Cuando Joe Biden confió a la vicepresidenta Kamala Harris en marzo la tarea de liderar los esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos para reducir la inmigración procedente de México y el “Triángulo Norte”, los expertos describieron el trabajo como “peligroso” y una “granada política”.
Lo ocurrido en las semanas posteriores ha demostrado lo desafiante del trabajo, mientras el gobierno demócrata trata de desactivar una crisis en la frontera que los republicanos han utilizado para criticar con dureza a Biden.
Harris ha presionado a los países centroamericanos para que aumenten las tropas en sus fronteras y ha dicho que planea visitar Guatemala y México.
En una reunión con asesores la semana pasada que se centró en gran medida en los esfuerzos contra la corrupción, Harris habló de abordar con diplomacia las causas fundamentales de la migración que han asolado la región por décadas: la violencia de las bandas criminales, los cárteles del narcotráfico, los huracanes, las inundaciones y los terremotos.
Pero ya han surgido temas espinosos con los líderes de Guatemala, Honduras y El Salvador, y los niños no acompañados siguen apareciendo en la frontera de Estados Unidos con México.
Para tener éxito en su tarea, Harris necesita equilibrar prioridades opuestas, dijeron expertos y asesores.
Entre ellas, mantener distancia política con los líderes centroamericanos y, al mismo tiempo, transmitir que Estados Unidos quiere cooperar, así como presentar estrategias a largo plazo para solucionar las razones subyacentes por las que la gente huye de esos países y lograr pequeñas victorias que puedan resultar en un éxito inmediato.
Harris todavía está calibrando el tono adecuado, dijo Andrew Selee, presidente del Instituto de Política Migratoria, que recientemente participó en una reunión convocada por la vicepresidenta sobre los problemas de la región.
“La cuestión del tono se refiere a cómo reconocer la necesidad de trabajar con la gente de la región y, al mismo tiempo, llamar la atención sobre algunos de los déficits reales de gobernanza en estos países”, dijo Selee.
Harris está trabajando con miembros del gabinete de Biden y con el enviado especial de Estados Unidos al Triángulo Norte, Ricardo Zúñiga, y tiene almuerzos semanales con el secretario de Estado Antony Blinken, dijo un funcionario de alto rango de la Casa Blanca.
Además, el equipo de inmigración de la Casa Blanca ha mostrado signos de tensión. Roberta Jacobson, la encargada de lidiar con los temas fronterizos, dejará su cargo a fines de mes, dijo la Casa Blanca inesperadamente el 9 de abril.
También están aumentando las tensiones entre el Departamento de Salud y Servicios Humanos y la Casa Blanca por la sobrecarga de los albergues en la frontera.
Harris también ha comenzado a trabajar con el sector privado para ampliar las oportunidades de inversión en el Triángulo Norte y con organizaciones internacionales para fortalecer a esas economías, al tiempo que supervisa el uso y el flujo de la ayuda y trata de aumentar las vías para que los solicitantes de asilo presenten su solicitud desde su país, dijo el funcionario.
Desafío diplomático
En lo que algunos expertos estadounidenses calificaron como un claro desafío para el gobierno de Biden, los legisladores guatemaltecos se negaron el lunes a tomar juramento a la presidenta de la Corte de Constitucionalidad, Gloria Porras, que Washington considera clave en la lucha contra la corrupción en ese país.
Harris habló el 30 de marzo con el presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei, cuando le preguntó sobre la posibilidad de comprar vacunas para el COVID-19, dijeron funcionarios a Reuters, una pregunta que no se incluyó en el reporte de Washington de la conversación.
El 5 de abril, Guatemala dijo que estaba comprando 16 millones de vacunas rusas Sputnik V para inocular a cerca de la mitad de la población del país.
Llevar las vacunas a esos países es una forma inmediata de mostrar que Estados Unidos se preocupa, dijo Selee, y añadió que es una prioridad “porque es clave para reactivar la vida económica”.
Un funcionario en Washington dijo que no es políticamente defendible asegurar el suministro de vacunas a otros países antes de inocular a todos los estadounidenses. Una portavoz de Harris declinó hacer comentarios sobre el tema.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que obtuvo una victoria aplastante en el 2019 con la promesa de erradicar la corrupción pero que ha enfrentado críticas de grupos de derechos por lo que consideran inclinaciones autocráticas, criticó la estrategia de Estados Unidos tras el anuncio del nuevo papel de Harris.
En marzo, un tribunal estadounidense condenó al hermano del presidente hondureño Juan Orlando Hernández a cadena perpetua por narcotráfico. También hay un proyecto de ley en el Senado que propone sanciones al mandatario por corrupción.
Harris “debe mantener distancia con el gobierno hondureño en este momento”, dijo Lisa Haugaard, codirectora del Grupo de Trabajo sobre América Latina, que asistió a la reunión de la semana pasada con Harris. Harris aún no ha hablado con Bukele ni con Hernández.