El nuevo coronavirus Covid-19 llegó a Guayaquil, la ciudad más grande de Ecuador, seguido de una procesión de decepciones para sus residentes. Aquellos que reportan síntomas del virus a la línea directa de atención médica obtienen citas programadas para varias semanas después, momento en el cual probablemente se habrán recuperado o muerto.
Con los servicios de ambulancia ya saturados, las personas infectadas llegan a los hospitales en camionetas, solo para que les digan que no hay camas vacías. Cuando alguien muere en casa, el cadáver se suma a una larga lista de espera para ser removido. La ciudad se ha quedado sin ataúdes de madera. Algunos familiares arrojan los cuerpos de sus seres queridos en las calles en medio de un calor sofocante.
Guayaquil es el primer lugar en Ecuador donde el Covid-19 ha golpeado con fuerza. Esto probablemente se deba a que en la costa del Pacífico del país tienen unas largas vacaciones escolares desde inicios de febrero, cinco meses antes que la región andina, incluida la capital Quito.
Los guayaquileños volaban hacia y desde Europa después de que el nuevo coronavirus comenzó a propagarse, pero antes de las autoridades ordenaran cancelar los vuelos. Los hospitales y la burocracia no pudieron hacer frente a la enfermedad que trajeron. En su desesperación, la alcaldesa de la ciudad, Cynthia Viteri, pidió a los vehículos municipales que se estacionen en las pistas de aterrizaje para bloquear los vuelos entrantes. Ella contrajo el virus.
Otras partes de América Latina se preguntan si pronto vivirán los horrores de Guayaquil. “Ningún sistema de salud en el mundo” puede hacer frente al Covid-19 una vez que la tasa de transmisión supera un cierto punto, señala el director de un hospital público en México. Los ciudadanos del norte de Italia han sufrido eso en carne propia. Pero la capacidad y competencia de los sistemas de atención de salud son muy importantes, y en América Latina varían mucho, tanto entre países como dentro de ellos. “Usted tiene Europa y África en el mismo continente”, dice Alejandro Gaviria, ex ministro de Salud colombiano.
En general, los sistemas de salud latinoamericanos han madurado mucho, aunque sigan siendo más pequeños y no tan bien administrados como en Europa. Colombia, que introdujo la atención médica universal financiada por los contribuyentes en 1993, tiene diez veces más camas de cuidados intensivos que antes. Este año, el presupuesto de salud del Perú como porcentaje del PBI (3.3%) es dos tercios mayor que en el 2015.
En América Latina y el Caribe, el gasto en salud pública y privada está en torno del 8.5% del PBI, en comparación con un promedio de 12.5% en la OCDE, un club de países principalmente ricos. La región tiene experiencia reciente en la lucha contra brotes de enfermedades infecciosas, como el cólera en 1991, la gripe porcina en el 2009 y el virus del Zika en el 2016. La mayoría de los países cuentan con tecnócratas competentes de atención médica. La Organización Panamericana de la Salud, el organismo de salud internacional más antiguo del mundo, fundado en 1902, ayuda a los gobiernos a aprender unos de otros.
Pero la red de protección social de América Latina tiene deficiencias, que han sido expuestas por el Covid-19. La fragmentación, burocracia y corrupción debilitarán su respuesta en algunas áreas. Los presupuestos públicos respaldan hospitales urbanos de clase mundial y postas rurales derruidas. En varios países, la atención médica básica financiada con recursos públicos funciona junto con la provisión privada de lujo para los ricos. El curso de la pandemia puede agudizar las quejas sobre la desigualdad que llevó a millones de manifestantes a las calles de muchos países latinoamericanos a fines del año pasado.
La demora en la llegada de la pandemia desde Europa y Asia le dio a la región un tiempo valioso, algo que algunos gobiernos han buscado aprovechar. El Salvador anunció una cuarentena nacional cuando tenía tres casos de Covid-19. Con 15 casos confirmados el 12 de marzo, Ecuador suspendió los grandes eventos y cerró las escuelas un día después. El Gobierno del Perú ordenó un confinamiento general en el país el 15 de marzo. El mismo día, con 75 casos confirmados, Chile anunció el cierre de escuelas y universidades.
Otros países han respondido con más lentitud. En Brasil, los gobernadores y alcaldes han paralizado el comercio incluso cuando el presidente del país minimiza la crisis. México, ansioso por proteger los ingresos de trabajadores informales, simplemente exhorta a sus ciudadanos a quedarse en casa. Nicaragua no tiene parangón: las escuelas permanecen abiertas y los canales deportivos europeos están en conversaciones para transmitir partidos de la liga de fútbol del país (sí, siguen jugando). Este mes, el gobierno autoritario patrocinó concursos de bikini y festivales de comida.
Los países que tomaron medidas tempranas sin duda han frenado el progreso de la enfermedad, pero el número relativamente bajo de casos confirmados de la región es engañoso. Mientras Ecuador reportaba 98 muertes en todo el país el 1 de abril, el registro civil de Guayaquil procesaba 40 certificados de defunción al día más de lo habitual.
