Argentina, una potencia agrícola mundial, vuelve a inmiscuirse en los mercados de exportación a medida que la invasión rusa a Ucrania impulsa la inflación de los alimentos, lo que proporciona la excusa perfecta para reactivar las tendencias proteccionistas.
La coalición gobernante que asumió el poder en el 2019 está repleta de funcionarios que apoyan la intervención en los mercados de cultivos y de carne de vacuno para asegurar el suministro y reducir los precios para los argentinos, el 41% de los cuales vive por debajo del umbral de la pobreza.
Los agricultores molestos y un ala del Gobierno más orientada al mercado habían mantenido en gran medida las intervenciones bajo control. Pero desde que la guerra en la región del Mar Negro, principal productora de cultivos, puso en jaque a los mercados mundiales, los responsables políticos proteccionistas en Argentina han salido a la carga.
Si una década de controles bajo los Gobiernos anteriores, encabezados por la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y su difunto marido, sirve de indicador, el bloqueo de las exportaciones y la imposición de límites a los precios corren el riesgo de reducir la producción argentina de trigo, maíz y carne de vacuno y agravar las tensiones alimentarias mundiales.
Según Lucas Romero, director de la firma de investigación política Synopsis Consultores en Buenos Aires, esta Administración se ha debatido constantemente entre ser algo nuevo y más racional o ser una continuidad del período populista del 2003-2015. Pero advierte que se necesitan resultados en el frente inflacionario para sobrevivir, y ahora tiene la guerra como justificación para ser proteccionista.
Argentina es uno de los principales exportadores de carne de vacuno, pero tener costillas baratas para asar en casa también es considerado un derecho de nacimiento por los carnívoros locales, lo que hace que ese mercado sea particularmente susceptible a las intervenciones gubernamentales.
El aumento de los costos de los piensos a nivel mundial es uno de los obstáculos para mantener controlados los precios de la carne de vacuno, pero la nación sudamericana tiene otro problema: una reciente sequía en el cinturón agrícola de La Pampa, agravada posteriormente por incendios forestales en el norte, amenaza con reducir su hato de ganado y, a su vez, los suministro a los mataderos.
“Tomé esta decisión en el marco del conflicto bélico que impulsó subas a nivel global en el precio de los alimentos, situación que se suma a la crisis que atraviesa nuestra ganadería”, dijo el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, esta semana en Twitter sobre la amenaza de prohibir las exportaciones.
Sin duda, otros Gobiernos también están tratando de proteger a los electores de todo el peso de la inflación mundial. En el vecino Brasil, el presidente Jair Bolsonaro ha estado luchando contra el alza de los precios de los combustibles. Y en Europa, Serbia prohibió las exportaciones de cultivos.
Este no es un problema exclusivo de Argentina, según Sergio Berensztein, que dirige una consultora política en Buenos Aires. En su opinión, el problema es más generalizado, pero en Argentina, el Gobierno trata de ocultar los difíciles ajustes económicos detrás de un discurso nacionalista.