La Plaza de Armas de Santiago, núcleo de la ciudad, se asemeja un poco a India esta semana, con unidades de la Policía y el Ejército que se encargan de hacer cumplir las estrictas medidas de aislamiento: nadie se mueve sin un permiso.
A un par de cuadras, se siente más como Suecia, con su tranquilo enfoque hacia la pandemia: el mercado de productos está abarrotado de compradores y muchas tiendas están abiertas.
Chile, el país más rico de Sudamérica, sigue siendo una nación en desarrollo, donde 30% de su fuerza laboral se encuentra en la economía informal, y está forjando un plan de batalla único que, por lo menos hasta ahora, ha resultado exitoso.
Tiene un sistema de cuarentenas obligatorias dinámicas basado en una fórmula que combina los nuevos casos per cápita de un área, el tamaño de su población de ancianos y el acceso a la atención médica. Y desarrolló un “carnet de inmunidad” que comenzará a emitir la próxima semana para aquellos que se hayan recuperado de Covid-19, lo que les permitirá reincorporarse a la fuerza laboral.
El objetivo, dicen los funcionarios de salud, no es erradicar el coronavirus sino contenerlo, para permitir que los hospitales tengan capacidad para hacerle frente.
Hasta el martes, solo se habían registrado 147 muertes en una nación de 18 millones de habitantes. Ese día se registraron 325 nuevos contagios, por debajo del máximo de 534 casos informados el 16 de abril, lo que elevó el total a 10,832. Como en todas partes, es probable que las verdaderas cifras sean más altas.
Si bien el número de casos reportados en América Latina ha sido bajo, los datos oficiales de la mayoría de los países de la región no son confiables, como se ha visto con los cuerpos encontrados en la calle en el sur de Ecuador, que hacen cuestionar las cifras del gobierno.
Pruebas
Chile ha evaluado a un porcentaje de sus habitantes mayor que cualquier otra nación latinoamericana, lo que sugiere que sus números se pueden analizar con mayor confianza. En algunos aspectos, es similar a Corea del Sur, que también cerró y abrió su país por secciones, pero Chile tiene una capacidad de pruebas mucho menor y no monitorea a los contagiados en sus teléfonos móviles.
“Se espera un aumento no exponencial, y por eso apretamos y soltamos” las restricciones en algunos barrios, dijo Paula Daza, subsecretaria de Salud del país, en una entrevista reciente con La Tercera.
No obstante, la crisis está en sus primeras etapas y algunos expertos creen que Chile en realidad ha tenido principalmente suerte de haber escapado de una tasa de contagio mayor.
El virus se ha extendido desde los sectores más adinerados, donde apareció por primera vez luego de que la gente regresara de sus vacaciones de verano en Europa, para llegar a los llamados guetos verticales, o edificios residenciales de gran altura, en el centro de Santiago y a las ciudades regionales más pobres.
Esta semana, Chile comenzó a realizar pruebas masivas a la población que habita en los estrechos callejones de un área del sur de Santiago después de un aumento en los casos.
“Yo creo que vamos bien, pero no hay que cantar victoria”, dijo Paula Bedregal, experta en salud pública y profesora de la escuela de medicina de la Universidad Católica de Chile. “No estamos en invierno, en que las cosas se complican un poco más, ahora la epidemia se está trasladando a grupos mas vulnerables”.
Bedregal agregó que falta información real en algunas de las áreas más pobres, por lo que es más difícil saber si el sistema implementado continuará teniendo éxito.
El plan del gobierno para comenzar a emitir pasaportes de inmunidad para las personas que se han recuperado se basará en parte en pruebas de anticuerpos. Esto ha generado dos preocupaciones. Una es que las pruebas han resultado poco confiables en otros lugares. La segunda es que es posible que algunas personas se contagien intencionalmente para obtener el carnet de inmunidad.
Sin embargo, Estados Unidos y otros países han anunciado que ellos también están estudiando la alternativa.
Algunos chilenos dicen que, a pesar de todo el trabajo duro, las pruebas no han seguido el ritmo de la propagación del virus y que se sabe demasiado poco para juzgar la estrategia del gobierno.
“Es aún prematuro decir que las cuarentenas dinámicas han sido exitosas en nuestro país”, dijo Marcela Garrido, jefa del Departamento de Salud Pública y Epidemiología de la Universidad de Los Andes, en Santiago. “Al analizar a nivel comunal o por sectores, vemos distintas evoluciones del Covid-19, algunas no tan favorables como quisiéramos”.
El gobierno podría descubrir que tiene que terminar siguiendo el camino de otros países, como Italia y España, que impusieron cuarentenas en todo el país después de darse cuenta de que las cuarentenas segmentadas no habían funcionado, escribieron la semana pasada Miguel Kiwi y Rafael González, profesores de ciencias de la Universidad de Chile, en el sitio web Ciper.
El gobierno dijo que el sistema de cuarentenas dinámicas estará vigente durante meses, al menos hasta después del final del invierno del hemisferio sur.
“Deberíamos pensar en un país sin cuarentenas no antes de agosto o setiembre”, dijo el ministro de Salud de Chile, Jaime Mañalich, en una entrevista reciente con Canal 13.