El exministro y exjuez brasileño Sergio Moro afirmó que “los intentos de acabar con la Lava Jato representan la vuelta de la corrupción”, en referencia a supuestas maniobras del Gobierno de Jair Bolsonaro contra esa operación.
“Es el triunfo de la vieja política y de esquemas que destruyen a Brasil y debilitan la economía y la democracia. Es una película ya conocida. ¿Será que vale la pena transformarse en una criatura del pantano por el poder?”, escribió en Twitter el exjuez, que renunció el pasado abril al Ministerio de Justicia enemistado con Bolsonaro.
Esa publicación de Moro sigue a una frase pronunciada este mismo miércoles por el mandatario, quien en un acto público afirmó: “Acabé con la Lava Jato porque no hay más corrupción en el Gobierno”.
La declaración del presidente sorprendió a quienes defienden la continuación de esa vasta operación anticorrupción, que desde el 2014 ha desvelado numerosas redes de desvío de dinero público tanto en la petrolera Petrobras como en otras empresas estatales y llevó a la cárcel a decenas de grandes empresarios y políticos.
Moro, como magistrado de primera instancia, estuvo a cargo de los procesos de la Lava Jato, que en los últimos meses ha sido objeto de presiones que llegan tanto desde sectores afines al Gobierno como de la propia Fiscalía General, cuyo titular, Augusto Aras, fue nombrado por Bolsonaro.
Aras ha declarado públicamente que es necesario “acabar con el fundamentalismo punitivo” de la Lava Jato, que tras haberse centrado en políticos de izquierda, como el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, ahora le apunta a partidos del centro y la derecha, en los que ahora está la base política de Bolsonaro.
Las dudas en relación a la actitud del Gobierno frente a la Lava Jato aumentaron en los últimos días, cuando Bolsonaro nombró a un juez considerado garantista y crítico de los supuestos “excesos” de esa operación para cubrir una vacante abierta en la Corte Suprema por la jubilación de uno de los once magistrados del tribunal.
Pese a que durante años Bolsonaro fue un férreo defensor de la Lava Jato, escogió para cubrir esa plaza al juez Kassio Marques, que en medios jurídicos es conocido por sus coincidencias con el fiscal Aras en relación a esa operación, que ayudó a destapar corruptelas en una decena de países de América Latina y África.
A eso se une la manifiesta enemistad entre Bolsonaro y Moro, un símbolo de la Lava Jato y quien, al dejar el Ministerio de Justicia, acusó al mandatario de interferir ilegalmente en la Policía Federal.
Esa denuncia llevó a la Fiscalía General a pedir al Supremo la apertura de una investigación sobre la actuación del mandatario, que está en curso y cuyo instructor era el magistrado Celso de Mello, que se jubila a los 75 años y será sustituido por el juez Marques, en caso de que el Senado apruebe su nombramiento.