La investigación en torno al COVID de larga duración avanza, con nuevos estudios que acaban de ser publicados, a pesar de la dificultad para definirlo científicamente.
¿Cuáles son las causas?
El COVID de larga duración se caracteriza por la persistencia de síntomas como cansancio, falta de aliento o pérdida de olfato, varios meses después de haber sufrido el contagio de COVID-19.
Una definición vaga, que provoca agudas polémicas científicas.
¿Hay un solo COVID de larga duración, o diferentes patologías de origen variado? ¿Hay causas psicológicas o simplemente fisiológicas? Varios estudios recientes apuntan a esta segunda pista.
Uno de ellos fue publicado a finales de enero, en la revista Cell. El estudio puso al descubierto síntomas compartidos por centenares de pacientes que sufrían de COVID de largo alcance.
Todos ellos presentaban con frecuencia un alto nivel de autoanticuerpos, es decir, anticuerpos que en un momento dado invierten su función y luchan contra el propio organismo.
Otro elemento detectado a menudo es la presencia previa en la sangre del virus de Epstein-Barr, uno de los causantes de la mononucleosis.
Otro estudio, publicado en la revista Gut y realizado en Hong Kong a partir de centenares de pacientes, mostró síntomas de COVID de larga duración asociados a una perturbación duradera del equilibrio microbiano en el intestino.
Todos estos estudios representan pistas prometedoras, pero deben ser tomados con precaución: el número de personas examinadas sigue siendo demasiado bajo y serán necesarios otros estudios para confirmar esas conclusiones, y para establecer el mecanismo directo de causa y efecto.
En el estudio de Hong Kong, en particular, es posible que las víctimas de COVID de larga duración cambiaran de régimen alimentario a causa de su debilidad, lo que a su vez modificó su flora intestinal, y no al contrario.
¿Los vacunados están mejor protegidos?
¿Las vacunas antiCOVID protegen de los efectos de largo plazo de la enfermedad? La respuesta no es fácil.
Las vacunas evitan las consecuencias graves de la enfermedad, las que dejan más secuelas.
Pero muchos pacientes señalan también síntomas duraderos tras sufrir levemente la enfermedad. Y las vacunas, con el tiempo, pierden eficacia contra esas manifestaciones leves del COVID-19.
Un estudio israelí publicado a finales de enero, a partir de un millar de casos positivos de COVID entre el 2020 y 2021, ofrece señales de esperanza.
Los pacientes previamente vacunados no presentaron más síntomas duraderos que los miembros de un grupo de control (que no han sido diagnosticados con COVID). En cambio, la frecuencia era muy superior entre los enfermos no vacunados.
Este estudio no ha sido examinado de forma independiente y por lo tanto es provisional. Pero va en la misma dirección que un estudio precedente de la misma naturaleza, realizado en el Reino Unido y publicado a finales del 2021, en la revista Lancet Infectious Disease.
Ambos estudios, sin embargo, presentan un inconveniente. Fueron realizados antes de la oleada ómicron de finales del 2021, por lo que no permiten sacar conclusiones sobre la eficacia de las vacunas contra los eventuales COVID de larga duración desarrollados tras una infección con esa variante.
El ómicron ya es la variante ampliamente dominante en numerosos países.
Los riesgos de los niños
De todos los debates generados por el COVID de larga duración, es el más delicado.
Los niños presentan, por el momento, pocos riesgos de desarrollar una forma grave de COVID. Pero si se demuestra que corren un riesgo elevado de COVID-19 de larga duración, ello podría hacer cambiar los puntos de vista sobre su vacunación.
Un estudio publicado en enero por la revista European Journal Pediatrics, a partir de los datos de decenas de miles de hogares daneses, parece tranquilizador.
Los investigadores compararon los síntomas a lo largo de varios meses de dos grupos de niños. El primero estaba conformado por menores que dieron positivo, el otro, por lo que no habían sido infectados.
El objetivo era comprobar la existencia y la frecuencia de síntomas específicamente relacionados con las secuelas del COVID.
“El COVID de larga duración es inhabitual entre los niños y en general no dura”, concluye este estudio, que revela que menos del 1% de los niños que sufrieron COVID desarrollan síntomas duraderos.
La metodología de este estudio, como en otros casos, ha generado sin embargo críticas de varios investigadores, que consideran que numerosos casos de COVID de larga duración no han sido detectados.