Desde el porche de su casa, Garry y Amanda James pueden ver los impactantes rascacielos y centros comerciales de Dubái.
La silueta de la ciudad parecía muy distante cuando eran jóvenes. Frente a la casa donde Amanda pasó su infancia, en el mismo sitio donde vive ahora, pero hace tres décadas, había kilómetros de desierto.
En medio de la transformación de Dubái de pequeña perla en floreciente centro financiero, la comunidad de Jebel Ali, un conjunto de viviendas construidas a fines de la década de 1970 para trabajadores portuarios europeos, se mantuvo inalterada.
Hoy es una reliquia de otros tiempos. Los residentes extranjeros siguen gozando de calles apacibles por las que corre el viento y la gente juega al bingo.
Esa tranquilidad, no obstante, tiene los días contados. Se vienen las aplanadoras.
Nakheel, empresa estatal que construyó las famosas islas con forma de palma de Dubái, sacó a la luz planes para demoler el barrio y construir en su lugar una comunidad de casas de lujo de dos pisos. Los residentes recibieron notificaciones de que deben mudarse en un plazo máximo de 12 meses.
“Estamos destruidos”, dijo Amanda James, de 53 años y cuyo padre británico instaló a la familia en esa comunidad en 1984. “Llegué durante la guerra entre Irán e Irak. Me quedé durante las dos guerras del Golfo (Pérsico). Tres generaciones (de la familia) pasaron por aquí. Hay una historia de gente que se crio aquí, hicimos amigos, tenemos familias”.
En respuesta a pedidos de comentarios, Nakheel dijo que informó a los residentes y cumplió con todos los requisitos legales.
“Estamos conscientes de la importancia de Jebel Ali en la historia de Dubái y de sus residentes, y por esta razón hemos decidido renovar la comunidad para preservar y reforzar su longevidad por muchas generaciones futuras”, dijo la empresa, añadiendo que la construcción de piscinas, parques, centros deportivos y senderos para bicicletas unirán a los residentes de otras maneras.
Al llegar el boom petrolero de los años 70, empleados estadounidenses y europeos de los conglomerados internacionales, atraídos por generosas condiciones para empleados extranjeros, se instalaron en las polvorientas ciudades del Golfo Pérsico. Los expatriados radicaron a sus familias en comunidades seguras de toda la región, convirtiendo complejos como el de la Saudi Arabian Oil Co. en barrios muy cuidados, réplicas de los suburbios de California.
Dubái no tenía mucho petróleo, pero usó lo que tenía para construir Jebel Ali, el primer centro de transporte de carga y dique seco de la región. Empleados holandeses y británicos se instalaron en casas de bloques de cemento. A medida que crecía el barrio, surgió una escuela. También establos de caballos, una piscina y clubes en los que los residentes se reunían para contar historias comiendo y bebiendo.
“Hay un sentido de comunidad único”, declaró Donna Dickinson, una inglesa de 40 años que pasó su adolescencia en la comunidad y regresó con su familia el año pasado para que sus hijos “pudiesen tener la infancia que tuve yo”.
Los residentes evocan los acelerados cambios de la ciudad, que tuvieron su punto culminante en el 2002, cuando el gobernante de Dubái autorizó a los extranjeros a adquirir propiedades en partes del emirato. Eso generó un boom en el mercado de bienes raíces, alimentado por especuladores.
Alrededor de la casa de James surgieron complejos de viviendas, campos de golf, hoteles de lujo, espectaculares parques acuáticos y centros comerciales gigantescos. En determinado momento, las casas de los gobernantes de los emiratos fueron derribadas.
“Buena parte de la historia fue demolida y reemplazada”, dijo Todd Reisz, autor de “Showpiece City: How Architecture Made Dubai” (Una joya de ciudad: Cómo la arquitectura transformó Dubái). “Los cambios son inevitables en una ciudad que está constantemente tratando de satisfacer la demanda. Pero sigue habiendo sitios de cultura, donde uno puede comprender nuestra historia”.
Nakheel anunció planes para renovar Jebel Ali y desalojó a muchos residentes para demoler sus viviendas. Pero se vino el derrumbe del mercado inmobiliario del 2008 y la empresa, que tenía una deuda de miles de millones de dólares, hizo a un lado el proyecto.
Numerosas viviendas quedaron vacías. Años después, cuando la economía se recuperó, Nakheel permitió el regreso de la gente.
“Cuando eres un expatriado, contar con un lugar con cierta historia es difícil”, manifestó Dickinson.
Había más extranjeros con visas y sin posibilidades de hacerse ciudadanos que nativos y la comunidad “siempre la sentí como mi casa, la llevé en el corazón”, dijo Dickinson.
Desde hace algún tiempo, no obstante, ha habido indicios de que las cosas van a cambiar
En el 2017, Nakheel transformó un rústico bar en un pub sofisticado, con asientos de gamuza, y abrió una sala de cine con mesas para comer, que contrastaban con las viejas casas venidas a menos. Muchas de ellas seguían abandonadas y los adolescentes organizaban fiestas, para malestar de los residentes.
Abundaban los rumores de que Nakheel planeaba demoler las construcciones viejas. Dejaron de ser rumores en las últimas semanas, cuando circularon volantes que decían que “el pasado tiene un nuevo futuro”, ilustrados con modernas construcciones.
No se dará a los residentes que quedan en Jebel Ali la oportunidad de adquirir futuras viviendas, que la mayoría no podrían pagar. Tendrán que rebuscárselas en otros sitios y algunos dicen que probablemente se vayan de Dubái.
Monique Buitendag, una sudafricana de 37 años que gastó una fortuna en renovaciones hace algunos meses, está acongojada.
“Sabían que se venía esto, pero de todos modos nos vendieron un sueño”, expresó. “Esto se va a parecer a los demás complejos de viviendas. Perdemos un poco el viejo Dubái”.
Cory Rhodes, una estadounidense de 43 años en cuya cabaña tiene su estudio y da clases a su hija, está destrozada. “El sentimiento que te genera este lugar no se repite en ningún otro sitio”, afirmó.