Los precios de la carne vacuna han aumentado en todo el mundo, eliminando la opción en el menú para los amantes del asado en Buenos Aires y arruinando las barbacoas de verano en Estados Unidos, mientras crecen las exportaciones a China y se dispara el costo de alimentar al ganado.
En el mundo, el aumento está contribuyendo a que los precios de los alimentos alcancen su nivel más alto desde el 2014, según una agencia de Naciones Unidas, afectando especialmente a los consumidores más pobres, que luchan por recuperarse de los efectos económicos provocados por la pandemia de COVID-19.
El aumento de los precios de la carne bovina se ha visto impulsado por la creciente demanda de China, por la oferta limitada de ganado en algunos países, la escasez de trabajadores en los mataderos y el aumento de los costos de alimentación de los animales. La tendencia está empezando a sacudir los mercados de proveedores.
Argentina, el segundo mayor proveedor de China de carne vacuna después de Brasil, detuvo el 17 de mayo las exportaciones durante un mes, mientras lucha con una inflación galopante. El Gobierno culpa a la alta demanda desde Asia de reducir el abastecimiento local y elevar los precios internos.
“La suba del precio de la carne (de vacuno) aumentó muchísimo, es una locura”, dijo Fernanda Alvarenga, empleada administrativa de 38 años en Buenos Aires.
Agregó que pasó a comer carne en su casa solo un día a la semana, en lugar de cada dos. También, ha comenzado a preparar milanesa, un popular plato de carne empanizada, con un corte más barato, en lugar de trozos de mayor precio.
“Serán 4,000 a 5,000 pesos (US$ 42 a US$ 53) por mes, antes por la misma plata (compraba) muchísimo más”.
Los precios en Argentina, donde asar carne a la parrilla se considera casi un derecho humano y donde el campo está colmado de ranchos ganaderos, se han disparado más del 60% en un año. El consumo per cápita se ha desplomado, alcanzando en abril el registro más bajo en 100 años, según un informe de la cámara de la industria cárnica.
Los memes compartidos en los grupos de WhatsApp lamentan que la carne se haya vuelto inalcanzable y difunden chistes de que la inflación ha llevado a la gente a comer polenta, una ironía sobre los esfuerzos de ayuda del Gobierno durante la pandemia.
Apetito de China
En los primeros cuatro meses del año, China importó 178,482 toneladas de carne vacuna desde Argentina, frente a las 152,776 toneladas del año anterior, según datos de la Administración General de Aduanas de China.
La mayoría de las importaciones son vacas más viejas que no se consumen en el país, según la cámara de la industria cárnica de Argentina, que se opone a la prohibición de exportación dispuesta por el Gobierno. Los agricultores han protestado contra la medida con la suspensión del comercio local de ganado.
China aumentó las importaciones de carne luego de que un mortal virus, la peste porcina africana, diezmó su piara en el 2018.
Recientemente, Pekín suspendió algunas importaciones de carne desde Australia, su tercer proveedor de carne entre el 2018 y 2020, ya que las relaciones entre los dos países se deterioraron. Desde entonces, los importadores chinos han dependido más de otros proveedores.
Las exportaciones de carne de res de Estados Unidos a China alcanzaron un récord mensual en marzo de 14,552 toneladas, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, muy por encima de los envíos totales de todo el 2019. La creciente clase media en China ha incluido a la carne de res en su dieta, la que durante mucho tiempo tuvo su pilar en el cerdo.
“La carne de res solía consumirse principalmente fuera de casa, como en restaurantes. Pero la carne de res es cada vez más popular para cocinar en casa”, dijo Pan Chenjun, analista senior de Rabobank.
Los precios de la carne vacuna en China aumentaron un 4.4% en abril respecto de un año antes, mientras que los precios de la carne de cerdo bajaron 27.9%, según datos del Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de China.
Importar carne de res a países como China es más rentable para naciones como Argentina y Brasil debido a la depreciación de la moneda y al debilitamiento de la demanda local, dijo Upali Galketi Aratchilage, economista senior de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El resultado, sin embargo, es que el aumento de las exportaciones puede reducir la oferta local y llevar a incrementos de precios, dijo Aratchilage.
