Mauricio Macri. (Foto: Bloomberg).
Mauricio Macri. (Foto: Bloomberg).

El mayor temor -y quizás el mayor sueño- del presidente argentino, Mauricio Macri, son una realidad: los dos equipos de fútbol más grandes del país se enfrentarán por el trono sudamericano apenas unos días antes de que 20 jefes de Estado se presenten en Buenos Aires para celebrar una reunión anual.

Entre manifestantes enojados y fanáticos alborotados, las fuerzas de seguridad tendrán las manos llenas a fin de mes, a menos que se reprogramen los partidos.

Macri ya había expresado su preocupación por la posible final, que se concretó esta semana luego de que River Plate y Boca Juniors eliminaran a los brasileños Gremio y Palmeiras, respectivamente. El político de 59 años fue presidente de Boca entre 1995 y 2007 y con frecuencia se burla de River Plate, pero el dolor de cabeza que se aproxima supera la lealtad al equipo de sus amores.

"Preferiría no tener esta final", admitió Macri el 23 de octubre. Un partido Boca-River "implicará tres semanas sin dormir. Va a ser demasiada presión, una completa locura". 

Mucha actividad

Los preparativos para recibir a los líderes del G20 como , Xi Jinping y Vladimir Putin ya incitaron al gobierno a cerrar el aeropuerto y los bancos de Buenos Aires, y se espera que 8,000 personas se trasladen a la capital argentina. El calendario es desalentador: las delegaciones llegan el 26 de noviembre, la final de vuelta está programada para el 28, hay una cena para los ministros de finanzas el 29 y las autoridades declararon un día festivo para todos los negocios en Buenos Aires el día 30.

No fue posible contactarse con el Ministerio de Seguridad del país y los organizadores del G20, pero es probable que se tengan que modificar los planes tendientes a reducir el tráfico y limitar las protestas a fin de contener cualquier interrupción causada por la pasión por el fútbol.

Esa pasión a veces se torna violenta y puede cerrar partes importantes de la ciudad. Los fanáticos del equipo ganador generalmente se congregan en el famoso Obelisco del centro de Buenos Aires y se han generado disturbios en los estadios entre fanáticos rivales. En ocasiones, se prohíbe el ingreso de hinchas visitantes durante partidos de liga.

Gas pimienta

El superclásico Boca-River se considera una de las rivalidades más apasionadas del deporte y los incidentes abundan cuando los equipos se enfrentan. En 2015, la última vez que los archirrivales disputaron un partido de Copa Libertadores, un fanático de Boca perforó un túnel inflable en el entretiempo y roció gas pimienta. Los jugadores de River salieron del túnel con los ojos y la piel irritada. El partido nunca se reanudó y River fue declarado ganador por secretaría.

La final de vuelta podría ser reprogramada, según informó La Nación el jueves. Además, el consejo disciplinario de la Confederación Sudamericana de Fútbol estudia una queja de Gremio de que el entrenador de River, quien estaba suspendido para la semifinal, infringió el reglamento al comunicarse con el equipo y visitar el vestuario del club. Esto podría cambiar el resultado de esa semifinal y Buenos Aires podría evitar el desorden por completo.

Hasta entonces, Macri debe prepararse para dos eventos trascendentales a la vez.