Este 1 de enero se cumplen veinte años de la entrada en circulación de los billetes y monedas de euro, dos décadas en las que ha superado crisis existenciales y se ha consolidado como la segunda divisa del mundo, solo por detrás del dólar estadounidense.
Mientras la pandemia del coronavirus, que ha reducido el uso del dinero en efectivo, sigue golpeando al mundo, el euro se prepara para su versión digital y trata de hacer frente a la elevada inflación.
El euro, que comenzó a gestarse a comienzos de los noventa, fue introducido el 1 de enero de 1999 como una moneda virtual, utilizada por los bancos y los mercados financieros.
Sin embargo, para la mayoría de la gente se convirtió en una moneda real el 1 de enero del 2002, cuando entraron en circulación los billetes y monedas en doce países europeos, incluidos España, Francia, Alemania e Italia. Se producía de ese modo el cambio de moneda más importante de la historia.
El efectivo en euros fue recibido por los europeos con mucha ilusión, pero también con el temor a la inflación y al redondeo de los precios.
En el caso de España, hubo que dejar de pensar en pesetas, una tarea a la que contribuyeron las calculadoras conversoras y la campaña promocional protagonizada por los García, que explicaba los beneficios del euro y su equivalencia con las pesetas.
El nombre del euro se decidió en el Consejo Europeo celebrado en Madrid en diciembre de 1995.
Cuatro meses antes de su introducción, el BCE y los bancos centrales nacionales entregaron los billetes y monedas a los bancos y a los comercios y se adaptaron cajeros automáticos y las máquinas expendedoras.
El BCE autoriza exclusivamente la emisión de billetes, pero tanto el BCE como los bancos centrales nacionales tienen el derecho de emisión, según el Tratado de Maastricht (febrero 1992).
El volumen inicial se fijó en 14,900 millones de billetes de euros; entre 9,000 y 10,000 millones se pusieron en circulación y 5,000 millones constituyeron reservas logísticas.
Un año después de su introducción, había 8,200 millones de billetes en circulación y, a finales del 2006, 11,300 millones. En agosto del 2021, la cifra había subido a 27,400 millones de billetes.
La responsabilidad de las monedas recae sobre los gobiernos nacionales, pero el BCE aprueba anualmente el volumen de monedas que se ha de emitir.
La crisis del 2008 y el rescate de Grecia
Los ciudadanos fueron acostumbrándose al euro y cuando ya dejaban de pensar en pesetas la crisis financiera internacional del 2008 dio lugar a la mayor crisis existencial de la moneda única.
En el 2010 comenzó en la zona del euro una crisis de endeudamiento soberano que llevó al rescate de Grecia, Irlanda y Portugal y a prestar a España asistencia para rescatar a su sistema bancario a cambio de fuertes ajustes en sus economías.
La cohesión de la zona euro se tambaleó y de la ilusión se pasó al desencanto, con dudas sobre la permanencia de países como Grecia en el área de la moneda compartida.
Ese clima se aprovechó desde la ultraderecha y figuras como la francesa Marine Le Pen defendieron que Francia, país fundador de la Unión Europea, abandonara el euro.
Apoyo ciudadano
Sin embargo, el euro se salvó y superó la crisis de la deuda soberana. En esa salvación tuvo un papel clave el expresidente del Banco Central Europeo Mario Draghi, quien en el 2012 aseguró durante un discurso que el BCE haría lo que fuera necesario para preservar la moneda.
Según un eurobarómetro publicado a principios de diciembre por la Comisión Europea, un 78% de los habitantes de la eurozona cree que el euro es bueno para la Unión Europea (UE) y un 69% lo considera beneficioso para su propio país, el segundo mayor apoyo a la moneda única desde el 2002.
El club comunitario asegura en su página de Internet que el euro fomenta el comercio, la competencia y la transparencia de precios, además de ayudar a mantener los precios estables en la eurozona.
Añade que la moneda única ha contribuido a que a los compradores de viviendas, las empresas y los gobiernos europeos les resulte más barato pedir dinero prestado.
Asimismo, destaca que su estabilidad hace atractivo para las empresas de todo el mundo que comercian con Europa aceptar precios en euros, lo que ahorra a las compañías europeas los costes derivados de las fluctuaciones monetarias y los de convertir euros a otras divisas. En el 2020, el 60% de las exportaciones fuera de la eurozona se facturaron en euros.
Igualmente, afirma que el nivel de vida en la eurozona ha mejorado desde que en 1999 se introdujo el euro como moneda virtual porque el Producto Bruto Interno (PBI) nominal per cápita ha pasado de los 22,050 euros a los 33,230 euros en el 2020, mientras que el porcentaje de personas empleadas ha avanzado desde 63.6% a 71.8%.
En cualquier caso, el euro sigue afrontando desafíos, en particular, el auge de la inflación en el año 2021 provocado, sobre todo, por los precios de la energía. Según Eurostat, la inflación en la eurozona llegó en noviembre a 4.9%, lo que dificulta cumplir con el objetivo de 2% a medio plazo fijado por el BCE.
Mientras tanto, se busca fortalecer el papel internacional de la moneda y avanzar en el diseño y las características del euro digital.