La inflación se eleva, la emisión de dinero se ha desbocado y las tensiones políticas entre las potencias mundiales se intensifican. Estos ingredientes suenan como la fantasía de los fervorosos creyentes en la promesa de largo plazo del oro. Incluso los inversionistas convencionales tendrían que haberse sentido tentados a aumentar sus tenencias del metal precioso. Entonces, ¿por qué no pudo registrar ni siquiera una ganancia marginal el 2021, sino que tuvo su peor desempeño en seis años?
Para los inversionistas convencionales, valorizar el oro supone un problema, pues no genera flujo de ingresos. Dado que la demanda tiende a ser especulativa, no pueden aplicarse modelos de flujo de efectivo usados para determinar si los activos son baratos o caros. Sin embargo, hay una medición que contiene poder predictivo.
Cualquier variación importante en el precio del oro, en particular desde la crisis financiera global, ha estado inversamente correlacionada con variaciones en las tasas de interés. Pocas relaciones financieras se han sostenido tan bien como la existente entre el precio del oro y el rendimiento de los bonos indexados a la inflación del Tesoro estadounidense (TIP). Mientras más bajos sean los rendimientos reales, mayor será el atractivo de un activo que no tiene rendimientos que puedan incrementarse.
Parte de la explicación del mediocre desempeño del oro el año pasado, es que esa relación continuó. A pesar del frenesí inflacionario, las tasas de interés reales a diez años comenzaron el año en -1.06% y cerraron en -1.04%. El oro cerró el año en US$ 1,822 la onza troy, prácticamente lo mismo que el 2020. Pero en los últimos diez años, el oro ha sido el menos confiable. Si alguien hubiese mantenido sus tenencias del fondo cotizado TIP de iShares en ese periodo, habría ganado 35%, más del doble de lo que hubiese ganado con el oro.
La regulación también opacó algo del brillo del metal precioso. Nuevas reglas sobre ratios de financiación para los bancos, como parte del acuerdo Basilea III, entraron en vigor en la Unión Europea en junio y en Reino Unido el pasado 1 de enero. Estos requerimientos consideran a los bonos gubernamentales “activos líquidos de alta calidad”.
En cambio, los tenedores de oro, al igual que los de activos de renta variable, deben calzar el 85% de sus tenencias con financiación de fuentes estables. Eso encarece las tenencias de oro para los bancos y lo pone en desventaja frente a los bonos del Tesoro. Entonces, sin el trato regulatorio amigable el metal amarillo se convierte en un indicador menos confiable de los TIP, ¿para qué invertir en él?
La respuesta para algunos inversionistas pudo haber sido clara en el pasado. El papel moneda y los bonos gubernamentales son efímeros, y los fallos catastróficos de los sistemas financieros suelen provenir del exceso de confianza en su seguridad. Pero el oro, según ese argumento, ha resistido la prueba del tiempo. El dólar se convirtió en la divisa nacional de Estados Unidos recién en 1863, mientras que la gente ha valorado los metales preciosos por milenios.
Sin embargo, el estatus del oro como la última línea de defensa contra la mala gestión monetaria también está siendo cuestionada. Las criptomonedas, en particular bitcóin, están ganando presencia en los portafolios de inversión convencionales. Esta clase de activos solía ser demasiado pequeña para hacer mella en el apetito por oro.
Pero hoy, bitcóin y ether –las mayores criptomonedas–, tienen una capitalización de mercado conjunta de alrededor de US$ 1.3 millones de millones, diez veces más que hace dos años. Ese valor es una décima parte de los quizás US$ 12 millones de millones en tenencias de oro, basados en la estimación del Consejo Mundial del Oro de que algo menos de 200,000 toneladas del metal existen sobre tierra.
El 2020, Chris Wood, jefe global de Renta Variable del banco de inversión Jefferies, señaló hacia dónde soplaba el viento al reducir de 50% a 45% su recomendación a fondos de pensiones en dólares de invertir en lingotes, y redirigió ese 5% a bitcóin. En noviembre pasado, elevó a 10% la asignación a bitcóin, a expensas del oro.
Las locas fluctuaciones del precio de bitcóin limitan por ahora el interés de los fanáticos del oro. En los últimos cinco años, el precio del metal se ha movido –para arriba y para abajo– un promedio diario de 0.6%, frente al 3.5% de bitcóin. Pero eso no necesariamente será un impedimento en el largo plazo.
Analistas de Morgan Stanley han apuntado que el oro inició su vida como activo financiero moderno a mediados de los 70 y principios de los 80, con episodios de extrema volatilidad. Tomó casi dos décadas luego de que se legalizó su tenencia en Estados Unidos (1974) para ser adquirido por instituciones.
Por tanto, no puede descartarse un periodo de comparativa irrelevancia para el oro. Atascado entre activos más seguros y confiables por un lado, y criptoactivos más excitantes por el otro, se encuentra en una posición incómoda.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022