A medida que los trabajadores especializados de Estados Unidos gravitan hacia las ciudades más grandes, los responsables políticos en otras partes del país están tratando de frenar ese flujo ante la preocupación por una desigualdad de riqueza cada vez mayor.
Ese razonamiento es erróneo, argumentan economistas de la Universidad de Princeton y del Banco de la Reserva Federal de Richmond en un nuevo estudio.
El análisis dice que los trabajadores “cognitivos no rutinarios”, o CNR, son más productivos cuando están agrupados en el mismo lugar, generalmente en una gran metrópoli. Son “demasiado valiosos” para que estén repartidos en ciudades más pequeñas, lo que equivaldría a un “desperdicio de recursos”, escriben los autores.
Los economistas argumentan que cualquier desigualdad resultante se aborda mejor a través de los impuestos a los trabajadores de altos ingresos del centro urbano y de los subsidios a trabajadores con salarios más bajos en el exterior, esencialmente una versión del Ingreso Básico Universal para este último grupo. Los autores calculan que con una transferencia de alrededor de US$ 17,000 por trabajador altamente cualificado al año, todos salen ganando.
Polarización en el espacio
Los investigadores están abordando una pregunta cada vez más central en la política estadounidense: qué hacer con la creciente división entre ciudades más ricas y áreas no metropolitanas menos prósperas.
Ese problema ayudó a dar forma a la carrera electoral del 2016. Los 472 condados en los que ganó la candidata demócrata Hillary Clinton, por ejemplo, representaba el 64% del PBI de Estados Unidos, según un análisis de Will Wilkinson del Centro Niskanen. El presidente Donald Trump ganó 2,584 condados, lo que representa el tercio restante de la economía.
El artículo de Esteban Rossi-Hansberg, de la Universidad de Princeton, y Pierre-Daniel Sarte y Felipe Schwartzman, de la Reserva Federal de Richmond, responde a los esfuerzos del presidente del banco del distrito, Thomas Barkin, para estudiar cómo pueden prosperar las comunidades más pequeñas, no metropolitanas. Barkin visitó personalmente varias ciudades pequeñas y pueblos en el distrito, que incluye las Carolinas, Maryland, Virginia, la mayor parte de Virginia Occidental y el Distrito de Columbia.
La economía de Estados Unidos ha registrado una creciente “polarización ocupacional y de capacidad” desde la década de 1980, según el estudio.
La tendencia ha “llevado a los responsables de políticas y a los gobiernos de las ciudades a abogar por políticas orientadas a atraer a trabajadores CNR a ciudades más pequeñas para cambiar su trayectoria”, dice. “Una mejor política es reforzar las tendencias existentes y dejar que se concentren en centros cognitivos a la vez que se incentiva a los trabajadores que no pertenecen al grupo CNR a mudarse y ayudar a las ciudades más pequeñas a crecer”.
El documento no aborda una amplia serie de posibles consecuencias derivadas de tales políticas, más allá de los efectos económicos.
Estas incluyen el riesgo de una mayor segregación racial, dados los mayores logros en la educación superior de blancos frente a hispanos y negros, o una polarización política más profunda. Tampoco aborda los trastornos a las redes familiares y sociales que resultaría de alentar a los trabajadores de bajos ingresos a mudarse de las ciudades más grandes.
La Reserva Federal de Richmond no quiso comentar más allá de la investigación.
El estudio es un “experimento mental sobre la asignación óptima de trabajadores”, dijo Wilkinson, vicepresidente de análisis del Centro Niskanen. “No imagino las circunstancias políticas en las que esto se llevaría a cabo”.