Conocido como uno de los “graneros” del mundo, Argentina es referente mundial en la exportación de cultivos, una posición que ahora afronta un desafío de presente y futuro: la prolongada sequía que atraviesan varias zonas del país, especialmente en el noreste, en donde a las temperaturas extremas se ha sumado una bajante histórica de los ríos.
Las principales causas de este fenómeno son los cambios en los patrones de ciclos meteorológicos como El Niño y La Niña, consecuencia directa del cambio climático, así como la “deforestación agresiva” provocada por el ser humano, según Darío Soto-Abril, director ejecutivo de la Asociación Mundial para el Agua (GWP, por sus siglas en inglés).
“(La sequía) afecta no solo la subsistencia de quienes producen, sino la inseguridad alimentaria de todos en la región, porque no tenemos acceso a los productos que se producen en la Argentina. Hay menos producción y la escasez va a contribuir a una inflación que vive la región por causas globales”, afirma.
Efectos económicos
Argentina abarca una superficie de más de 2.8 millones de kilómetros cuadrados y la sequía está presente, en diferentes formas y grados, en prácticamente todo el país: desde la cordillera de los Andes, pasando por la estepa de la Patagonia hasta la cuenca del río Paraná, uno de los puntos clave en la producción y exportación de cultivos.
En esta última región coexisten varios problemas, como las dificultades en el transporte de carga fluvial, la pérdida en la producción eléctrica y la creciente precariedad de los pescadores artesanales, según recuerda Soto-Abril, que cifra en unas 4,100 las familias afectadas por la histórica bajante del río.
En ese sentido, el “estrés hídrico” experimentado durante el verano del año pasado provocó que la proyección de cosecha de soja y maíz cayera en nueve y ocho millones de toneladas, respectivamente, causando pérdidas de US$ 2,930 millones en el sector agropecuario, de acuerdo a un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Una merma en la producción que tendrá un impacto estimado de US$ 4,800 millones sobre el conjunto de la economía argentina, equivalente al 1% del Producto Bruto Interno (PBI) potencial del país, que atraviesa serios desequilibrios macroeconómicos desde mediados del 2018.
Impacto en los cultivos
La crisis hídrica condiciona la producción de todos los cultivos, sobre todo de aquellos que, como el arroz, requieren de grandes cantidades de agua procedentes de fuentes naturales como ríos, presas o perforaciones.
Así lo constata María Inés Pachecoy, ingeniera agrónoma de la provincia de Corrientes (noreste), quien sufrió de primera mano la confluencia de una “sequía extrema” y de temperaturas “seis grados” superiores a lo habitual a comienzos de año.
“En el arroz, como lo que se come es el grano que se cosecha, todas esas condiciones tienen un efecto directo en la calidad de lo que va a salir, así que se espera que no solo haya menos kilos, sino que probablemente la calidad no sea la ideal”, asevera Pachecoy, integrante del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
El propio INTA elaboró, en colaboración con el Ministerio de Agricultura, un mapa sobre la sequía de Argentina, que concluyó que existen casi dos millones de hectáreas de cultivos con “daños severos” en la zona noreste del país, incluyendo las provincias de Corrientes, Misiones, norte de Entre Ríos y este de Chaco y Formosa.
Ante esta realidad, los productores recurren a iniciativas cada vez más comunes, como reducir la superficie cultivable, limitar el riego al máximo o usar diferentes variedades de granos.
Enfoques para el futuro
Para el director ejecutivo de la GWP, el cambio climático y sus efectos más manifiestos son una realidad a la que los diferentes gobiernos deben adaptarse mediante un enfoque “preventivo”, con medidas financieras como bonos contingentes al mejor uso del agua o préstamos atados al tratamiento óptimo del suelo.
“La prevención evita incurrir en muchos costos, más allá del dinero: el costo de la pérdida de vidas, de producción, que no lo vas a recuperar. Por eso, la prevención es sumamente importante”, concluye Soto-Abril.