Es probable que a los bancos centrales les resulte mucho más complicado lograr que los consumidores usen su dinero digital que emitirlo, según investigadores del Banco Central Europeo.
Si bien las discusiones en curso entre encargados de política monetaria y académicos a menudo no abordan la adopción de monedas digitales, o bien, asumen que es “un hecho”, la adopción más amplia podría obligar a los bancos centrales a sopesar compensaciones difíciles, dijeron Alejandro Zamora-Pérez, Eliana Coschignano y Lorena Barreiro, autores de la publicación del BCE.
Los experimentos anteriores y en curso en países como Ecuador, con monedas digitales emitidas por el banco central, son limitados y brindan poca información, pero revelan que no siempre ha sido fácil convencer a los consumidores o comerciantes para que los usen, dice la publicación.
Los bancos centrales mundiales, incluido el BCE, todavía están explorando los beneficios y los inconvenientes de emitir dinero digital. La institución indicó que podría lanzar un euro digital a mediados de esta década e incluso está analizando si debería otorgarle el estatus de moneda de curso legal.
“Los bancos centrales pueden encontrarse frente a un dilema al tratar de equilibrar” ciertos objetivos de política, una adopción más amplia y posibles efectos económicos adversos, según el documento.
Por ejemplo, si bien replicar ciertas características del efectivo tradicional, como su función de depósito de valor muy codiciada, podría hacer que una moneda digital sea atractiva para los usuarios y podría posiblemente ampliar su función en las transacciones minoristas, los bancos centrales podrían querer evitar competir con los bancos comerciales por los depósitos.
“Decidir entre estas dos opciones puede depender de la jerarquía de los objetivos de política deseados del banco central”, dijeron los investigadores, como sopesar las mejoras en los mercados de pagos minoristas frente a las preocupaciones sobre la estabilidad financiera.