Las crisis mundiales de materias primas tienden a causar graves daños económicos y trastornos políticos. Las crisis del petróleo de la década de 1970 dejaron a las economías occidentales con una inflación galopante y profundas recesiones. Los ingresos del petróleo también ayudaron a apuntalar a la Unión Soviética y alimentaron la exportación del extremismo saudita. El aumento vertiginoso de los precios de los cereales en el 2010 y 2011 fue el detonante de las protestas callejeras que condujeron a la Primavera Árabe y al derrocamiento de dictadores.
Hoy, la invasión de Ucrania por parte de Rusia está desencadenando el mayor shock de materias primas desde 1973 y una de las peores interrupciones en el suministro de trigo desde la primera guerra mundial. Aunque los intercambios de productos básicos ya son un caos, la gente común aún no siente los efectos completos del aumento del costo de la gasolina, los estómagos vacíos y la inestabilidad política. Pero no se equivoquen, esas cosas vendrán, y de manera dramática si las sanciones a Rusia se endurecen aún más y si Vladimir Putin toma represalias. Los gobiernos occidentales deben responder a la amenaza de las materias primas con tanta determinación como a la agresión de Putin.
La agitación que se desarrolla en los mercados de energía, metales y alimentos es amplia y salvaje. Los índices generales de los precios de las materias primas ahora son un 26% más altos que a principios del 2022. El costo del barril de petróleo crudo Brent ha oscilado enormemente en torno a niveles que indican el mayor impacto en la oferta desde que el ejército de Saddam Hussein cruzó de Irak a Kuwait en 1990.
Los precios del gas en Europa casi se han triplicado en medio del pánico de que los gasoductos del este exploten o se queden sin suministro. El precio del níquel, que se utiliza en todos los autos eléctricos, entre otras cosas, se ha disparado tanto que el comercio en Londres se ha detenido y los especuladores chinos están sufriendo pérdidas multimillonarias. Estas son las consecuencias de la decisión de Putin de conducir sus tanques por el granero de Europa y el subsiguiente aislamiento de Rusia, uno de los mayores exportadores de materias primas del mundo.
Las sanciones occidentales a los bancos rusos han hecho que los prestamistas, aseguradoras y empresas navieras desconfíen de llegar a acuerdos para transportar cargamentos rusos, dejando montones crecientes de metales industriales sin vender y una armada de buques llenos de crudo de los Urales no deseado. El estigma y el peligro han hecho que otros se mantengan alejados. Shell ha abandonado la compra de crudo ruso después de una reacción violenta. El Mar Negro es una zona prohibida para la navegación comercial porque algunos barcos han sido alcanzados por misiles y Rusia amenaza los puertos ucranianos. No se plantarán muchas semillas en los campos empapados de sangre de Ucrania esta primavera boreal.
Esto podría empeorar. El 8 de marzo, en la medida más reciente para aumentar la presión sobre Putin, Estados Unidos anunció que prohibiría las compras de petróleo ruso. Estados Unidos es un pequeño consumidor de crudo ruso, pero si la Unión Europea se uniera al embargo, cerca de dos tercios de los 7-8 millones de barriles diarios de exportaciones de crudo y productos refinados rusos se verían afectados, lo que equivale a alrededor de 5% de la oferta mundial.
Un embargo global total, impuesto por Estados Unidos, podría elevar el precio del petróleo a 200 dólares el barril. Si Rusia tomara represalias limitando los flujos de gas, Europa se tambalearía: el año pasado, la UE dependió de Rusia para el 40% de su consumo. Mientras tanto, la amarga experiencia enseña que los países a menudo responden a la escasez de alimentos prohibiendo las exportaciones, lo que lleva a un colapso del comercio mundial.
Los efectos de esta calamidad de los productos básicos podrían ser brutales. Si se observa de cerca la economía, el mundo consume mucha menos energía por unidad de PBI que en la década de 1970. Sin embargo, la inflación global, que ya es del 7%, puede aumentar otros dos o tres puntos porcentuales, a un nivel visto por última vez durante un período prolongado a principios de la década de 1990, cuando Putin estaba haciendo negocios con la mafia en San Petersburgo y la globalización aún no había florecido. El crecimiento puede ralentizarse a medida que se debilita la confianza de las empresas y aumentan las tasas de interés.
En el ámbito político, los líderes de Occidente tendrán que enfrentarse a votantes furiosos, sobre todo en las elecciones intermedias de Estados Unidos en noviembre. Recuerde a los manifestantes de chalecos amarillos en Francia en el 2018, furiosos por el costo de la gasolina. En los países más pobres, donde los alimentos y el combustible representan una parte mayor del gasto de la gente, la reacción podría ser aún más violenta: los aumentos en los precios de los alimentos en el 2007-08 provocaron disturbios en 48 países, y ya hay señales de pánico y disturbios en la actualidad.
Tal panorama de sufrimiento e inestabilidad es preocupante en sí mismo. Pero también amenaza con socavar la credibilidad de la respuesta occidental a la decisión de Rusia de iniciar lo que puede convertirse en la guerra más grande en Europa desde 1945. Cuanto mayor sea el dolor global, a juicio de Putin, más difícil será para Occidente sostener las sanciones: todo lo que tiene que hacer es esperar.
Esa es una razón más para que los gobiernos occidentales contrarresten los efectos nocivos de la crisis de las materias primas. La prioridad es impulsar la oferta. Los aliados estadounidenses en la OPEP, incluida Arabia Saudita, se han negado a extraer más petróleo, pero una diplomacia estadounidense más experta podría dar resultados.
Los países ricos podrían acelerar la liberación de los 1,500 millones de barriles de petróleo que tienen en reserva. Habiendo menospreciado a los fraccionadores de esquisto de Estados Unidos, la administración Biden necesita incitarlos a perforar más. La UE debe promover o prolongar el uso de la generación nuclear, renovable y alimentada con carbón, a fin de abastecerse de gas para el invierno. También debe prepararse para el peor de los casos: el racionamiento de gasolina. Los gobiernos de los países ricos pueden tener que proteger a los pobres en casa con ayudas financieras. El estímulo podría significar tasas de interés o impuestos más altos, pero ese es un riesgo que vale la pena correr para proteger al mundo contra un agresor.
Cavando profundo
Cualesquiera que sean las privaciones de los países ricos, los más pobres tienen peores problemas. Por lo tanto, Occidente debe fortalecer la red de seguridad financiera mundial. Algunos importadores de alimentos y petróleo pueden enfrentar una contracción de la balanza de pagos y la caída de las monedas. Incluso en Europa, algunos países, como los estados bálticos, son vulnerables a los cortes de gas. La Reserva Federal y el FMI deberían facilitar el acceso de países amigos pero frágiles a préstamos en moneda fuerte. Y Europa debería seguir adelante con la idea de emitir deuda conjunta para ayudar a distribuir los costos de la crisis.
Un mundo que se enfrenta a una escasez física de materias primas extraídas del suelo parece un retroceso a una época anterior. Sin embargo, esa es exactamente la situación que se avecina. Después de décadas de deriva, Occidente ha mostrado resolución y cohesión al confrontar la agresión de Putin. Ahora debe igualar eso mostrando liderazgo en medio de la tormenta económica.