Carter Osborne decidió monetizar su habilidad más fuerte: escribir, cuando necesitaba dinero extra para pagar la matrícula de su posgrado en 2017. Osborne se dio cuenta de que podía recibir dinero por asesorar a estudiantes de último año de secundaria en sus ensayos de admisión universitaria. Antes de postularse a la Universidad de Stanford, fue aceptado en 2013 después de reunirse con un consultor. Su relato de superación se ha vuelto viral en las redes sociales.
Volvió a ese mentor en busca de ayuda para poner en marcha este negocio secundario. Debido a la creciente demanda de consultores de admisión, ella le refirió tres de sus clientes. “Necesitas un par de cosas para empezar: necesitas un buen mentor, alguien que haya estado en el campo y sepa cómo funciona todo esto. Podría ser pidiendo ayuda a un consultor privado como yo, o a consejeros escolares que estén capacitados en esto”, comentó a CNBC Make It.
Originalmente, Osborne planeaba cerrar el negocio secundario después de terminar su maestría en administración pública dos años después, pero en ese momento se dio cuenta de que le satisfacía ayudar a los jóvenes con sus ensayos. Además, era lucrativo. Para 2021, Osborne había “enrollado” a 40 clientes y había ganado US$113,550, según documentos revisados por CNBC Make It.
Redujo la operación a 33 clientes el año pasado, principalmente porque las expectativas de su trabajo de tiempo completo como director de cuentas de relaciones públicas estaban aumentando. Aun así, ganó US$77,120, y Osborne afirma que el promedio de los últimos dos años es ligeramente superior a lo que gana en su trabajo de tiempo completo.
La ventaja: según él, el negocio secundario casi no tiene costos iniciales. Osborne, que trabaja con clientes de forma remota, estima que gastó $50 en crear cuentas de Zoom y Squarespace. El dinero extra es útil, dice Osborne: recientemente utilizó sus ahorros adicionales para comprar una casa con su novia en Seattle, Washington.
Sin embargo, el negocio secundario no es completamente gratuito. De octubre a diciembre, cuando se acercan los plazos de solicitud, Osborne trabaja un total de 70 horas semanales entre sus dos trabajos.
“Aquí no hay manera de evitarlo. Cuando nos acercamos a los plazos, hay que esforzarse”, comenta Osborne, de 28 años. “A menudo les digo a mis amigos: ‘Nos vemos en enero’”.
Contenido GEC