Cincuenta años después de que cientos de miles de personas se reunieron pacíficamente para un fin de semana de música, drogas y amor libre, repetir Woodstock parece imposible en un Estados Unidos atormentado por el miedo a los atentados y los tiroteos en masa.
Los organizadores del legendario festival de agosto de 1969 planeaban un “remake” para celebrar los 50 años. Pero sus esfuerzos se desvanecieron en la era de los detectores de metales, los perros antiexplosivos, la revisión sistemática de bolsos y el temor a que alguien empiece a disparar...
“El escenario es muy, muy distinto a como era hace 50 años”, dice Stuart Cameron, jefe policial del condado de Suffolk, al este de Nueva York, y especialista en seguridad en festivales. Un evento similar al Woodstock original “no es algo que permitiríamos”, dijo a AFP. “Nos preocupan los riesgos a la seguridad”.
Los reportes de la época son contradictorios, pero en los tres días que duró el festival al menos dos personas habrían muerto: una atropellada por un tractor de limpieza y otra por una sobredosis. La seguridad en el festival de cuatro días que se llevó a cabo en una granja al norte de Nueva York fue más bien pintoresca en comparación con los estándares actuales. Los organizadores llevaron a miembros de The Hog Farm, considerada ahora la comunidad hippie más antigua de Estados Unidos. El grupo servía comida y ayudaba a los asistentes del festival que tuvieron malas experiencias con LSD, mientras que los miembros de la “Please force” pedían educadamente a los juerguistas que mantuvieran la calma. Cuando se acabó la comida, vecinos benévolos comenzaron a donar provisiones.
Remake
Para conmemorar el aniversario número 50 del festival de 1969, Michael Lang, uno de sus organizadores, quería organizar una fiesta para todas las edades, con unas 80 actuaciones que iban desde algunos de sus participantes originales como Santana hasta el rapero Jay-Z. Pero las cosas no podían hacerse como en los viejos tiempos: encontrar un granjero dispuesto a recibirlos cuando su sitio original fracasó, levantar una cerca y esperar lo mejor.
El sueño de Woodstock 50 se transformó en una pesadilla y finalmente fracasó, ya que a los organizadores de este año se les negó un permiso tras otro por cuestiones de atención médica, suministro adecuado de agua, comida y seguridad. “Todos somos muy conscientes de la seguridad en estos tiempos. Mucho más conscientes de la salud”, dijo Cameron. “La gente asume que si compra alimentos en un evento es seguro comerlos, que si se lesiona habrá una ambulancia”. “En ese entonces, no sé si eso se asumía necesariamente”.
Sociedad distinta
Más allá de los problemas de salud, el exponencial aumento de asesinatos en masa en los últimos años, incluso en conciertos al aire libre y en interiores, redujo la posibilidad de que ocurra otra reunión masiva como Woodstock, y de que el público quiera asistir a un evento así. Tras Woodstock el mismo año, el festival de Altamont en California terminó en tragedia, con la muerte de cuatro personas, incluida una asesinada por miembros de la pandilla de motociclistas Hells Angels, que había sido contratada para encargarse de la seguridad del evento.
Un festival de conmemoración de Woodstock en 1999 se vio empañado por informes de violencia, saqueos, incendios y violaciones. La sala de conciertos Bataclan, en París, fue el escenario de una masacre en 2015 durante un ataque terrorista coordinado en la capital francesa. En 2017, un hombre armado disparó hacia un concierto en Las Vegas, matando a decenas de asistentes. El mismo año, una presentación de la cantante Ariana Grande en Manchester terminó en una tragedia después de un atentado suicida. “No sé si las personas querrían asistir a un evento que no tiene la seguridad adecuada en estos tiempos”, estimó Cameron.
El circuito de festivales de música se ha ampliado en las últimas décadas: Coachella, Glastonbury y Lollapalooza son algunos ejemplos. Pero son caros, regulados y fortalecidos con puertas de seguridad, sensores y guardias. Joseph Giacalone, sargento retirado de la policía de Nueva York, trabajó durante décadas diseñando planes de seguridad detallados para eventos como la fiesta de fin de año en Times Square.
A lo largo de los años, “todas las dinámicas han cambiado en la aplicación de la ley y en cómo se hace para vigilar este tipo de eventos”, dice. “Lo importante solía ser el contrabando de drogas y alcohol, pero ahora son personas que traen armas de destrucción masiva y matan a todos”. “No es que no hayamos tenido tiroteos masivos antes, pero fueron pocos y lejanos entre sí”, agregó Giacalone, evocando la masacre de 1966 en Austin, Texas, que se mantuvo como la peor matanza en Estados Unidos durante 18 años. “La estructura de la sociedad ha cambiado en los últimos 20 o 30 años”, sostuvo, explicando que el festival de Woodstocksimplemente no podría volver a ocurrir en virtud de esos cambios. “Nunca será la misma experiencia para las personas que recuerdan los años sesenta”.