El patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR), Kiril, es un pilar clave y defensor a ultranza del sistema creado por el presidente ruso, Vladímir Putin, y ahora candidato a las sanciones de la Unión Europea (UE) por su apoyo a la invasión rusa a Ucrania.
“No queremos combatir con nadie, Rusia nunca ha atacado a nadie. Maravilla que un poderoso y gran país no haya atacado a nadie, solo ha defendido sus fronteras”, ha dicho el jerarca ortodoxo en plena marcha de la invasión militar rusa en el territorio ucraniano.
Kiril, cuyo padre supuestamente bautizó al de Putin, tiene todas las papeletas para convertirse en el primer cabeza de una Iglesia con decenas de millones de feligreses sometido a sanciones internacionales.
“El Patriarca tomó personalmente la decisión de ser uno de los ideólogos del sistema político creado por Putin”, dijo el teólogo Serguéi Chapnin, que trabajó durante quince años para el Patriarcado de Moscú.
En su opinión, Kiril se ha convertido en uno de sus principales aliados del jefe del Kremlin “hasta el punto de justificar la guerra en Ucrania”.
“Quisiera recordar a los autores de las iniciativas sancionadoras que el patriarca de Moscú y toda Rusia Kiril proviene de una familia que durante decenios fue perseguida por su fe durante la beligerante herejía comunista”, afirmó Vladímir Legoida, uno de los portavoces de la IOR, en su canal de Telegram.
Agregó que “hay que desconocer totalmente la historia de la Iglesia ortodoxa para intentar intimidar a su clero y sus creyentes con la inclusión en ciertas listas”.
Nacido el 26 de diciembre de 1946 con el nombre secular de Vladímir Gundiáyev, Kiril fue entronizado en el 2009.
Su trayectoria no ha estado exenta de escándalos: en 1997, cuando a la sazón era metropolita de Smolensk y Kaliningrado, el periódico Moskovski Komsomoletsk publicó un artículo sobre la licencia concedida a la IOR para importar libre de impuestos tabaco y alcohol, en el que se llamaba a Kiril el “metropolita del tabaco”.
El futuro patriarca no se querelló ni contra el diario ni contra el periodista para evitar, según afirmó el metropolita Iliarión, entonces obispo de Viena y Austria, un escándalo que dañaría aún más a la Iglesia.
La importación libre de impuestos de tabaco y alcohol fue un privilegio que concedió a la IOR el gobierno del primer presidente la Rusia post soviética, Boris Yeltsin, para compensarle las pérdidas que sufrió durante el período comunista, del que finalmente se beneficiaron numerosos intermediarios.
Un regalo, un reloj de pulsera que había recibido hacía unos años, volvió a situar a Kiril en el 2009 en el foco de la prensa por motivos ajenos a los religiosos.
Durante una visita pastoral a Ucrania la prensa local reveló que se trataba de un Breguet que cuesta la friolera de US$ 30,000.
Kiril, quien hizo votos de pobreza cuando tomó los hábitos de monje, insistió en que la fotografía publicada por la prensa ucraniana fue un montaje y que con su indumentaria no puede usar reloj de pulsera durante los servicios religiosos.
Pero la misma imagen, con el reloj de marras, fue publicada en la página web oficial del Patriarcado de Moscú. Nada más difundirse la fotografía, ésta fue retirada por los administradores de la página.
La polémica quizás no hubiera ido más allá si no hubiera sido porque volvieron a publicar la imagen, en esta ocasión retocada: sin el reloj, pero se observaba claramente su reflejo en el barniz de la mesa donde el patriarca apoyaba su brazo.
El año pasado, Putin, que se confiesa creyente ortodoxo, impuso a Kiril la orden de San Andrés, la mayor distinción del país.
“Somos conscientes de que vivimos en un país feliz. Hoy Rusia avanza por su senda histórica con una gran reserva de solidez”, dijo el cabeza de la IOR al agradecer la distinción.
Kiril nunca ha escatimado elogios para Putin: en el 2012 calificó la elección de Putin como un “milagro de Dios” y al propio mandatario como “el único defensor del cristianismo en el mundo”.