Estados Unidos no puede aceptar que “la violencia política se convierta en la norma” es la advertencia que el presidente del país, Joe Biden, lanzará este jueves a sus compatriotas, un año después de que cientos de partidarios del exmandatario Donald Trump asaltaran el Capitolio.
“Tenemos que decidir hoy qué nación vamos a ser. ¿Vamos a ser una nación que acepte la violencia política como norma? ¿Vamos a ser una nación que permita a funcionarios partidistas anular la voluntad legalmente expresada por el pueblo? ¿Vamos a ser una nación que no vive a la luz de la verdad, sino a la sombra de la mentira?”, se preguntará Biden, según un extracto del discurso que el presidente estadounidense pronunciará para conmemorar los acontecimientos del 6 de enero del 2021.
“No podemos permitirnos el lujo de convertirnos en ese tipo de nación”, dirá en este discurso en el primer aniversario de la toma violenta del Congreso por parte de seguidores de Trump con el fin de impedir la certificación de la victoria electoral de Biden.
El demócrata de 79 años hablará a las 14H00 GMT en la imponente “Sala de las Estatuas” del Capitolio, sede del Congreso de Estados Unidos, en compañía de la vicepresidenta, Kamala Harris.
Hace un año, en este mismo lugar, desfilaron los partidarios de Donald Trump, dejando estupefactos a Estados Unidos y al mundo. Una turba tomaba por asalto el venerable edificio en un intento por impedir que los congresistas certificaran la victoria de Biden en las elecciones.
El mandatario ha optado durante mucho tiempo por despreciar a su predecesor, negándose, por ejemplo, a nombrarlo en público. Pero esta vez, el presidente estadounidense ha decidido cambiar de estrategia y hablará públicamente de la “responsabilidad particular” de Trump en este episodio de violencia, según ha hecho saber ya la Casa Blanca.
Biden “ve el 6 de enero como una trágica culminación de lo que cuatro años de la presidencia de Trump le han hecho a este país”, afirmó su portavoz, Jen Psaki, rompiendo con la línea hasta ahora más cautelosa de la Casa Blanca, que incluso evita mencionar al expresidente por su nombre.
Los republicanos parecen privilegiar, por su parte, un perfil bajo. El jefe de los conservadores en el Senado, Mitch McConnell, acudirá a un funeral en el sur del país, lejos de las conmemoraciones en Washington.
El propio Trump anuló una rueda de prensa prevista desde su mansión de Florida.
El expresidente republicano, que no suele recular, ha estimado quizá que hablar en este día sería una provocación excesiva. O tal vez cambió de parecer porque una investigación parlamentaria sobre los instigadores de la violencia en el Capitolio se acerca cada día más a él, dejándole contra las cuerdas.
“La nación se tambalea”
Pero no por ello moderó su discurso. El martes tachó de “crimen del siglo” el fraude que, según afirma sin prueba alguna, empañó las elecciones presidenciales deL 2020.
Y esta teoría va ganando terreno, bastante más allá de la muchedumbre enfurecida del 6 de enero deL 2021.
Una encuesta del sitio de información Axios estima que solo el 55% de los estadounidenses están convencidos de que el demócrata Biden, que derrotó a Trump por siete millones de votos, fue elegido según las reglas.
“Nuestra gran nación se tambalea al borde de un abismo cada vez más grande. Sin una acción inmediata, realmente corremos el riesgo de una guerra civil y la pérdida de nuestra querida democracia”, advirtió en el diario The New York Times el expresidente Jimmy Carter, quien se ha convertido para muchos estadounidenses en una autoridad moral.
A esta nación profundamente dividida, Biden quiere proponer una ruta para fortalecer la democracia estadounidense.
El presidente intenta adoptar proyectos de ley sobre el acceso de las minorías al derecho al voto.
Biden viajará el martes al estado de Georgia (sur), emblemático de las batallas pasadas y presentes por los derechos civiles, para denunciar “los intentos perversos de despojar a los ciudadanos honestos de sus libertades fundamentales”, informó la Casa Blanca.
Pero frente a los estados conservadores del sur que multiplican las leyes que complican el acceso a las urnas a afroamericanos y latinos, el margen de maniobra de Joe Biden es limitado.
Los demócratas no solo controlan el Congreso por escaso margen, sino que la popularidad del presidente se ha desgastado después de casi un año en la Casa Blanca.
Un desgaste que se debe a una acumulación de factores: el hartazgo ante una nueva ola de la pandemia de COVID-19, la persistente inflación y el recuerdo de una retirada caótica de Afganistán.
Según el sitio FiveThirtyEight, poco más del 43% de los estadounidenses confían en él para dirigir la primera potencia mundial.