Járkov, una de las ciudades más “rusas” de Ucrania, aprende paulatinamente a hablar en ucraniano con el fin de quitarle argumentos al Kremlin para reclamar este territorio de mayoría rusoparlante.
“Es una gran aportación a la defensa del país. Porque Rusia nos impone la guerra y considera que estos territorios le pertenecen ya que la gente habla en ruso. ‘Si hablan en ruso, significa que son nuestros’. Pero eso no es así y nosotros se lo demostramos”, comentó el empresario ucraniano Andréi Polysh.
Un asunto urgente
El ruso tiene presencia constante en las calles de Járko y se puede oír en los fragmentos de conversaciones de los transeúntes, en las llamadas telefónicas.
Esto contrasta con los carteles y anuncios de las tiendas y negocios, todos en ucraniano en cumplimiento de la ley de idiomas que prioriza el uso de esta lengua en los servicios públicos.
“Lamentablemente Járkov ahora es una ciudad rusoparlante, pero yo pienso que todo cambiará”, señala Polysh.
Celebra que los niños estudien ucraniano en las escuelas y que se exija que los negocios y tiendas utilicen esta lengua para atender a los clientes, aunque matiza que si alguien solicita los servicios en ruso, se le responde sin ningún problema.
“La ucranización transcurre muy paulatinamente”, subraya Yulia Aguéyeva, periodista y filóloga, firmemente convencida de que el ucraniano está destinado a prevalecer sobre el ruso.
Rumbo al ucraniano
Un proceso que comenzó en 1996, un lustro después de la independencia, añade Aguéyeva, al recordar que el ucraniano llegó primero a las universidades, luego comenzaron a impartirlo en las escuelas, para después establecerse como idioma a utilizar en toda la documentación.
“Más tarde se ucranizó la radio y la televisión, y a partir de este año todos los medios impresos y digitales deberán tener una versión en ucraniano”, afirma.
La periodista, que encabeza la redacción del portal informativo “Kharkov Today”, asegura que todos los jarkovitas comprenden y asumen esta situación y “los rusoparlantes comienzan a escuchar y comienzan a entender” la ‘mova’ (lengua) ucraniana.
“La gente trata de distanciarse de Rusia” pese a que la inmensa mayoría de los residentes de la ciudad, a solo 40 kilómetros de frontera rusa, están atados a ella por lazos familiares, dice el fotoperiodista local Serguéi Kozlov.
Resistencia prorrusa
Aun así, no todos están satisfechos con las políticas oficiales que “imponen suavemente” el idioma ucraniano como principal medio de comunicación.
“Llevo casi setenta años hablando en ruso, siempre lo he hecho, y siento esto como una imposición que me incomoda”, comenta a Efe un hombre que prefiere mantener el anonimato.
“Soy de aquí y me siento ucraniano. Pero como ciudadano tengo derecho a hablar en la lengua que aprendí al nacer y que no me obliguen a utilizar otra. Vivo en un país multinacional”, insiste.
El ucraniano como postura política
Polysh comenzó a aprender el ucraniano en el 2014, tras sumergirse de lleno en el conflicto del Donbás, en el que apoya a los militares ucranianos desde el fondo “Járkov está contigo”.
“Esto marcó el giro que me hizo comenzar a alejarme del ruso y acercarme al ucraniano. Existe gente dispuesta a dar su vida por la Patria”, dice.
El empresario afirma que en la ciudad prevalecía el ucraniano en el siglo XIX e incluso en los años treinta del XX, pero el Holodomor, la gran hambruna provocada por la colectivización forzosa de la tierra en los años treinta, sumado a la industrialización de la región, cambió drásticamente la situación.
“En aquella época murió mucha gente, portadores de la lengua, muchos llegaron como fuerza de trabajo desde diversas partes del Imperio Ruso y que, aunque hablaban diversos idiomas, tenían al ruso como lengua unificadora”, explica.
El documentalista Ígor Pigrebbinsky recuerda que tras la hambruna “a la región arribaban anualmente hasta 270 trenes con colonos, procedentes de las zonas cenagosas rusas, las regiones de Kostromá, Vólogod, entre otras”.
Muchos de ellos tenían como destino la región del Donbás, rica en carbón y que precisaba de una gran cantidad de mano de obra.
Ambiciones rusas
Fue un proceso trágico, afirma, ya que el fundador del estado bolchevique, Vladímir Lenin, “apoyó la ucrainización del país y la creación de escuelas en ucraniano porque buscaba combatir contra el pasado imperial ruso”.
“En Járkov se abrieron muchas escuelas de ucraniano a las que llegaron portadores de la lengua desde otras regiones, como Vínnitsa. Pero cuando llegó (Iósif) Stalin todos terminaron frente al paredón”, dice.
Es por ello, asegura, que cuando el líder ruso, Vladímir Putin, dice que en Járkov “‘hablan en ruso, entonces esta es nuestra tierra’, nos preguntamos, ¿no será que es al revés, que Rusia es nuestra tierra?”
Y, si bien está convencido de que “ser rusoparlante no es desventaja en Ucrania, es algo bueno para el país”, argumenta que el ruso que se habla en Járkov “no es idéntico al que se habla en Rusia” y no sirve de argumento para ambiciones territoriales.
“Desde la época de Iván el Terrible siempre ha tenido aspiraciones respecto a nuestro territorio, hasta nos robaron el nombre. ¿De dónde saca Rusia el nombre? De la antigua Rus de Kiev. No le llamaron Imperio Moscovita, sino Imperio Ruso”, asevera.
Y es que, remata, “¿cómo imaginar el Imperio ruso sin la madre de las ciudades rusas, Kiev?”.