La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) busca potenciar la agricultura familiar campesina e indígena en América Latina y el Caribe para enfrentar la crisis de seguridad alimentaria que vive la región.
Durante los últimos años, periodo en que múltiples crisis han sacudido a todo el globo, se han agudizado la incertidumbre y la inestabilidad en varios países de Latinoamérica, aumentando la presión sobre los sistemas agroalimentarios y profundizando la pobreza y el hambre, fenómeno que aumenta de manera sostenida desde el 2015 afectando a más de 13 millones de personas.
“Nada ha sido fácil durante los últimos años. Sabemos que la pobreza y el hambre en nuestra región, afectadas por la inflación de precios, la pandemia, la crisis climática y otras, impactan de forma negativa en las familias de bajos ingresos y agricultores”, señaló el subdirector general y representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe, Mario Lubetkin.
Incremento de la pobreza
La región latinoamericana, que cuenta con un 8.4% de la población mundial, es según datos de FAO y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) la más afectada por la pandemia de la COVID-19, pues en el 2020 la pobreza extrema alcanzó un 12.5% mientras que la pobreza en general llegó a un 33.7%, niveles no observados en décadas.
Estos índices tienen su correlato en los sistemas alimentarios. Según la FAO, el 23% de los daños y pérdidas causados por desastres naturales de mediana y alta intensidad ocurrieron en el sector agrícola que padeció el 80% de los daños y pérdidas relacionados con eventos de sequía.
Además en marzo del 2022 el precio de los alimentos alcanzó su máximo nivel desde que existen registros, configurando un escenario de crisis de seguridad alimentaria en la región.
Rol de la agricultura familiar
Ministros, autoridades, organizaciones campesinas e indígenas y representantes de 24 países América Latina se dieron cita en la sede de la FAO, en Santiago de Chile, para promover la integración e impulsar políticas diferenciadas de Estado que fortalezcan y proyecten la agricultura familiar hacia el futuro, para enfrentar la crisis climática y la inseguridad alimentaria.
“Debemos reconocer que esta reunión es una oportunidad excepcional para alcanzar acuerdos que faciliten el diálogo para el diseño de políticas diferenciadas para la agricultura familiar, subrayando su rol en la transformación de los sistemas agroalimentarios”, apuntó Lubetkin.
Por su parte, el ministro chileno de Agricultura, Esteban Valenzuela, enfatizó la necesidad de colaborar entre los Estados para impulsar la seguridad alimentaria de manera sostenible y enfrentar emergencias como la crisis hídrica.
“Necesitamos una agricultura inclusiva, verde e inteligente para nuestra soberanía alimentaria. No somos una autarquía, lo que necesitamos es intercambio y, por cierto, colaboración entre todos los países. Todo esto provee seguridad”, señaló el secretario de Estado chileno.
“Queremos recuperar nuestra producción, pero las contribuciones hechas por Canadá, Estados Unidos y Perú son importantes para el trigo, necesitamos frutas, pero si no fuera por los mangos de Bolivia o bananas de Ecuador y otros, no las tendríamos. Lo mismo con Argentina con carne y soja”, agregó.
Agricultores familiares: agentes clave
En ese marco, las autoridades regionales enfatizaron a los agricultores familiares como “agentes clave” en las estrategias de adaptación y mitigación al cambio climático, con prácticas productivas que cuidan y preservan el medioambiente.
Desde ahí, remarcaron la “necesaria conexión” entre estos productores y los mercados regionales, además de fomentar inversión en infraestructura que haga de su actividad un apuesta sostenible y cree desarrollo en los territorios.
La agricultura familiar, señala la FAO, aglutina el 81% de las explotaciones alimentarias en América Latina con 17 millones de productores, pero su acceso a tierras es desigual. El 1% de lo más grandes productores concentra la mitad de las tierras.
(Con información de EFE)