Estados Unidos y Brasil todavía intentan reponer los inventarios de carne de res, pollo y cerdo congelados, luego de que los envíos a China aumentaron el año pasado, pese a que el COVID-19 arrasó con los mataderos, con trabajadores enfermos y obstáculos la producción.
Precios “astronómicos”
En Clovis, California, el veterano retirado del Ejército Darin Cross dijo que se sorprendió por los paquetes de 2 libras (0.9 kilos) de carne molida que se vendían por US$ 10 en Walmart, frente a US$ 8 de antes. Como resultado, Cross, de 55 años, está comiendo más verduras.
“Para aquellos de nosotros con ingresos fijos, eso es un aumento bastante pronunciado en cuestión de solo un par de semanas”, dijo Cross. “Mi miedo es que solo va a seguir subiendo”.
El precio unitario promedio de la carne de res fresca de Estados Unidos aumentó 5% en abril respecto de marzo y escaló aproximadamente un 10% frente al año anterior, según datos de NielsenIQ. Los precios del cerdo y el pollo han subido aproximadamente un 5.4% con respecto al año pasado.
En las afueras de Nueva Orleans, Tina Howell, de 45 años, dijo que dejó de comprar bistecs a granel para llenar el freezer de su casa porque los supermercados dejaron de ofrecer descuentos. Dice que notó que los filetes de lomo de Nueva York se venden a aproximadamente US$ 12 la libra, mucho más que los US$ 7 de antes.
“Los precios son astronómicos”, dijo Howell, que trabaja en marketing inmobiliario.
Los precios más altos están beneficiando a los empacadores de carne como Tyson Foods Inc, el mayor procesador de carne de Estados Unidos por ventas. La compañía dijo que los planes de estímulo del Gobierno están impulsando una demanda excepcional al dar a los consumidores más dinero para comprar alimentos.
Aunque los suministros de ganado de Estados Unidos son amplios, la producción de carne de res está limitada por la escasez de mano de obra y la capacidad de procesamiento de los mataderos, según los frigoríficos.
Los empacadores de carne se enfrentan a mayores costos de alimentación de ganado con los precios de la soja y el maíz en torno a máximos de ocho años, y algunos están pasando las subidas a los consumidores.
El aumento de la demanda de restaurantes también está respaldando los precios, porque disminuyen las restricciones por el COVID-19.
Omaha Steaks, que tiene su sede en Nebraska y que vende carne de res de primera calidad, proyecta que la demanda en Estados Unidos seguirá siendo sólida durante el verano, ya que la gente está dispuesta a reunirse con más gente y pagar por alimentos de alta calidad, dijo el presidente ejecutivo Todd Simon.
Sin embargo, las empacadoras de carne brasileñas JBS SA y BRF SA han dicho que les cuesta trasladar los mayores costos a los consumidores, aunque JBS se ha beneficiado de sus operaciones en Estados Unidos.
Los precios de algunos cortes de carne subieron hasta un 30% durante el año pasado en Brasil debido a la escasez de ganado y la fuerte demanda de exportación, dijo Guilherme Malafaia, funcionario de la agencia de investigación agrícola del gobierno, Embrapa. Junto con Hong Kong, China compra el 60% de toda la carne vacuna exportada por Brasil.
Para los brasileños, sin embargo, los altos precios han hecho que el consumo interno baje un 14% desde antes de la pandemia, a un mínimo de 25 años. En cambio, han recurrido a la carne de cerdo, pollo y huevos, que históricamente son más baratos.
El consumo de carne de cerdo per cápita de Brasil aumentó 5%, mientras que el consumo de pollo aumentó 6% en el 2020, respecto del año anterior, dijo Marcelo Miele, investigador de carne de cerdo y aves de corral de Embrapa. Los brasileños ahora comen 251 huevos por persona por año, un récord histórico, dijo.
El carnicero argentino Pablo Alberto Monzón, de 26 años, dijo que las ventas de carne se han reducido un tercio en su tienda en un barrio de clase trabajadora de Buenos Aires. Entran menos clientes y los que ingresan encuentran que su dinero no llega muy lejos.
“Los que pueden llevan y los que no, el que llevaba antes (para) comer un asado (ahora) se lleva una falda”, explicó.