Se supone que la oficina sirve para juntar gente, pero se ha convertido en una fuente de división. Para algunos, el retorno pospandemia al centro laboral es una oportunidad para restablecer los límites entre casa y trabajo, y ver a los colegas en persona. Para otros, solo representa traslados innecesarios y mayores riesgos sanitarios. Muchos ingredientes determinan estas preferencias, pero una sobresale: el rango.
La firma de mensajería online Slack realiza encuestas a profesionales del conocimiento a nivel global sobre el futuro del trabajo. El sondeo más reciente, publicado en octubre, halló que los ejecutivos están mucho más dispuestos que otros empleados a regresar a la oficina. De los altos mandos que hacían teletrabajo, el 75% quería estar en la oficina tres días a la semana, o más, frente a solo el 34% de quienes no ostentaban cargos ejecutivos.
Esa diferencia se ha hecho pública en algunas compañías. A principios de año, empleados de Apple redactaron una carta abierta al CEO, Tim Cook, en la que objetaban la suposición de que estaban ansiosos por volver a sus escritorios: “Parece que existe una desconexión entre lo que piensa el equipo ejecutivo sobre el teletrabajo y las experiencias vividas de muchos empleados de Apple”. ¿Por qué los ejecutivos prefieren la oficina más que el personal subalterno?
Tres explicaciones vienen a la mente: la cínica, la amable y la subconsciente. La cínica es que a los ejecutivos les agrada el estatus que les confiere la oficina. Ocupan espacios más agradables en pisos más altos con tapices más mullidos y llegar a ellos está restringido, amablemente pero con firmeza. En cambio, en Zoom las señales de estatus son endebles. Los jefes no obtienen mosaicos más grandes y su mayor privilegio es no silenciarse ellos mismos, lo cual no es igual al poder que emanan cuando usan el comedor ejecutivo.
La explicación amable es que los ejecutivos creen que la presencialidad es mejor para las instituciones que lideran. Trabajar desde casa “no funciona para gente que quiere moverse deprisa, ni para la cultura corporativa ni para la generación de ideas”, fue el veredicto del CEO de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, a principios de año. El CEO del fondo de coberturas Citadel, Ken Griffin, ha desaconsejado a los jóvenes hacer teletrabajo: “En un entorno remoto, es increíblemente difícil ganar la experiencia gerencial e interpersonal que necesitan para sus carreras”.
Estas inquietudes tienen fundamento. El teletrabajo plantea el riesgo de arraigar silos: las personas tienen más probabilidad de pasar el tiempo con colegas que ya conocen. La cultura corporativa puede ser asimilada con mayor facilidad cuando hay presencialidad. Es más difícil construir relaciones estrechas con una lenta conexión a Internet.
Según un estudio del 2010, la proximidad física entre coautores es un buen predictor del impacto de artículos científicos: a mayor distancia entre ellos, es menos probable que sean citados. Incluso los predicadores del teletrabajo dedican tiempo a las reuniones presenciales. “Primero lo digital no significa nunca en persona”, señala Brian Elliott, vicepresidente de Future Forum, consorcio creado por Slack para realizar investigaciones sobre el futuro del trabajo.
Sin embargo, las ventajas de la oficina también pueden exagerarse. La “curva de Allen”, que muestra cómo la frecuencia de la comunicación se reduce en función de la distancia física entre colegas, fue formulada en los años 70 pero sigue siendo válida. Todo lugar de trabajo tiene rincones que la gente nunca visita; ningún abismo es más profundo que la separación entre pisos.
Y las desventajas del trabajo remoto pueden ser superadas con un poquito de imaginación. Una investigación realizada por tres catedráticos de la Escuela de Negocios de Harvard encontró que, durante las cuarentenas, los practicantes que pasaron tiempo con gerentes senior en el “dispensador de agua virtual”, tuvieron mucha más probabilidad de recibir ofertas de trabajo a tiempo completo que quienes no lo hicieron.
Si los espacios de trabajo físicos presentan inconvenientes y el trabajo remoto puede ser perfeccionado, ¿por qué los ejecutivos son tan claros en su preferencia por la oficina? El subconsciente proporciona la tercera explicación. Gianpiero Petriglieri, profesor de Conducta Organizacional en la escuela de negocios francesa Insead, indica que “las personas que aconsejan a los jóvenes asistir a la oficina son aquellas que se hicieron camino en ese entorno”. Los ejecutivos que alcanzaron el éxito en la oficina son los que tienen menor probabilidad de cuestionar su eficacia.
Eso es un problema, especialmente debido a que una mayoría de ejecutivos dice que ha diseñado políticas de retorno al trabajo con escaso aporte de los empleados. Se avecina un futuro híbrido en el cual los trabajadores dividirán su tiempo entre casa y oficina. Y los gerentes necesitan perfeccionar ambos entornos y no asumir que uno es naturalmente superior al otro.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2021