La llegada de Marine Le Pen al Elíseo, teniendo en cuenta el papel cardinal de Francia en la construcción europea, obligaría a una revisión radical del funcionamiento y de las políticas de la Unión Europea (UE) si se aplicara su programa. Aquí hay algunas razones:
Conciliadora con Putin
La líder de la ultraderecha francesa ha manifestado hasta hace pocos meses una proximidad ideológica con Vladímir Putin que explotó electoralmente en el 2017 y que pretendía volver a hacerlo en estos comicios.
Con el estallido de la guerra en Ucrania, ha criticado sin paliativos la invasión rusa y ha denunciado “crímenes de guerra”. Pero insiste en que una vez que termine el conflicto, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tendría que restablecer su relación con Moscú para evitar que se asocie con China, que dice ser su gran temor.
La primacía del derecho francés
Le Pen considera que la mejor forma de no tener que someterse a las reglas de la UE que no le gustan es imponer la primacía del derecho francés sobre el europeo y el internacional.
Una idea que ya enfrenta actualmente al Gobierno nacionalista de Polonia con Bruselas y que, de llevarse a cabo en un país clave en la UE como Francia desmontaría el funcionamiento del bloque europeo, con medidas que se imponen a todos y garantizan, por ejemplo, el funcionamiento del mercado único.
Cooperaciones voluntarias en una Europa de naciones
En su lugar, Le Pen propone “una alianza europea de naciones” abiertas a cooperaciones voluntarias y pone como ejemplo lo realizado con Airbus en los aviones de línea o con Arianespace en los cohetes espaciales, proyectos en los que participan solo algunos países.
Desde su fracasada experiencia electoral en el 2017, también frente a Emmanuel Macron, Le Pen ha abandonado su idea de sacar a Francia del euro, que tantos temores generaba y la lastró electoralmente.
Pero sigue defendiendo barreras dentro del mercado único porque tiene intención de arrogarse el derecho de controlar las mercancías que entran en Francia desde otros países europeos con la excusa de la lucha contra el fraude.
Fin de programas de armamento como el futuro caza europeo
Su política de defensa contempla, para garantizar la estatura de potencia de Francia, retirarse del mando integrado de la OTAN, un “diálogo con Rusia sobre los grandes asuntos comunes”, y al mismo tiempo romper con Alemania -a la que lanza muchos reproches- las “cooperaciones estructurales” en materia de armamento.
Eso afecta en particular a un programa bilateral para carros de combate y al del futuro sistema de aviones de combate (SCAF) en el que también participa España. Su prioridad es reforzar las exportaciones francesas de armamento, que serían uno de los ejes de su diplomacia.
Renacionalizar el control de fronteras
Marine Le Pen promete restablecer la vigilancia y el control sistemático en sus fronteras, lo que en la práctica significa el fin de la libre circulación en la zona Schengen, que en los últimos años se ha visto en parte limitada en nombre de la lucha contra el terrorismo, contra la inmigración irregular o por el COVID.
Con ese objetivo, renegociaría los acuerdos de Schengen para establecer un procedimiento simplificado para franquear las fronteras interiores que estaría limitado a los ciudadanos de la UE, no al resto.
Su política para poner fin a lo que llama la “inmigración masiva” también socavaría el principio de la libre circulación, por no hablar del hecho de que las demandas de asilo solo se podrían hacer desde el exterior del territorio francés.
Cuestiona la PAC y los acuerdos comerciales
Le Pen despotrica contra la deriva que ha tomado la Política Agraria Común (PAC) en el marco del Pacto Verde de la UE, porque las nuevas reglas medioambientales a su juicio aumentarán la importación de alimentos de países terceros. Su intención es completar las ayudas europeas con otras francesas en apoyo de los sectores en dificultades para incentivar la producción, lo que puede generar distorsiones.
En nombre de la soberanía alimentaria, pretende excluir los productos agrícolas de los acuerdos comerciales de la UE con otros países o bloques regionales y suspender las negociaciones de los que se están negociando con Mercosur, Australia y Nueva Zelanda, además de negarse a ratificar el que ya se concluyó con Canadá.
En la misma línea, quiere impedir la importación de alimentos cuya producción no cumple las reglas sanitarias o medioambientales a las que se tienen que atener los agricultores europeos, pero además imponer la identificación del país de origen de todos los productos.