Brasil contabilizaba 2,369 hospitalizaciones de pacientes con Covid-19 en las cuatro semanas hasta el 4 de abril. Pero en el mismo período, el Ministerio de Salud del país reportó 18,000 ingresos más por enfermedades respiratorias que durante el mismo período del año pasado. Por otro lado, el número relativamente alto de casos confirmados en Chile refleja un alto nivel de pruebas.
Jóvenes, pero no saludables
La resiliencia de los sistemas de salud de América Latina depende en parte de si su población joven necesitará menos atención que la envejecida población europea. Pero los jóvenes en la región no son tan saludables como los de Europa. La “carga monstruosa” entre los jóvenes mexicanos de diabetes, hipertensión y obesidad, todo lo cual podría empeorar los casos de Covid-19, puede eliminar la ventaja etaria sobre países como Italia, opina Hugo López-Gatell, zar del coronavirus de México. En Río de Janeiro, una cuarta parte de los pacientes con coronavirus positivo en el hospital tenían menos de 40 años.
Los sistemas de salud compiten por equiparse para atender casos a escala europea. Como en otras regiones, están instalando hospitales de campaña y adelantando la graduación de estudiantes de medicina. Chile ha suspendido su requisito de que los médicos migrantes deban ser recapacitados.
En Colombia, las aseguradoras de salud privadas, que proporcionan la mayor parte de la atención médica, han sido ágiles, ofreciendo consultas en línea e implementando la entrega a domicilio de medicamentos para pacientes que no tienen Covid-19, principalmente a través de la app Rappi. Esto alivia la presión sobre el sistema de salud.
El presidente del Perú, Martín Vizcarra, estableció un comando central para coordinar la gestión de la pandemia y planificar reformas a largo plazo. El Congreso peruano otorgó al gobierno poderes durante 45 días para emitir decretos relacionados con la pandemia. El presidente de Chile, Sebastián Piñera, ha recurrido a una cláusula constitucional que le permite gastar dinero equivalente al 2% del presupuesto para hacer frente a una calamidad. El ejército de México se ha hecho cargo de las adquisiciones, la logística y 35 hospitales ante la pandemia.
Pero tal urgencia no compensará las fallas de larga data. Varios países, incluidos México, Argentina y Ecuador, tienen sistemas de salud pública fragmentados, lo que genera ineficiencia y confusión entre los pacientes.
México, por ejemplo, tiene redes hospitalarias administradas por el gobierno federal para trabajadores del sector privado, funcionarios públicos, militares en retiro, empleados del sector petrolero y otro para trabajadores de la economía informal y los pobres. En el Perú, los hospitales son administrados por el Ministerio de Salud, los institutos de seguridad social, los gobiernos regionales, la policía y el ejército.
La corrupción y mala gestión empeoran las cosas. La agencia de seguridad social de Ecuador pagó US$ 12 por mascarilla, lo que llevó al despido de un alto funcionario. Los directores de algunos hospitales públicos en Colombia han robado millones de dólares y han privado a sus organizaciones de inversión. Las áreas rurales están desatendidas porque el sector privado ve pocas posibilidades de obtener ganancias allí y ni los gobiernos nacionales ni los locales han intervenido.
Tales fallas han dejado a la región sin respiradores artificiales y camas de cuidados intensivos (gráfico). Tumaco, una ciudad colombiana con 250,000 personas, tiene un hospital público sin respiradores. A fines de marzo, el Gobierno de Ecuador se apoderó de dos respiradores de Lago Agrio, en el norte de la Amazonía, para su uso en una capital regional, pero no pudo entregar 1,400 kits de prueba que había prometido. Un bebé con Covid-19 falleció.
Una desventaja causada por la llegada tardía de la pandemia es que América Latina tardó en sumarse a la lucha internacional por respiradores y mascarillas N95. Muchos gobiernos, incluidos los de la Unión Europea, han prohibido su exportación. “Hemos sufrido muchas dificultades para encontrar [respiradores], al punto que hemos tenido que obtenerlos en pequeñas cantidades”, dijo López-Gatell de México. Brasil y México, que tienen grandes sectores manufactureros, están reutilizando fábricas para reparar máquinas viejas y probar otras nuevas.
La escasez aumenta el riesgo de que los pobres sufran mucho más por la pandemia que los ricos. El sistema de salud privado de Brasil, que atiende principalmente a la cuarta parte más rica de la población, tiene la mitad de los respiradores y camas de cuidados intensivos. Tal vez sensibilizados por las protestas del año pasado, algunos gobiernos están tomando medidas para reducir la brecha. En Chile, México y Colombia han declarado estados de emergencia que les dan el poder de decirles a los hospitales privados cómo asignar camas.
El ministro de Salud de Argentina se retractó de su afirmación de que “todas las camas son públicas, ya sean públicas o privadas”; sin embargo, ha tomado el control de todas las compras de equipos. Un debate sobre el apoderamiento público de hospitales privados “llegará a América Latina muy pronto”, dice Gaviria.
En tales expedientes pueden estar las semillas del cambio. Todos los gobiernos de la región están aprendiendo una dura lección sobre el valor de invertir en salud pública. El problema es que el Covid-19 está destruyendo la prosperidad que ayudaría a que esto suceda.