Más de la mitad de los adultos estadounidenses están ya vacunados contra el COVID-19. No obstante, la distribución de las vacunas ha sido desigual, llegando a personas blancas en mayor proporción que a personas negras e hispanas, en relación con su porcentaje de la población.
Si bien esta brecha se está reduciendo, se destaca una de las razones de la disparidad: preocupa más a las personas de color faltar al trabajo si sienten efectos secundarios de la vacuna.
En una reciente encuesta de Kaiser Family Foundation, casi dos tercios de los encuestados hispanos y más de la mitad de los encuestados de raza negra dijeron que estaban algo o muy preocupados porque la vacuna contra el COVID podría incapacitarlos por un día o más. Eso contrasta con solo el 41% de los encuestados blancos en el sondeo de adultos no vacunados.
El COVID impactó con más fuerza a las personas de color en Estados Unidos. Parte de la razón es que la fuerza laboral “esencial” está desequilibrada demográficamente, con más trabajadores negros e hispanos. Los trabajadores agrícolas y los empacadores de carne, los conductores de autobuses y los empleados de correos, los empleados de la tienda de comestibles y los asistentes de salud en el hogar trabajaron presencialmente durante la pandemia.
También es más probable que la clase profesional desproporcionadamente blanca, que pasó la pandemia frente a pantallas, obtenga una licencia remunerada por enfermedad. Ahora que las vacunas están ampliamente disponibles, la misma dinámica que intensificó la amenaza del virus para los trabajadores esenciales impide que algunos se protejan del mismo.
Las licencias pagadas, los incentivos económicos y las vacunas administradas en el lugar son todas estrategias que los empleadores pueden utilizar para aumentar la aceptación de la vacuna, según sugieren los datos de las encuestas de Kaiser.
La Administración Biden ha promovido créditos fiscales para que los pequeños empleadores otorguen tiempo libre remunerado para las vacunas, y algunas empresas ofrecen otros incentivos.
Si EE.UU. considera que ciertos trabajadores son esenciales, los empleadores ahora tienen una forma de demostrarlo: dejar que las personas se vacunen sin arriesgar su paga.