Estados Unidos, con casi 1.8 millones, encabeza la lista, seguido de Portugal (276,200) y Paraguay (240,000), donde en la década de 1970 hubo una migración de corte rural, según un reciente reporte del Ministerio de Relaciones Exteriores. (Foto: iStock)
Estados Unidos, con casi 1.8 millones, encabeza la lista, seguido de Portugal (276,200) y Paraguay (240,000), donde en la década de 1970 hubo una migración de corte rural, según un reciente reporte del Ministerio de Relaciones Exteriores. (Foto: iStock)

Nunca antes tantos brasileños vivieron fuera de su país. Agobiados por la inseguridad y las dificultades económicas, cada año decenas de miles de jóvenes y jubilados, ricos y pobres, empacan maletas para rehacer su vida lejos de la mayor economía de Latinoamérica.

Brasil, históricamente tierra de acogida de asiáticos, africanos y europeos, ve ahora a sus hijos partir: 4.2 millones de ellos estaban radicados en el exterior en el 2020, cifra que empezó a crecer sin interrupciones desde el 2016, cuando la cancillería reportaba tres millones de emigrantes, y se profundizó desde la llegada de Jair Bolsonaro al poder en el 2019.

“No sé si diría que era infeliz... pero no veía un futuro. Ya pensaba en tener una familia y pensé: ‘no puedo hacer eso acá’. Amo a mi país, toda mi familia está allá, pero por ahora mi esposo y yo no pensamos en regresar”, dice Gabriela Vefago Nunes.

Como muchos que buscan mejores trabajos y calidad de vida, esta enfermera de 27 años dejó su tierra en setiembre para establecerse en Quebec, Canadá, noveno destino de los migrantes brasileños con 121,950 personas registradas.

Estados Unidos, con casi 1.8 millones, encabeza la lista, seguido de Portugal (276,200) y Paraguay (240,000), donde en la década de 1970 hubo una migración de corte rural, según un reciente reporte del Ministerio de Relaciones Exteriores.

En su natal Blumenau, en el estado de Santa Catarina (sur), Vefago Nunes precisaba de dos trabajos para subsistir; ahora trabaja en un centro médico en Montreal.

“Vemos la posibilidad de formar una familia. Tenemos seguridad, acá veo familias en las calles sin preocuparse por la violencia. En Brasil siempre salíamos con la expectativa de que algo malo iba a pasar”, apunta.

“Nada a cambio”

Los altos índices de violencia, inflación, desempleo y la pandemia son los ingredientes del mayor éxodo de Brasil, que supera la fuga migratoria surgida a mediados de los 1980 (1.8 millones), motivada por la hiperinflación, coinciden expertos.

“Ahora se trata principalmente de una cuestión económica, de oportunidades de trabajo, de imposibilidad de crecer laboralmente, ganar más dinero, ahorrar, comprar una casa”, explica Gabrielle Oliveira, especialista en migración y profesora de la Universidad de Harvard.

“Las personas perdieron la confianza y se sienten traicionadas por su propio país. Piensan: ‘yo di tanto y no recibo nada a cambio’”, señala.

El informe de la cancillería no precisa edades ni condiciones socioeconómicas, pero Oliveira asegura que los migrantes que apuntan a Estados Unidos o Europa tienen perfiles muy variados, aunque mayoritariamente son jóvenes y hombres.

En la diáspora de los 1980, quienes dejaron el país eran principalmente personas acomodadas. Ahora, algunos brasileños pobres venden sus pertenencias o se endeudan para migrar irregular o legalmente, explica Oliveira.

Marcos Martins, ingeniero mecánico de 58 años, se siente afortunado por tener una vida profesional “más exitosa” que buena parte de sus compatriotas. Aun así, en abril espera haber cambiado el “estresante” Rio de Janeiro por Lisboa, donde junto a su esposa pretende continuar con sus emprendimientos.

“Una de las motivaciones para ir al exterior fue la posibilidad de tener un mejor resultado [económico], con el mismo esfuerzo o menor”, explica.

Riesgo a futuro

En Portugal hay ventajas fiscales para jubilados y empresarios brasileños, afirma la publicista carioca Patricia Lemos, quien en el 2018 montó allí una empresa para ayudar al traslado y adaptación de sus compatriotas.

“Aquí una persona de 50, 60 años consigue trabajar. En Brasil no consigue trabajo ni vendiendo palomitas de maíz”, señala, y destaca que muchos de sus compatriotas se establecen con más facilidad en Europa porque tienen nacionalidad portuguesa o italiana, producto de la colonización o la recepción de migrantes de Italia.

Según los expertos, además de perder mano de obra cualificada de sectores con alta demanda, como el tecnológico, el éxodo puede ser un riesgo a futuro debido a recientes proyecciones que advierten de un envejecimiento poblacional.

Para el 2100, los mayores de 65 años pueden representar el 40.3% de los 213 millones de brasileños (en el 2010 eran el 7.3%), de acuerdo con un reporte de octubre del Instituto de Investigación Económica Aplicada, vinculado al ministerio de Economía. Los menores de 15 años pasarían de 24.7% a 9%.

“Es un tema que puede complicar mucho, porque más y más personas se jubilan y hay menos en edad productiva”, afirma Oliveira.

En Sao Paulo, el enfermero Ricardo Vieira de Arruda, de 33 años, estudia francés con la esperanza de mudarse a Canadá.

“Mi pensamiento es irme y no regresar. En Brasil no hay tanta calidad de vida como allá afuera. Aquí, si tienes dinero, tienes calidad de vida; si no, no tienes prácticamente nada”.