Los fabricantes de vacunas contra el COVID-19 dicen que ahora están produciendo 1,500 millones de dosis al mes y que, para fin de año, habrán elaborado 12,000 millones de dosis.
En teoría, eso sería suficiente para cumplir con el objetivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de vacunar al 70% de la población mundial. El desafío es garantizar que esas vacunas lleguen a donde se necesitan. La mayoría de las dosis que salen de las líneas de producción parecen dirigirse a países ricos que pronto tendrán más que suficiente.
Para fin de año, Estados Unidos, el Reino Unido, Unión Europea, Canadá y Japón podrían contar con más de 600 millones de dosis excedentes, más de lo que ya prometieron donar, incluso después de ofrecer vacunas de refuerzo. Para entonces, es posible que un 20% de ellas haya expirado y no se puedan utilizar en otros lugares.
Hasta ahora, los países del G7 han entregado menos del 15% de los casi 1,700 millones de dosis que prometieron donar a países de bajos y medianos ingresos.
Gran parte del mundo en desarrollo permanece casi indefenso contra el COVID-19. Hasta la fecha, países que representan el 40% de la población mundial han administrado dos tercios de las vacunas. Cerca de 56 naciones, principalmente de África y Medio Oriente, han vacunado a menos del 10% de su población, lo que el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, califica de “inmoral” y “estúpido”, y tiene razón.
Una gran cantidad de personas muere innecesariamente a medida que la variante delta se propaga por el mundo en desarrollo, por no hablar del golpe a la economía global y la posibilidad de que surjan variantes aún más peligrosas.
Es necesario que ocurran tres cosas lo antes posible.
Primero, los Gobiernos de los países ricos deberían exigir mucha más información sobre los planes de los productores. Necesitan ver dónde, cuándo y cuántas dosis se espera que se envíen. Eso les permitirá medir sus propias necesidades junto con el suministro planificado y les permitirá compartir las dosis excedentes de manera más eficiente, en lugar de hacerlo con poca antelación, a menudo demasiado tarde para que las vacunas se utilicen.
En su cumbre sobre vacunas celebrada en septiembre, el presidente de EE.UU., Joe Biden, propuso un plan global de control para rastrear programas de producción y entrega de vacunas. EE.UU. y otros países deberían ejercer mucha presión para que los fabricantes cumplan.
A continuación, los países que ya cuentan con suficientes vacunas deberían acelerar sus donaciones y dar paso a que las entregas se destinen a otros lugares cuando ellos no las necesiten. Hasta ahora, la asociación global Covax se ha quedado corta, principalmente porque no se le han entregado las dosis prometidas. Esto debería solucionarse.
También sería de gran ayuda saber cuándo se pueden esperar los suministros y recibirlos directamente del fabricante en lugar de a través de países donantes. Una notificación anticipada es fundamental, especialmente para países que no están bien preparados para manejar las frágiles vacunas de ARNm.
En tercer lugar, los países ricos deberían proporcionar rápidamente los US$ 8,000 millones que la OMS dice que son necesarios para ayudar a los países pobres a almacenar, entregar y distribuir las vacunas. Es necesario que ahora se amplíe la infraestructura, las cadenas de frío y los equipos de vacunadores necesarios para administrar las dosis para que puedan manejar el esperado aumento de suministros.
El hecho de que no se hayan distribuido vacunas en todo el mundo ya es bastante grave, pero existe un déficit aún mayor en la financiación de pruebas y medicamentos para tratar el COVID-19. La píldora antiviral molnupiravir, de Merck & Co., que parece reducir a la mitad el riesgo de hospitalización y muerte si se administra rápidamente, ofrece a los países ricos otra forma de ayudar.
Merck ya ha llegado a acuerdos de licencia con varios fabricantes indios de genéricos. El apoyo de países ricos a la producción adicional en todo el mundo podría ofrecer rápidos resultados y salvar muchas vidas. También tienen lógica los subsidios para producir los componentes necesarios para elaborar el molnupiravir y otros prometedores antivirales.
Cuanto más dure la pandemia, mayores serán sus costos y riesgos, incluso para países que han vacunado a la mayoría de sus ciudadanos. Se trata tanto del interés propio como de la benevolencia.