Cientos de partidarios de Donald Trump asaltaron el Capitolio el 6 de enero del 2021 encolerizados por la afirmación, tan repetida como infundada, de que el republicano perdió las elecciones presidenciales del 2020 por un fraude masivo.
Un año después, esta mentira continúa propagándose. Trump, entonces uno de los usuarios con mayor repercusión en Twitter, había cultivado durante meses -y mucho antes de las presidenciales- entre sus decenas de millones de seguidores la idea de que los demócratas iban a amañar las elecciones.
El 6 de enero, justo antes del asalto mortal, denunció de nuevo el supuesto fraude electoral en un mitin frente a la Casa Blanca.
Twitter y Facebook suspendieron sus cuentas después del asalto, y sus denuncias han sido rechazadas desde entonces por funcionarios electorales -incluidos republicanos- y por decenas de tribunales.
Pero los sondeos de opinión muestran que muchos estadounidenses siguen creyendo en la “gran mentira” que el multimillonario republicano ha machacado repetidamente, con consecuencias que se extienden más allá del 6 de enero del 2021.
“Estas reiteradas acusaciones amenazan la integridad y la confianza en nuestro sistema democrático”, advierte Nina Jankowicz, investigadora del think tank Wilson Center.
“Nacido en las redes sociales”
Las informaciones falsas sobre las elecciones no son nuevas. Trump ya hizo uso de ellas en el 2016, antes de derrotar a Hillary Clinton. Pero las redes sociales, que se aprovechan de la polarización de la sociedad, facilitan su propagación y permiten que quienes creen en ellas se organicen para llevar a cabo actos violentos.
“El atentado del 6 de enero nació en las redes sociales”, explica Emerson Brooking, investigador del Digital Forensic Research Lab, un centro de investigación con sede en Washington especializado en el análisis de la desinformación.
El movimiento “Stop the Steal” encerró a millones de personas en una realidad alternativa. Primero creó un engaño masivo, de ahí se pasó a la histeria y luego a la violencia colectiva con la toma del Congreso.
Este movimiento, continúa, “se convirtió en lo más importante del mundo para decenas de miles de estadounidenses”.
Las plataformas de redes sociales reprimieron a quienes difundían información falsa y teorías conspirativas. Facebook eliminó contenidos con las palabras “Stop the Steal”, y Twitter suspendió decenas de miles de cuentas vinculadas a QAnon, teoría conspirativa de la extrema derecha de Estados Unidos cuyos adeptos jugaron un papel importante en el asalto al Capitolio.
Las redes sociales “han sido en general eficaces a la hora de prohibir las mentiras relacionadas con las elecciones”, dijo Brooking.
Pero los que creen que las elecciones fueron robadas siguen activos en ambas redes, y “la negación de las elecciones se hace más en lenguaje codificado y en comunidades cerradas”, continúa.
Una vez excluido de Twitter y Facebook, Trump mantiene su presencia en Internet a través de una lista de correo electrónico que tiene muchos sunoscriptores y sigue argumentando en comunicados de prensa que las elecciones fueron “amañadas”.
“Estrategia ganadora”
Pero el expresidente no está solo. Cuenta con la ayuda de destacados seguidores que transmiten su palabra.
“Trump consigue que la gente hable de él, no en Twitter o Facebook sino a través de varias personalidades de los medios de comunicación de derechas, como Dan Bongino (presentador del canal conservador Fox News), Bill O’Reilly (presentador de un podcast conservador) y Candace Owens (que presenta un programa de entrevistas en la web conservadora The Daily Wire)”, explica Yunkang Yang, investigador de la Universidad George Washington.
Y la desconfianza en los grandes medios hace que quienes creen que las elecciones fueron robadas no den crédito a los periodistas que demuestran que no lo fueron.
“A pesar de que la mayoría de los medios de comunicación dominantes dedicaron mucho tiempo a demostrar que las acusaciones de fraude electoral eran falsas, su mensaje no llega a los votantes republicanos con la misma fuerza que antes”, añade Yang.
“Muchos medios de comunicación de derechas han alimentado las dudas sobre las elecciones del 2020, y algunos afirman directamente que fueron robadas”, proporcionando “un espacio alternativo para los votantes republicanos que han abandonado los medios convencionales”, afirma.
Los que creen en las acusaciones de fraude pueden reforzar sus opiniones en sitios independientes y redes sociales que prosperan en el polarizado panorama político estadounidense.
Ante las elecciones de mitad de mandato de este año y las presidenciales del 2024, a las que posiblemente se presente Trump, no hay signos de mejora.
“La desinformación y el negacionismo electoral del 2020 casi consiguen anular unas elecciones democráticas”, recuerda Emerson Brooking. “No hay razón para cambiar una estrategia ganadora”.