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La misiva de hoy abarca tres de nuestros temas favoritos: falta de habilidad para calcular, psicología e invertir. Llega a nosotros cortesía de un artículo de la revista Outside que habla sobre "la epidemia detrás de las muertes por tomar selfies: 259 personas murieron entre 2011 y 2017".

El artículo documenta algunas de las cosas arriesgadas y estúpidas que hacían estas personas mientras se tomaban una selfie antes de morir, usualmente tras caer de una altura considerable.

El artículo me recordó los ataques de tiburones, los cuales tememos excesivamente pese a que son tan raros que equivalen a poco más que un error de redondeo en las estadísticas. En tanto, casi no le ponemos atención a amenazas mundanas pero mucho más letales, como las enfermedades cardíacas y el cáncer, que cobran muchas más vidas que tiburones, selfies, rayos, terroristas o cualquier otro evento peculiar que mate personas. La triste realidad es que es 35,000 veces más probable que muera debido a lo primero que a lo segundo.

Le tenemos miedo a lo bizarro y resonante en lo emocional, no lo común u ordinario. Por ejemplo, en el 2018 hubo nueve muertes durante la toma de selfies y un ataque mortal de tiburón en Estados Unidos. Mientras tanto, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades informan que cerca de 610,000 personas mueren al año por afecciones cardíacas, la principal causa de deceso, y casi la misma cifra pierde la vida producto del cáncer.

Tratemos de poner estas cifras en un marco de referencia preciso y evitar la típica ceguera del denominador. Esa es la práctica de citar una cifra omitiendo cualquier contexto. En otras palabras, el numerador sin el denominador, las dos cifras necesarias para obtener un porcentaje o fracción.

La epidemia de muertes tomando selfies descrita por la revista Outside fue una tragedia que involucró a 259 personas que murieron en un período de seis años. Divida esa cifra por la cantidad de años en que esas muertes ocurrieron y obtiene un promedio cercano a 43 muertes anuales. Ese es el numerador.

¿Qué pasa con el denominador? Para crear eso, debemos tener una estimación creíble del número de selfies tomadas cada año.

En la conferencia de desarrolladores Google I/O de 2014 recibimos esta información interesante: tomamos un promedio de 93 millones de selfies al día y eso es solo en el caso de los teléfonos con Android. Agregue los iPhones y otros sistemas operativos y la cifra debe estar muy por sobre los 100 millones de selfies diarias. Eso fue cinco años y unos cuantos miles de millones de smartphones vendidos atrás.

El panorama general ahora luce más o menos así: hay miles de millones de teléfonos móviles en uso en la actualidad que toman billones de todos al año. De acuerdo con mi cálculo inexacto, tomamos cerca de 36,500 millones de selfies anualmente. Así que ingrese las cifras en la calculadora y la cantidad de personas que mueren mientras se toman una selfie corresponde al 0.000000001182648%.

Las similitudes con la inversión son obvias: tememos eventos inusuales como desplomes bursátiles e hiperinflación, cuando deberíamos estar enfocados en lo mundano, como la diversificación amplia y mantener los costos bajos.

Para ser más específico, captan nuestra atención eventos tipo cisne negro como el derrumbe de mercados de 1987, cuando el Dow Jones Industrial Average se hundió 23% en un día. Esto es metafóricamente similar a un ataque terrorista, mientras que los altos costos que erosionan los retornos a largo plazo son como el colesterol malo elevado.

Todos somos susceptibles a estos tipos de errores cognitivos y de comportamiento. Como Outside indicó correctamente, "Nuestra especie evolucionó como criaturas hípersociales preocupadas de manera única sobre la manera en que otros nos perciben".

Estamos obsesionados con lo que hacen los demás, ya sea tomar una selfie que deje a otros asombrados o el miedo de quedar marginado de la nueva inversión del momento. El miedo de quedar marginado es simplemente ese viejo índice de Wall Street sobre el miedo y la codicia con otro nombre.

Sin duda el artículo de Outside dará a los académicos nuevas razones para lamentarse sobre el culto al yo; se analizarán tendencias narcisistas; se formularán advertencias sobre este terrible flagelo que se propaga en el país y representa una amenaza a los jóvenes. Pero no, las muertes al tomar selfies no son una epidemia. Ni siquiera son un error de redondeo, pero reflejan cómo nos centramos en las cosas equivocadas cuando tenemos miedo o nuestras emociones gobiernan nuestros actos.

Por Barry Ritholtz

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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