Las altas tasas de inflación no son malas noticias para todos. Pueden ser útiles para los deudores, lo que en la economía mundial actual significa casi todo el mundo.
En el segundo trimestre de este año, indicadores de la deuda de familias y empresas como porcentaje de la producción económica reflejaron algunas de las caídas más pronunciadas registradas en varias economías avanzadas, según datos publicados la semana pasada por el Banco de Pagos Internacionales (BPI).
No es porque consumidores y empresas estén pidiendo menos préstamos en dólares, euros o libras, que es lo que sucedió en la prolongada recesión tras la crisis del 2008.
De hecho, hay más préstamos. Es solo que la combinación del rápido crecimiento posterior a las cuarentenas y la inflación acelerada significó que sus pasivos se redujeron en comparación con el tamaño general de la economía medida en esas mismas monedas.
Las caídas en uno o dos trimestres no afectan mucho la carga total de la deuda que se disparó antes en la pandemia, ya que los bancos centrales extendieron redes de seguridad crediticia a las empresas, mientras que los préstamos hipotecarios despegaron en medio del auge inmobiliario.
Casi todo tipo de deuda sigue siendo mayor como proporción de la economía en relación a principios del 2020, y muy superior a los patrones históricos.
La ola de préstamos corporativos de Estados Unidos, en particular, levantó banderas rojas. Si bien las empresas en general publican grandes ganancias pandémicas, las cifras agregadas no cuentan toda la historia: las empresas con problemas de endeudamiento pueden no ser las que están ganando dinero.
Las tasas de interés más altas —el próximo antídoto contra la inflación— dificultará el servicio de la deuda.
Aun así, los datos resaltan que el aumento de los precios puede tener algunos efectos secundarios beneficiosos, que es una de las razones por las que los bancos centrales pasaron la década anterior al COVID-19 tratando de generar tasas de inflación más altas, incluso si ahora están girando en la dirección opuesta, después de un pico mayor de lo esperado.
Las cifras del BPI también muestran una caída en los índices de deuda pública frente al PBI en el trimestre más reciente. Ese ha sido el tipo de endeudamiento que más ha crecido en la pandemia, al igual que desde la crisis del 2008.
La deuda pública puede ser menos preocupante, porque en el mundo desarrollado generalmente se ha demostrado que es menos explosiva que la privada.