La búlgara Kristalina Georgieva, cuya continuidad como directora gerente del FMI era incierta este lunes, hasta ahora era una economista respetada por su sólida experiencia en finanzas internacionales.
Georgieva, de 68 años, lidera el FMI desde el primero de octubre del 2019, tras la partida de la francesa Christine Lagarde, ahora titular del Banco Central Europeo (BCE).
Dos años después, se acusa a Georgieva de haber manipulado datos en un informe conocido como “Doing Business” en favor de China cuando era la número dos del Banco Mundial (BM), lo cual niega rotundamente.
Fue candidata única al cargo en el FMI, tradicionalmente regido por un europeo en tanto el BM queda en manos de un estadounidense, según un reparto heredado de las conferencias de Bretton Woods.
El FMI tuvo que cambiar sus estatutos para poder nombrarla, pues Georgieva superaba el límite de edad para el puesto, que entonces era de 65 años.
Hasta entonces, la mayor parte de su carrera la pasó en el BM, donde llegó a directora general en el 2017.
Nativa de Sofía, donde enseñó economía durante 26 años, se desempeñó principalmente en el área ambiental, desarrollo sostenible y temas agrícolas.
Mujeres y Clima
En el FMI, sus grandes prioridades son la lucha contra la desigualdad, la integración de las mujeres a la economía y la lucha contra el cambio climático.
Hace dos años, cuando tomó las riendas del FMI, la economía mundial estaba fragilizada por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China.
Pero no podía imaginar que unos meses más tarde, el planeta caería por efecto del coronavirus en una recesión global histórica.
Descripta por sus partidarios como una de las personas “más íntegras”, tampoco imaginaba ser blanco de acusaciones graves.
Georgieva es “una dirigente audaz que supo enfrentar los impactos económicos de la pandemia y posicionar al Fondo como un pionero mundial (en la lucha contra el) cambio climático”, opinó a fines de setiembre Joseph Stiglitz, ganador del premio Nobel de Economía, en respaldo a la búlgara.
Otros economistas agregan que consiguió aumentar las reservas del FMI para ayudar a los países más vulnerables.
Jeffrey Sachs, director del Center for Sustainable Development de la Universidad de Columbia, consideró en el Financial Times que Georgieva corre el riesgo de ser víctima de la “histeria anti Pekín”, una alusión al hecho de que Washington acusa a China de interferir en las instituciones internacionales.
En Europa, Georgieva también fue comisaria europea encargada de ayuda humanitaria entre el 2010 y 2014. Y entre el 2015 y 2016 fue vicepresidente de la Comisión Juncker a cargo de presupuesto y recursos humanos.
Tiene reputación de alta funcionaria enérgica y tenaz, con un carácter duro si defiende una causa “que le importa mucho”, comentó un diplomático sobre su primer pasaje por instituciones europeas.
En el 2016, esta mujer conocida por su capacidad de lograr consensos, fue una finalista inesperada en la elección al puesto de secretario general de la ONU, que a la postre ganó el portugués Antonio Guterres.
Su padre, Ivan, era técnico en construcción de rutas en la Bulgaria comunista donde Kristalina Georgieva nació el 13 de agosto de 1953, año de la muerte de Stalin.
Georgieva, que de niña era buena estudiante, habla fluidamente el ruso y tiene buenas relaciones en Moscú, donde pasó algunos años como directora para Rusia del Banco Mundial, entre el 2004 y 2007.
Madre de un hijo, nunca ejerció cargos electivos en su país, al que suele citar.