Sierra, radicado en Estados Unidos desde hace años, entrevistó a más de 30 personas o familiares de personas que estuvieron entre 1965 y 1968 en las UMAP. (Foto: EFE)
Sierra, radicado en Estados Unidos desde hace años, entrevistó a más de 30 personas o familiares de personas que estuvieron entre 1965 y 1968 en las UMAP. (Foto: EFE)

Los campos de trabajo forzado en los que, como en el gulag soviético, fueron confinados en la de los años sesenta disidentes, religiosos, homosexuales y artistas, dejaron “mucho dolor y trauma” aun no curados, afirma el historiador cubano Abel Sierra Madero, que acaba de publicar un ensayo sobre ese tema con el título “El cuerpo nunca olvida”.

Subtitulado “Trabajo forzado, hombre nuevo y memoria en Cuba (1959-1980)”, el libro reúne, por primera vez, memorabilia, fotos personales, fuentes testimoniales y literatura de ficción sobre las llamadas oficialmente Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), “porque hay que decir que manejo la ficción como verdad”, dice Sierra.

Especializado en estudios de sexualidad, campos de concentración, Guerra Fría, memoria y trauma, Sierra, radicado en Estados Unidos desde hace años, entrevistó a más de 30 personas o familiares de personas que estuvieron entre 1965 y 1968 en las UMAP. Las entrevistas se realizaron entre Cuba, Miami, Nueva Jersey y Nueva York.

Camagüey, la plantación del socialismo en el Caribe

Según afirma Sierra (1976) en la introducción del libro, “las UMAP formaron parte de un sistema económico más complejo dentro de un proyecto amplio de ingeniería social”.

Para tal propósito se crearon decenas de campamentos de trabajo forzado en la llanura de Camagüey, la provincia cubana donde mejor se cultivaba la caña de azúcar, y por ellos pasaron unas 30,000 personas entre 1965 y 1968, de acuerdo con datos del autor.

“Las UMAP tenían un doble sentido: reeducativo, político e ideológico, y también otro económico”, comenta.

“Fueron enclaves de la plantación. En el libro lo denomino ‘el desarrollo de la plantación socialista’ puesta en función de un mercado colonial que era el de la Unión Soviética y Europa del Este”, dice.

“La implementación de estos campos le permitía al Estado apropiarse de gran parte de las fuerzas de trabajo sin tener que compensarlas económicamente”, acota.

“Hay mucho dolor y trauma todavía. Una parte interesante en este libro es el tema del silencio; se ve cómo los silencios hablan. Me interesaba llevar al testigo a ese lugar de remembranza y de denuncia, detalla Sierra.

En su volumen se muestra “cómo la noción del ‘hombre nuevo’, que fue el término fundamental para establecer la estructura y arquitectura ideológica revolucionaria, sirvió también para instrumentar campos de trabajo forzado, para gestionar el poder y crear mecanismos de control”.

Recuperar “los escombros”, algo que prefiere llamar, en inglés, “el debris”, procesar la información y escribir un ensayo de 528 páginas le tomó cerca de una década, confiesa poco antes de presentar su libro el sábado pasado en el Museo Americano de la Diáspora Cubana, en Miami.

Alambradas

La portada es una imagen del fotorreportero canadiense Paul Kidd tomada en la entrada de uno de los campos en 1966. En ella se observa a un militar armado junto a una cerca de 21 pelos de alambre de púas.

Sierra comenta que la foto es producto de la osadía de Kidd, que se apareció allí solo y sin avisar.

A estos gulag caribeños fueron llevados centenares de homosexuales para ser “curados” según el concepto de la revolución cubana que veía a la nación como un cuerpo enfermo y al Estado como una instancia médica, señaló en una presentación en Facebook la editorial Reialta, a cargo del libro.

Benjamín de la Torre, “un muchacho que se movía en los círculos del arte, se suicidó después de esa experiencia”, puntualiza Sierra.

El cantautor Pablo Milanés ingresó en las UMAP con 23 años, pero según Sierra su estancia allí “fue un secreto a voces hasta que consideró que era importante para su carrera descongelar este tema”.

Sobre la experiencia, Milanés escribió la canción “14 pelos y un día”, en la que invoca las alambradas, que de 21 pelos se redujeron a 14 cuando las críticas internacionales comenzaban a aflorar, según recoge el diario independiente 14 y Medio.

Sierra no logró entrevistar a Milanés luego de dos intentos. “Estaba tan traumado que estando ya todo listo para la entrevista cancelaba a última hora”, dice.

Construcción y destrucción del archivo

Las pocas fuentes disponibles, más allá de las hemerotecas oficiales que “cuentan una historia diferente de las UMAP”, eran textos escritos por religiosos “desde una narrativa del perdón”.

“Entonces me di cuenta de que había que desarrollar una investigación profunda que recogiera el antes y el después de los campos, el adentro y el afuera”, explica el autor, que incluyó un “bonus track” al tocar en su ensayo el éxodo del Mariel (1980).

“Un archivo se crea para poder ser destruido, y esa es la lógica en la que ha operado el régimen cubano: crear una mística en torno al archivo, crear un morbo sobre la existencia o desaparición para hacer creer una imposibilidad de reconstrucción”.

“Se ha demostrado cómo se puede reconstruir una historia sin archivo, y eso es lo que he hecho, una historia de las UMAP sin archivo oficial. He creado uno propio”, asegura este profesor de la Universidad Internacional de Florida (FIU).