Los servicios de inteligencia de Estados Unidos encontraron redención en la guerra de Ucrania, la que predijeron con mucha precisión, tras haber sido vilipendiados por no anticipar la caída relámpago de Kabul o por imaginar las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein en el 2003.
El ejército estadounidense entendió ya en octubre que los movimientos de las tropas rusas en la frontera con Ucrania, que Moscú presentó como ejercicios, “no eran normales”, pues el dispositivo militar era como el de una invasión, dijeron varios funcionarios a la AFP.
El Pentágono informó a la Casa Blanca de sus preocupaciones y los servicios de inteligencia inmediatamente se pusieron a indagar.
Algunos asesores del presidente manifestaron dudas, pero Joe Biden se tomó el asunto muy en serio.
El 2 de noviembre, Biden envió al director de la CIA, Bill Burns, a Moscú para conversar con el presidente ruso, Vladimir Putin.
Burns, antiguo embajador en Moscú y rusohablante, le planteó al jefe del Kremlin las “serias” preocupaciones de Washington por los movimientos de las tropas rusas, informó luego CNN.
Media docena de coroneles de la dirección de inteligencia del Estado Mayor Conjunto estadounidense analizaron la información recibida de los analistas de la CIA y de los servicios de escucha de la NSA, la agencia de inteligencia militar, para anticipar el plan de ataque de las fuerzas rusas.
Desde los sótanos del Pentágono “estos héroes en las sombras marcaron la pauta para toda la comunidad de inteligencia”, celebró uno de los funcionarios consultados bajo condición de anonimato.
Los ejes de ataque
Su trabajo terminó en enero con el desarrollo de un mapa de la región que proporcionó con asombrosa precisión los ejes de ataque del ejército ruso, desde el norte en Kiev, desde el este en Járkov y desde el sur en Mariúpol.
Deseando prevenir el conflicto y neutralizar los intentos de desinformación rusa, el gobierno de Joe Biden rápidamente decidió revelar información clasificada como secreto de defensa.
A principios de febrero, el portavoz del Pentágono, John Kirby, afirmó que Moscú planeaba filmar “un video de propaganda muy violento, que mostraría cadáveres y actores haciendo de dolientes” y afirmando haber sido atacados por ucranianos, con el fin de usarlo como pretexto para invadir Ucrania.
Poco después, se invitó a la prensa a reunirse con altos funcionarios de inteligencia, que rara vez hablan con periodistas.
Informaron que Rusia intensificaba los preparativos para una invasión a gran escala de Ucrania que mostraron en un mapa, e incluso dieron una fecha: mediados de febrero, después del cierre de los Juegos Olímpicos de Pekín.
Pero el escenario publicado ese día por los medios de todo el mundo fue recibido con escepticismo en Europa.
La fecha
La supuesta fecha de la invasión se pospuso unos días, pero Estados Unidos estaba tan seguro de su información que en la noche del 23 de febrero, el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, anunció que podría lanzarse “antes del final de la noche”.
En la mañana del 24, las fuerzas rusas invadieron Ucrania.
El escenario planteado por los servicios de inteligencia fue certero, con algunas excepciones.
Los analistas no anticiparon la feroz resistencia ucraniana ni la determinación del presidente Volodimir Zelensky, quien logró galvanizar a la población. Temían que Kiev cayera en 48 horas y que Zelensky fuera inmediatamente depuesto para ser reemplazado por un régimen prorruso.
Dos semanas después, Kiev no está aún en manos rusas y Zelensky es aplaudido de pie por el Parlamento británico.
La inteligencia estadounidense también temía que el ejército ucraniano quedara paralizado por un ciberataque ruso desde el inicio del conflicto.
Pero si bien Kiev modernizó su ejército, aún mantiene los aviones que datan de la era soviética y utilizan el mismo sistema de comunicación por radio que el ejército ruso, por lo cual Rusia no puede paralizar al ejército ucraniano porque afectaría a sus propias fuerzas.