Una breve frase del líder de la bancada republicana en el Senado volvió a colocar a la Corte Suprema de Estados Unidos en el centro de la disputa política, en momentos en que aumentan las presiones entre los demócratas para que renuncie Stephen Breyer, su miembro más antiguo, para reemplazarlo por uno más joven.
Fiel a su reputación de astuto estratega, Mitch McConnell admitió esta semana que si los republicanos recuperan el control del Senado en las elecciones del 2022, bloquearán a cualquier candidato que proponga el presidente Joe Biden para una eventual vacante que se produzca en el máximo tribunal de nueve magistrados.
“Ningún partido mayoritario distinto al del presidente confirmaría a un juez para el Tribunal Supremo en plena elección”, es decir en el 2024, justificó en una entrevista radial. ¿Y en el 2023? “Habría que esperar y ver”, agregó.
La posición de los magistrados de la alta corte es ambigua: son nombrados de por vida, lo que garantiza su independencia; pero son elegidos por el presidente y confirmados por el Senado, lo cual les adhiere para siempre etiquetas políticas.
Además, dirimen en última instancia los temas en los que los congresistas no pueden ponerse de acuerdo: fueron ellos quienes impusieron el fin de la segregación en las escuelas, reconocieron el derecho de las mujeres a abortar y de los homosexuales a casarse, entre otros sensibles asuntos.
En un Estados Unidos cada vez más dividido, su designación ha provocado varias agrias crisis políticas.
En el 2016, la mayoría republicana en el Senado se negó durante nueve meses a confirmar a un juez elegido por Barack Obama para ocupar un puesto abierto por la muerte del juez Antonin Scalia, lo que permitió a Donald Trump dejar su impronta en la Corte eligiendo al sustituto tras arribar a la Casa Blanca.
Una renuncia en el 2018 le permitió nombrar a un segundo magistrado en medio de un clima ya muy crispado. Y cuando falleció la emblemática jueza progresista Ruth Bader Ginsburg, a menos de dos meses de las elecciones del 2020, los republicanos confirmaron sin perder un minuto a la jueza Amy Coney Barrett, con la que simpatiza la derecha religiosa.
“Políticos con toga”
En un intento por reducir la influencia de los conservadores, que ahora son seis de los nueve jueces, algunas voces de la izquierda han pedido que se agreguen nuevos escaños en la Corte.
Biden, que hasta ahora se había mostrado contrario a esta idea poco consensuada, pidió a una comisión de expertos que la examine. Sus conclusiones se darán a conocer en el otoño boreal.
Entretanto, para salvar al menos los tres escaños progresistas, algunos están pidiendo al decano de la Corte, Stephen Breyer, de 82 años, que se retire mientras los demócratas tienen el control del Senado.
“El juez Breyer, por quien tengo el mayor respeto, debería dimitir al final de este período de sesiones”, dijo en abril el representante demócrata Mondaire Jones. “¡Es necesario, sí y sí!”, insistió este lunes.
Consultada sobre esto, la estrella de la izquierda demócrata Alexandria Ocasio-Cortez dijo este fin de semana “inclinarse por” una salida del juez.
Breyer, nombrado para el Tribunal Supremo en 1994 por Bill Clinton y considerado como progresista, no reaccionó a estos comentarios. Exasesor jurídico del Senado, conoce a fondo los entresijos del poder, pero también está muy determinado a dar una imagen imparcial de la Corte.
En abril, en Harvard, recordó que la confianza en el estado de derecho se vería afectada si “la ciudadanía sintiera que los jueces son políticos con toga”.
“Existe una gran posibilidad de que campañas abiertamente políticas como la de ‘Breyer, renuncia’ resulten contraproducentes y alentarlo a permanecer en el cargo”, señala Christine Kexel Chabot, académica en Chicago y autora de un libro sobre los cambios de jueces del alto tribunal.
Pero las peleas del 2016 y 2020 “podrían ilustrar cómo una decisión de permanecer en la Corte podría crear un enredo político diferente”.
Las muertes “inoportunas” de Scalia y Ginsburg “pusieron a la Corte en el medio de una atención política indeseable, además de dejarla corta de personal”.
Sin embargo, “no está claro si esas preocupaciones motivarán a Breyer”, agrega.
Para no ponerlo en conflicto, los legisladores demócratas se abstienen, en su mayor parte, de hacer comentarios. Mientras, planifican el resto.
El lunes, confirmaron a la jueza afroestadounidense Ketanji Brown Jackson en la Corte Federal de Apelaciones en Washington, tradicionalmente un trampolín para la Corte Suprema. Biden prometió que, si tienen la oportunidad, nombrará a una mujer negra para el alto tribunal.