de dolencias y que dan positivo a su llegada al centro sanitario.
¿Y las vacunas?
Las mutaciones de ómicron parecen reducir la inmunidad de los anticuerpos contra el virus, por lo que puede propagarse entre muchas de las personas vacunadas (e incluso reinfectar a algunas).
Varios estudios realizados en laboratorio muestran que la tasa de anticuerpos cae frente a ómicron entre las personas que recibieron las vacunas de Pfizer-BioNTech, Moderna y, más aún con AstraZeneca o Sinovac (vacuna china utilizada por unos cincuenta países).
Una dosis de refuerzo parece mejorar claramente la inmunidad por anticuerpos. Al menos es lo que anunciaron diferentes laboratorios: Pfizer-BioNTech, Moderna y AstraZeneca. Pero falta un dato crucial: se desconoce cuánto tiempo dura este efecto.
Eso no significa que las vacunas no sean eficaces, porque los anticuerpos solo son una de las herramientas de la respuesta inmunitaria, que se apoya también en las células llamadas linfocitos T.
Aunque es más difícil de medir, esta “inmunidad celular” no es menos importante, sobre todo en los casos graves de la enfermedad.
Así, un estudio presentado a mediados de diciembre en Sudáfrica lleva a pensar que Pfizer-BioNTech sigue siendo eficaz contra las formas graves provocadas por ómicron, incluso antes de la dosis de refuerzo (y, sin duda, tiempo después).
¿La última oleada?
“Quizás es la última variante, quizás la última oleada”, aventuró el ministro de Sanidad francés, Olivier Veran.
Una de los responsables de la agencia danesa, Tyra Grove Krause, expresó también su “optimismo prudente sobre la situación una vez hayamos superado la oleada ómicron”.
Pero “cuanto más se propaga ómicron, más se transmite y más se replica, y más susceptible es de crear una nueva variante”, advirtió una responsable de la OMS, Catherine Smallwood, en una declaración el martes.