Por Mohamed A. El-Erian
Al concluir una visita de una semana a Argentina para recopilar datos y conocer a funcionarios de economía, la misión del personal del Fondo Monetario Internacional emitió un comunicado el miércoles por la noche notable por lo que dice y por lo que no.
Marca el comienzo de otra ronda de consultas más formales y destaca uno de los casos de país más complejos –si no el más complejo– al que se enfrentan tanto un nuevo gobierno, encabezado por el presidente Alberto Fernández, como una nueva directora gerente, Kristalina Georgieva.
Estas son siete cosas que hay que saber al comienzo de lo que probablemente será un proceso prolongado, ruidoso y enredado:
- Si bien es comprensiblemente limitado en detalles, el comunicado atraerá la atención por su referencia pública explícita a que la deuda del país es insostenible y la necesidad de una “operación de deuda definitiva” emprendida en “un proceso colaborativo de compromiso con acreedores privados para maximizar su participación”. Esto exige reducir la carga de la deuda de Argentina de una manera que evite largas batallas legales y allane el camino para que el país y sus empresas accedan a mejores condiciones en los mercados de capitales, a fin de apoyar un alto crecimiento inclusivo.
- Este hallazgo de endeudamiento excesivo es un giro de 180 grados para el FMI, que hace solo un año estaba prestando grandes sumas de dinero a Argentina, y para los acreedores que inicialmente se abalanzaron sobre los bonos del país, incluido un bono a 100 años altamente suscrito en el 2017. Ahora bien, no es una gran sorpresa para aquellos en el mercado que han realizado análisis adecuados. Los precios de los bonos argentinos ya reflejan las expectativas de que el gobierno no podrá cumplir con los intereses contractuales y los pagos de capital tal como se especifica en la emisión. Esta declaración bien podría profundizar tales expectativas.
- El personal del FMI señala que, si bien las presiones financieras altamente destructivas han disminuido un poco, las circunstancias difíciles de Argentina han significado que las autoridades “introdujeran medidas de gestión del flujo de capital, impusieran extensiones de vencimiento de ciertas deudas y recurrieran a la financiación del déficit fiscal por parte del banco central”. Estas son políticas que no encajan bien con el Fondo, especialmente si proporciona apoyo técnico y financiero al país.
- La transición de todo esto a un paquete integral de políticas que ofrezca un alto crecimiento inclusivo y estabilidad financiera, restablezca el acceso rentable al mercado de capitales y asegure la aceptación de las partes interesadas, no es nada fácil. La declaración ya reconoce que “el superávit primario [fiscal] que se necesitaría para reducir la deuda pública y las necesidades de financiamiento bruto a niveles consistentes con un riesgo de reinversión manejable y un crecimiento potencial satisfactorio no es económica ni políticamente factible”. Por ende, existe una necesidad urgente de evitar errores previos de imponer una austeridad excesiva a la población argentina y no proteger a los segmentos más vulnerables, errores que se vieron agravados por una serie de supuestos de crecimiento demasiado optimistas, si no totalmente irrealistas, incorporados en el diseño de programa.
- La omisión evidente de esta declaración, nuevamente por razones comprensibles en esta etapa, es cualquier idea sobre cómo el FMI manejará su propia gran exposición financiera a Argentina. El país le debe al Fondo unos US$ 44,000 millones en súper préstamos de facto. Un evento de incumplimiento elevaría el riesgo de interrumpir severamente otros flujos financieros al país.
- Si bien el FMI ha podido encontrar formas en el pasado para refinanciarse elegantemente a través de la provisión de nuevos préstamos, nunca ha acordado una reprogramación explícita de sus propios reclamos sobre un país miembro. Este enfoque parcial funciona, aunque no sin desafíos, en los casos en que la carga del servicio de la deuda es pequeña en términos absolutos o relativos. Se vuelve mucho más complicado cuando las magnitudes son grandes, como definitivamente es el caso aquí.
- Una omisión notable final se relaciona con la secuencia. Tanto Argentina, en el diseño de un paquete de políticas de reforma de cosecha propia, como el FMI, a través de la provisión de apoyo financiero a niveles significativamente menos onerosos que en el mercado, han manifestado dudas sobre ser los primeros en “contribuir” y lograr una solución sostenible. Los acreedores privados no podrán ni estarán dispuestos a hacerlo, especialmente si el objetivo es cumplir con la prueba del Fondo de un proceso colaborativo y ordenado. Lo que se requiere es un enfoque simultáneo que implique garantías que se refuercen mutuamente, acciones previas y un reparto equitativo de la carga junto a otros acreedores públicos.
Todo esto se traduce en un desafío monumental que requiere que el gobierno de Argentina, el FMI y otras partes interesadas trabajen juntos para resolver la situación económica y financiera urgente de manera oportuna e integral. El sistema monetario internacional ya se enfrenta a desafíos como el crecimiento frágil, la desglobalización, el cambio climático, las dislocaciones tecnológicas, los riesgos de inestabilidad financiera y la falta de cooperación y confianza entre las principales economías.
La resolución –o la falta de ella– que se muestre en este caso podría sentar precedentes importantes.