Tras más de seis meses desde la suspensión de las clases presenciales, Jorge Bossio, director de Aprendizaje Digital y Online de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UCP) hace un balance de los resultados conseguidos hasta el momento.
Lo positivo: la continuidad de las clases, a pesar de la pandemia. Los estudiantes y docentes se han podido mantener en actividad.
Lo negativo: no todos pudieron mantenerse activos en el mismo momento. Algunas universidades sí pudieron adaptarse rápidamente al cambio, sobre todo las universidad privadas y líderes de la industria, pero las demás perdieron mucho tiempo en el proceso de adaptación.
La oportunidad perdida: las únicas soluciones que se encontraron para mantener la continuidad dependían del acceso a Internet, lo que ha dejado en evidencia la brecha digital que existe en el país.
Los cambios necesarios: hay que modificar la metodología. Hasta el momento solo se ha conseguido trasladar el modelo pedagógico presencial al virtual, es decir, reemplazar una tecnología (la pizarra) por otra (pizarra virtual). “Es clave repensar la educación”, dice Bossio. Además, el especialista aboga por un cambio en el modelo educativo actualmente orientado a la evaluación y la nota, para empezar a reconocer las habilidades que cada alumno ha podido desarrollar.
Lo urgente: hay que definir cómo será el regreso a la semipresencialidad. Para eso hay que determinar qué es mejor que se enseñe de forma presencial y qué funciona mejor en el modelo online. Bossio considera que los cursos de laboratorios deben mantener la presencialidad, quizás incluso en un punto intermedio de la ciudad para que todos los alumnos puedan trasladarse con facilidad. “Los campus ya no van a ser utilizados para clases teóricas, sino más para investigación o talleres. Serán un punto de encuentro no para ir a clases, sino para generar nuevo conocimiento y arte, para crear redes de intercambio de información, de experiencias, para hacer deporte”.
Las ventajas: se observa una mayor participación de los alumnos en el aula virtual que en los espacios presenciales, especialmente de las mujeres. “Las estudiantes son menos proclives de participar en clases (presenciales) porque reciben una carga negativa social como la mujer que sabe mucho. En el espacio virtual no hay esa presión”, revela Bossio. También dice que hay más oportunidades de expresión y participación para los miembros de la comunidad LGTBI, que históricamente ha sido marginada y excluida dentro de las universidades. Asimismo, los alumnos de provincias ahora pueden estudiar en universidades de Lima sin tener que viajar y dejar el soporte emocional de sus familiares y amigos.
Las desventajas: se ha perdido la conversación en el campus. “Las universidad tienen que pensar en cómo reconstruir el espacio de diálogo y de interacción casual que hoy no hay”, apunta el docente.