Argentina mantuvo cerradas las escuelas durante el 2020 en casi todo el territorio y se apuró en usar la virtualidad debido a la pandemia, lo que profundizó la segmentación educativa según el nivel socioeconómico, con las llamadas Escuelas Zoom y Escuelas WhatsApp.
Hoy el país se encuentra en pleno debate público sobre la vuelta a una “presencialidad administrada” de las clases, pues, debido a la llegada de la segunda ola del virus, el Gobierno de Alberto Fernández estudia retomar la virtualidad en las zonas de alerta epidemiológica.
“Las escuelas pueden haber aprendido a trabajar un poco mejor, pero las desigualdades sociales entre los chicos van a persistir porque el acceso a tecnologías no cambió”, dijo Claudia Romero, doctora en Educación y profesora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella, respecto a las clases en 2021.
La virtualidad derivó en las llamadas “Escuelas Zoom”, como denomina a las de los sectores más favorecidos, que utilizan como principal herramienta las videoconferencias sincrónicas (en directo y grupales) y las plataformas virtuales. Y como tercera ayuda, el correo electrónico.
Con ello, lograron frecuencias de más de tres veces por semana para intentar replicar la presencialidad (49.4% diaria), según una encuesta de la Universidad Di Tella.
Las “Escuelas Whatsapp” es el modelo de las desfavorecidas, que utilizan los intercambios por esa plataforma y por correo electrónico, dos herramientas de naturaleza asincrónica, pero de fácil acceso tanto material como económico. Y en tercer lugar, las videoconferencias sincrónicas, para conectarse en grupo y en directo.
Siete de cada diez escuelas realizaban estas actividades a lo sumo una vez a la semana, indica el trabajo.
Refuerzo de segmentación
Según la encuesta de la Universidad Di Tella a 143 directivos de escuelas de la capital del país y la provincia de Buenos Aires, las condiciones de partida de la “escolarización remota de emergencia” eran similares en todas las escuelas al comienzo de la pandemia, pero la falta de acceso a la tecnología y la conectividad afectaba más a la población vulnerable.
Por eso, solo diez semanas después del cierre de las escuelas la encuesta encontró que se habían presentado dos modelos diametralmente opuestos -Zoom y WhatsApp- para garantizar la continuidad pedagógica, divididos por el tipo de acceso a la tecnología y el nivel socioeconómico de los alumnos.
Esa diferenciación reforzó la segmentación educativa, el proceso por el cual los del mismo sector socioeconómico se juntan y se arman grupos que no se conectan entre sí.
“El sistema educativo argentino está muy fragmentado. En diez semanas, el formato de escolarización remota había adoptado esas formas tan diferenciadas y desiguales de la escolarización”, explicó Romero, quien señaló que la encuesta se cerró en diciembre pasado, cuando sus resultados fueron confirmados por los datos oficiales.
Ausencia de estado
En ambos escenarios, la Universidad Di Tella encontró poca evidencia de uso de materiales producidos por el Estado, que había creado una plataforma digital, programas en radio y televisión y cuadernillos impresos, organizados de acuerdo con el año de escolaridad.
En tanto, muy pocos directivos (solo el 9% de gestión privada y el 16% de escuelas estatales) dijeron haber tomado decisiones en función de las indicaciones de las autoridades.
Esas dos configuraciones se debían no solo a los recursos con que contaban los alumnos, sino también los docentes: 21.4% de los profesores de escuelas desfavorecidas no tenían acceso fijo a internet ni computadora.
“Las escuelas que atienden a sectores empobrecidos tienen docentes que también carecen de recursos. Se fortalece el círculo de la desigualdad. Esos docentes y esas escuelas tendrían que tener mejores recursos para compensar esas diferencias de origen”, dijo Romero.
Privatización y abandono
La Di Tella concluyó que operó una “privatización de facto de la educación”, ya que la “continuidad pedagógica” implicó que la provisión y el financiamiento del servicio quedara en manos de los recursos de cada familia y de cada docente, de la disponibilidad de dispositivos y conectividad que cada uno pudiera costear, así como del capital cultural y las habilidades personales de cada madre y padre.
Esa privatización se dio “en ausencia de una inteligencia estatal eficaz para prevenir los efectos inequitativos”, afirmó.
El trabajo reveló que un 10% de los estudiantes estaba fuera de la escolarización a la semana diez en las escuelas consultadas, porcentaje que supera el abandono interanual (1%) en condiciones normales.
Para Romero, “se profundizaron los procesos de deserción, las brechas de desigualdades, todos los niños aprendieron menos, pero los más pobres se vieron muchísimo más perjudicados porque la escuela es un lugar de contención social”.
“Cuando esto termine nos encontraremos con una sociedad que ya estamos generando, más pobre, más segmentada y más desigual, y la escuela tendrá que convertirse en una instancia mucho más eficaz de producir justicia social o igualación social”, explicó.