Una planta entera de vegetación de plástico: imitaciones de flores secas de plástico, rosas de plástico de colores imposibles, claveles de plástico, enredaderas de plástico, cactus de plástico de todos los tamaños y hasta magnolios en flor, también de plástico.
Esa es solo una de las plantas de uno de los edificios de uno de los distritos de la Ciudad de los Productos Básicos de Yiwu, en el este de China, que con 5.5 millones de metros cuadrados, 75,000 tiendas y más de 200,000 clientes al día está considerado como "el mayor mercado mayorista de productos básicos pequeños".
En esta "ciudad comercial" es todo tan a lo grande que la dirección del recinto asegura, durante un viaje para la prensa extranjera a gastos pagados por el gobierno local, que de ahí se exportan 1.8 millones de tipos de productos a 219 países distintos, cuando las Naciones Unidas reconocen solo 195 estados soberanos.
Es la "madre" de todos los bazares chinos del mundo y lo que en cualquier tienda del planeta no pasa de un estante aquí ocupa pasillos enteros: hay tiendas de lazos para el pelo, tiendas de diademas, tiendas de tenazas para uñas de los pies, tiendas de tornillos, tiendas de peluches, tiendas de juguetes.
Hay hasta tiendas de plumas -de plástico, por supuesto-, donde se hallan a la venta desde penachos para acompañar disfraces de indios (que se pueden encontrar a disposición del cliente en otras tiendas distintas y al uso) hasta boas de cabaretera, pasando por plumas falsas de pavo real.
En este "metabazar" chino, promocionado como un "mar de productos básicos y paraíso de los consumidores", pocos clientes se acercan a por un par de cacharros.
Locales y foráneos por igual acuden a hacer negocios al por mayor entre las tiendas de máscaras africanas (hechas en China), o de maquinillas de afeitar (hechas en China), bufandas, calcetines o productos para mascotas acuáticas (sic), todos ellos, de producción local.
"Los objetos de artesanía están fabricados en Cantón y Fujián", cuenta sin asomo de ironía una guía del recinto que rechaza dar su nombre. "Los accesorios y complementos, se fabrican aquí, en Yiwu", apunta.
Para exportarlos, utilizan el ferrocarril (que conecta Yiwu y Madrid, con muchas otras ramificaciones que alcanzan distintos puntos de Eurasia) o el barco, desde el cercano puerto oriental de Ningbo.
Todas estas transacciones, nacionales e internacionales sumadas, hacen que el recinto facture cada año unos 100,000 millones de yuanes (US$ 14,950 millones o 13,210 millones de euros), asegura la guía anónima.
Es decir, que el negocio parece ir lo suficientemente bien como para que los vendedores se relajen charlando con sus vecinos, dejándose abducir por el teléfono móvil o, como una comerciante rodeada de árboles de Navidad, sesteando frente a su ordenador.
Porque, si de algo inunda Yiwu la Tierra, es de baratijas navideñas: el ochenta por ciento de los productos que circulan por el mundo en Navidad tienen su origen en esta ciudad comercial china, donde hay tiendas especializadas hasta en gorros de Papá Noel.
Zhu Ai Juan es una de las pocas comerciantes que, a media mañana, está reponiendo mercancía en su tienda del Distrito 1, de la planta de decoraciones festivas, y dedicada a la venta de papanoeles.
"Es que ahora los pedidos llegan pronto", explica cuando faltan más de ocho meses para las fiestas navideñas, y agrega que la mayoría de sus clientes se reparten entre España, Italia, Rusia y Sudáfrica.
Zhu señala una estantería en el interior de su tienda abarrotada de papanoeles bailongueros a pilas y afirma que es el producto más vendido entre sus clientes españoles.
Cada año, y solo en su pequeño negocio, vende 250,000 muñecotes de esos, que cuestan 25.5 yuanes la unidad (US$ 3.8 o 3.4 euros). "Pero mucho menos si haces un pedido grande", se ríe Zhu, y vuelve a mostrar una sonrisa pícara cuando se le pregunta por sus ganancias: "Me va bien... Lo justo para sobrevivir".
El proverbial pragmatismo chino se deja notar también en la tienda de Zhu Ai Juan y, aunque en su país la Navidad no se celebra, sí se exprime su tirón comercial: "Decidí empezar a trabajar en esto porque todo el mundo celebra las Navidades y es un mercado enorme".
Casi tan enorme como el centro comercial en el que trabaja.