El rechazo de Ucrania a recibir la visita del presidente alemán, Frank Walter Steinmeier, ha plasmado las grietas entre Berlín y Kiev, que reclama suministros militares y el embargo del gas ruso a la potencia europea y recibe como amigos a los líderes de Polonia y los países bálticos.
“Se me comunicó que mi presencia no era deseada en el país”, tuvo que admitir Steinmeier ante medios alemanes, en su visita oficial a Varsovia, tras revelar el popular diario “Bild” que el presidente Volodímir Zelenski había rechazado recibirle.
El presidente alemán desistió de un viaje que debía ser expresión de la solidaridad europea, mientras partían al encuentro con Zelenski sus homólogos de Polonia, Lituania, Letonia y Estonia -Andrzej Duda, Gitanas Nauseda, Egils Levits y Alar Karis-.
La misión se había preparado por iniciativa de Varsovia. El primer ministro polaco y el líder del gubernamental partido “Ley y Justicia” (PiS), Mateusz Morawiecki y Jaroslaw Kaczynski, habían comandado en marzo el que fue el primer viaje de líderes occidentales a Kiev desde el inicio de la invasión rusa.
Afrentas pasadas y presentes
En el trasfondo del no de Kiev a Berlín se suman cuentas pendientes del pasado y también mensajes del presente. El embajador de Ucrania en Alemania, Andrij Melnyk, aclaró que a quien se quiere ver en Kiev es al canciller Olaf Scholz, por ser éste a quien corresponden las decisiones ejecutivas tales como el embargo no solo al carbón, sino también del gas y el petróleo rusos.
El viceportavoz del Gobierno de Berlín, Wolfgang Büchner, declinó aclarar si Scholz está dispuesto o no a hacer ese viaje, tras afirmar que como jefe de Gobierno ha estado “repetidamente en contacto telefónico” con Zelenski. La última conversación entre ambos líderes fue el pasado domingo, recordó.
A Zelenski le escuchó con respeto el Parlamento alemán, en una intervención virtual el pasado marzo, recordó el portavoz. Ucrania “estuvo a punto de recibir al máximo representante institucional del país”, dijo en referencia a Steinmeier, quien “fue reelegido en febrero por un amplísimo consenso político”, añadió.
El rechazo ucraniano a la visita del presidente, cargo eminentemente representativo, se produce unos días después de que Steinmeier admitiera “errores de apreciación” en su pasada defensa del gasoducto Nord Stream, puntal de la actual dependencia energética de Alemania respecto a Rusia.
Steinmeier fue ministro de la Cancillería bajo el socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005), quien unos meses antes de dejar el poder suscribió el acuerdo para la construcción de primer gasoducto con su aliado y amigo, el presidente Vladímir Putin.
Bajo la conservadora Angela Merkel (2005-2021), el socialdemócrata Steinmeier fue ministro de Asuntos Exteriores en dos legislaturas. Compartió con Merkel la decisión de seguir adelante con el Nord Stream 2 pese a la anexión de Crimea, en el 2014, y las advertencias ucranianas contra el gasoducto.
A Steinmeier, como al conjunto del Partido Socialdemócrata (SPD) alemán, se le ha identificado desde Kiev como representante de la “cercanía” hacia Moscú.
Para la socialdemocracia alemana se ha convertido en una vergüenza tener que capear con la obstinación de Schröder de no romper con Putin -ni con sus cargos en los consejos de Nord Stream y Rosneft-. El rechazo ahora a la visita presidencial obliga a Berlín a hacer juegos malabares para evitar el término “afrenta”.
La diplomacia verde
El portavoz de Scholz defendió “el compromiso solidario” de Steinmeier con Ucrania y declinó comentar si la negativa de Zelenski era una “afrenta a toda Alemania”, como se le preguntó en una comparecencia de rutina.
“Está claro que estamos del lado de Ucrania. Apoyamos a Ucrania y su derecho a defenderse con absoluta solidaridad”, afirmó, la ministra de Asuntos Exteriores, la verde Annalena Baerbock, durante su viaje de trabajo a Mali.
La jefa de la diplomacia alemana, como el conjunto del partido ecologista, exigió repetidamente en sus tiempos en la oposición la suspensión del Nord Stream. Ya como socios de Scholz, los Verdes no han dejado de criticar la dependencia energética rusa derivada de la “cercanía con Moscú”, bajo Schröder o bajo Merkel.
También apremian a su gobierno para que acelere los suministros de armas que reclama Kiev, mientras los socialdemócratas de Scholz siguen paralizados entre problemas de licencias y otros argumentos.