El paiche (llamado pirarucú en Brasil) es un pez impresionante: un enorme monstruo amazónico con escamas rojas y negras del tamaño de grandes cucharas.
Pero aún así, es solo un pez. ¿Cómo es posible que se le relacione con los asesinatos del periodista británico Dom Phillips y del indigenista brasileño Bruno Pereira?
La policía dice que Phillips, de 57 años, y Pereira, de 41, fueron asesinados a tiros el pasado 5 de junio cuando regresaban de una expedición en el Valle del Javarí, en un lugar remoto de la selva amazónica de Brasil.
Esta región fronteriza con Perú y Colombia parece a primera vista una de las últimas grandes zonas vírgenes de la selva, hogar de una reserva indígena con la mayor concentración de tribus no contactadas del planeta.
Pero el doble asesinato reveló la creciente anarquía y violencia en la región, donde reinan la pesca, la tala y la minería ilegales así como el narcotráfico, según expertos en seguridad.
Pereira había recibido amenazas de muerte por su trabajo contra la caza y la pesca furtiva en la reserva, donde esas actividades están prohibidas salvo para los nativos.
“Combatió duramente la pesca ilegal. Todos esos hombres (los delincuentes) conocían a Bruno”, dice Orlando Possuelo, quien trabajó con Pereira coordinando patrullas de voluntarios indígenas, y ha sido igualmente amenazado de muerte.
Según los investigadores, Pereira y Phillips viajaban en una lancha por el río Itaquaí cuando un grupo los alcanzó, disparó y luego enterró sus cuerpos.
La policía identificó a ocho sospechosos y arrestó a tres.
Los lugareños de Atalaia do Norte, un pueblo junto al río cerca del límite noroeste de la reserva, dicen que los tres son pescadores ilegales de pirarucú o paiche, el mayor pez de agua dulce de América del Sur, que puede alcanzar 4.5 metros y pesar hasta 200 kilogramos.
Un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza indicó que el 83% de la pesca ilegal incautada en Brasil entre 2012 y 2019 era paiche.
‘Todos lo saben’
Expertos y también pescadores de Atalaia dicen que la caza furtiva del sabroso pirarucú es un lucrativo negocio vinculado con los narcotraficantes que operan en Perú y Colombia.
Estos usan supuestamente el mercado ilegal de pescado para lavar dinero de la droga, como parte de las “complejas cadenas criminales nacionales y transnacionales que operan en diferentes economías” en la Amazonía, según el Foro Brasileño de Seguridad Pública.
“Lo que pasó con Bruno y Dom es el resultado de un aumento del crimen organizado, explicado a su vez por la ausencia del Estado”, dijo Antenor Vaz, exjefe de operaciones de la agencia brasileña de asuntos indígenas FUNAI en el Valle de Javarí.
Eso ha planteado la cuestión de si los sospechosos actuaron solos.
Así lo cree la Policía Federal, que estima que no hubo un “autor intelectual u organización criminal detrás del crimen”.
Lo refuta en cambio la Unión de Pueblos Indígenas del Valle del Javarí (UNIVAJA), donde trabajaba Pereira, que acusa a la policía de ignorar los indicios de que una “poderosa organización criminal” estuvo detrás de los asesinatos.
“Todos aquí saben que el crimen organizado estuvo involucrado”, dijo a la AFP el responsable de UNIVAJA, Paulo Marubo.
Pirarucú tabú
En el mercado de pescado de Atalaia no hay pirarucú desde la desaparición de Phillips y Pereira, incluso el procedente de la pesca legal, permitida de forma restringida en seis lagos fuera de la reserva indígena.
Con las fuerzas de seguridad y numerosos medios de comunicación en la ciudad para investigar el caso, nadie se arriesga en estos días. Ni a pesar de que solo uno pueda suponer cientos de dólares.
“Los pescadores legales tienen miedo incluso de salir, con el ejército aquí y todos culpándonos de esta atrocidad”, dice Roberto Pereira da Costa, presidente de la asociación local de pescadores. Y están siendo juzgados injustamente, asegura.
“Los pescadores ilegales son quienes tienen botes grandes, motores rápidos, no solo capturan 15 kilos de pescado para sus familias, intentan sacar todo lo que pueden”, contrasta.
Un problema ‘mayor’
En diciembre, la periodista Monica Yanakiew de la cadena Al Jazeera en inglés hizo una expedición con Pereira, similar a la que este realizó con Phillips.
Grabó cómo Pereira advertía a un pescador de no pescar en tierras indígenas. Era Amarildo da Costa de Oliveira, ahora detenido y principal sospechoso del caso.
Los pescadores se “enfurecieron” cuando las patrullas de Pereira confiscaron su pesca, recuerda Yanakiew.
Pero, el problema “es mayor”, asegura, haciéndose eco de las críticas que acusan al gobierno de Jair Bolsonaro de haber reducido la vigilancia medioambiental y protección de los indígenas.
“Que el gobierno haya hecho la vista gorda ante todo lo que está pasando ha empoderado a los criminales. Creen que pueden salirse con la suya, incluso con asesinatos”, dice Yanakiew.