Llegan desde Cuba como “turistas”, pero no para visitar la Plaza Roja, sino para comprar mercancías y revenderlas en la isla, tratar de saltar a la Unión Europea o ganarse la vida en Rusia. Sin embargo, el coronavirus ha truncado sus planes y les ha dejado varados en el limbo.
"Al cubano dale trabajo, que hace lo que tenga que hacer, pero que nos paguen", comenta Yuvani Marquetti Elías, natural de Alquizar, en una casa a las afueras de Moscú.
Cada año más de 25,000 cubanos arriban a Rusia, que no les exige un visado durante tres meses, pero de ellos solo un 25% aproximadamente se inscribe ante las autoridades migratorias rusas, según los datos del Sistema Unido de Estadísticas de Rusia (EMISS).
Desde que Cuba derogara en el 2013 el llamado "permiso de salida", Rusia se ha convertido en uno de los destinos de habla no hispana al que miles de cubanos recurren en busca de un futuro mejor.
Hace tiempo que los cubanos descubrieron los mercados mayoristas de Moscú, unos gigantescos almacenes dominados por vendedores chinos y centroasiáticos donde compran sobre todo ropa y calzado para surtir a la población en la isla de bienes que escasean o son más caros en las redes comerciales estatales.
Otros vienen a buscar trabajo, principalmente en la construcción. A veces por iniciativa propia y otras, atraídos por intermediarios que les prometen el oro y el moro para luego esquilmarlos y hacer añicos sus ilusiones.
Ahora, la pandemia del coronavirus les ha dejado atrapados en Rusia, que ha cerrado las fronteras terrestres y aéreas, y ha impuesto confinamientos para frenar el COVID-19, lo cual les impide trabajar para sobrevivir o regresar a Cuba.
Víctimas colaterales del coronavirus
Más de un centenar de cubanos que se dedica al estraperlo, conocidos popularmente en la isla como "mulas", se han quedado varados en Moscú, una ciudad que apenas conocen y donde se habla un idioma que no dominan.
Llevan casi dos meses encerrados sin dinero para alimentarse o pagar el alquiler. Tampoco tienen una fecha de regreso a la vista.
"Las personas que viajan a Rusia a comprar mercancía para Cuba vienen habitualmente por siete días, porque una larga estancia no les da negocio", explica Pedro Luis García, un cubano que vive en Moscú desde hace ocho años y apoya a sus conciudadanos con asesoramiento legal y ayuda alimentaria.
Indica que en un solo apartamento pueden llegar vivir más de veinte personas repartidas en habitaciones de tres o cuatro literas y con los pasillos llenos de fardos con mercancías.
Pero ellos no son los únicos cubanos que se encuentran en una situación difícil en Rusia por las restricciones impuestas para contener el coronavirus.
También lo pasan mal aquellos que llegaron a Rusia con la intención de quedarse y empezar de cero. "No es fácil", confiesa con tristeza Yadira Mendoza, original de Santa Clara.
El COVID-19 la ha confinado en el apartamento de un edificio modular en un barrio-dormitorio del sur de Moscú, donde comparte techo con su esposo, su hermano y otras tres personas.
Viven apiñados en dos cuartos en mal estado y con lo mínimo necesario para vivir. Y están en situación irregular.
Pero Yadira no se da por vencida y tiene esperanzas de que todo mejore, porque está en Rusia "por la familia" y no piensa regresar a Cuba, donde vendió su casa para conquistar nuevos horizontes.
Pedro Luis explica que muchos llegan al país sin haberse informado previamente de las leyes y sin conocer el idioma, lo que les hace vulnerables a abusos y estafas.
Recuerda que a varios de ellos les dijeron en Cuba que Rusia pertenece a la zona Schengen, por lo que podían utilizar ese país como trampolín para llegar al Viejo Continente. No se informaron antes de quemar los puentes en casa.
En busca de un salario digno
Yuvani pertenece al colectivo de cubanos que se sienten engañados. "Nosotros vinimos con la idea de salir adelante, de trabajar", asegura.
Afirma, sin poder contener la indignación, que le han llegado a pagar 3,000 rublos (menos de US$ 50) por dos meses de trabajo en una tienda, aprovechando su condición de inmigrante indocumentada.
Vive junto a su familia en una vivienda a medio construir: los bloques de hormigón de la pared están al descubierto, lo que no impide al propietario pedir una mensualidad de 36,000 rublos (unos US$ 500), una cantidad que no tienen.
Incluso ha tenido que pedir apoyo a los parientes de Cuba para pagar el alquiler, mientras que para comer depende de la ayuda proporcionada por voluntarios como Pedro Luis.
No es mucho lo que puede ofrecer este graduado en Derecho que se dedica en Rusia a dar clases de español.
Apenas puede entregar a los cubanos necesitados dos bolsas llenas de macarrones, harina, aceite, especies, cebollas, huevos y un pollo. También les lleva productos de higiene.
Asegura que algunos cubanos que visita viven en "pésimas condiciones" y recuerda una entrega de ayuda en una casa sin calefacción, sin agua y con el baño en el exterior en la que convivían 39 compatriotas, entre ellos un niño pequeño.
"Durante el tiempo que llevo haciendo esto me han contactado alrededor de 500 personas", afirma.
Casi todos los que se lanzan a la aventura rusa lo hacen sin nociones de los trámites necesarios para legalizar su estatus migratorio, e incluso para los que tienen algún conocimiento el proceso resulta arduo.
El calvario de la legalización
"Es como un laberinto sin salida", resume su desesperación Idalmis Moreno, atrapada desde hace dos años en un pantano burocrático.
De nada sirvió iniciar los trámites acorde a la ley rusa: todavía espera la respuesta de las autoridades. Y si de la paciencia quedan vestigios, el dinero se acabó hace rato.
Comparte un raído sofá-cama con su esposo y su madre de 78 años, que carga un rosario de enfermedades, en un apartamento en las afueras de Moscú con su hija, su yerno y sus tres nietas que llevan dos años sin asistir a clases.
"Duele ver a esa gente en esas condiciones, dos años tratando de legalizar su situación", comenta Pedro Luis.
La hija de Idalmis ha tratado de regresar a Cuba con sus tres hijas, pero la renovación de los cuatro pasaportes cuesta 32,000 rublos (cerca de US$ 438), una suma prohibitiva para ella.
Incluso si consiguiera reunir el dinero, la ausencia de vuelos internacionales, no le permitiría regresar a la isla, al igual que ocurre con otros cubanos varados en la capital rusa.
El cónsul de Cuba en Moscú, Eduardo Lázaro Escandell Santana, aseguró que la Embajada y la Sección Consular mantienen "comunicación permanente" con todos los cubanos que han contactado con la misión diplomática y se les ha orientado acerca de cómo prorrogar su estancia o regularizar su estatus migratorio.
Recalca asimismo que se les ha ofrecido opciones “para atender las necesidades de quienes tienen dificultades financieras y de alojamiento”.