"Brasil está nuevamente en marcha", proclamó en un reciente evento para inversionistas el presidente de la gigante avícola BRF, Abílio Diniz. ¿Será cierto? No se espera que la economía, sumida en la recesión desde mediados del 2014, despierte antes de que termine este año —y la recuperación será lenta—.

Luego de reactivarse en la primera mitad del 2016, la producción industrial volvió a contraerse en agosto y las ventas minoristas cayeron más de lo proyectado. Para la campaña navideña, las empresas esperan contratar 100,000 trabajadores temporales, 3% menos que el número ya modesto del año pasado.

No siquiera las operaciones de BRF son un ejemplo de buena salud. Sus ventas domésticas cayeron 5% en el segundo trimestre, aunque fueron compensadas por el incremento de sus ingresos provenientes del exterior.

Pese a todo esto, Diniz no es el único optimista. Las encuestas indican una mejora de la confianza tanto en los empresarios como en los consumidores y los ánimos de los inversionistas están en alza, y con ellos los índices de la Bolsa de Sao Paulo —que han retornado a niveles no vistos desde el 2012—. En tanto, el real se ha fortalecido en un tercio respecto del dólar desde enero.

Adiós, Dilma

El optimismo colectivo tiene poco que ver con la economía real y mucho con la "realpolitik". En agosto, la presidenta Dilma Rousseff, del izquierdista Partido de los Trabajadores, fue sometida a juicio político y suspendida del cargo, proceso que puso fin a meses de incertidumbre. Su pragmático vicepresidente, Michel Temer, la sustituirá por los restantes 26 meses de su mandato.

El sector empresarial brasileño no siempre se opuso a Rousseff. Cuando asumió la presidencia, el 2011, los empresarios no se quejaron por los créditos baratos y los beneficios tributarios que ofreció. Recién se quejaron cuando su constante injerencia comenzó a distorsionar la economía y luego la paralizó.

En contraste, el Gobierno de Temer parece ser más responsable en lo fiscal y más sensible a las preocupaciones del sector privado. Los empresarios elogian el fácil acceso que tienen a los ministros, incluso al presidente, así como el compromiso del Gobierno de reducir el déficit presupuestario, que se disparó a 10% del PBI durante el mandato de Rousseff.

Expectativas positivas

Las palabras de Diniz fueron luego de que Temer propusiera una reforma constitucional para congelar durante 20 años los gastos gubernamentales (en términos reales), que obtuvo la mayoría en la primera de las cuatro votaciones obligatorias en el Congreso. La segunda, realizada el 25 de octubre, también fue positiva. Además, está en evaluación una reforma complementaria sobre las extremadamente generosas pensiones públicas.

Asimismo, la promesa de rectitud fiscal ha logrado contener las expectativas inflacionarias, lo que permitió al Banco Central de Brasil reducir su tasa de interés por primera vez en cuatro años: de 14.25% a 14%. Se esperan más recortes de estas altas tasas, que son la mayor pesadilla para la mayoría de empresas brasileñas.

También se anticipan otras medidas en favor del mercado, tales como la flexibilización de los onerosos trámites burocráticos para algunos sectores y la inclusión del sector privado en la construcción y administración de carreteras, puertos y aeropuertos.

Reformas estructurales

Pero "la economía no vive solamente de expectativas", advierte el presidente de la Confederación Nacional de Comercio, Carlos de Freitas.

Los empresarios no se cansan de repetir que para que los negocios prosperen, Brasil debe enfrentar sus deficiencias estructurales.

Además del costoso crédito, las perennes críticas incluyen la deplorable infraestructura, la fuerza laboral escasamente preparada, la rígida legislación laboral y la bizantina burocracia.

Algunas corporaciones se han ocupado del asunto con sus propias manos, como la alemana Daimler, que ha dispuesto cursos de inglés para sus técnicos a fin de que puedan leer manuales sobre fabricación de vehículos. General Electric, harta de esperar que el municipio de Río de Janeiro construya una pista de acceso a su centro de investigaciones, financió la obra con sus propios recursos.

Los accionistas singapurenses de Aegea, que presta servicios de saneamiento, no comprendían por qué una compañía con ingresos de 795 millones de reales necesitaba un jet privado, hasta que su CEO, Hamilton Amadeo, les demostró que era más barato que utilizar vuelos comerciales y autos, pues había que tener en consideración el costo del tiempo que sus ejecutivos perdían transportándose. Pero la mayoría no puede pagar clases de idiomas, mucho menos comprar aviones.

Enemigo común

Todas aborrecen los trámites burocráticos. En la oficina del presidente de SEBRAE, un gremio de la pequeña empresa, un listado de todas las reglas que hasta las firmas más minúsculas deben cumplir ocupa cinco metros de espacio. La corporación brasileña promedio destina 2,600 horas-hombre al año en ajustarse al código tributario, diez veces más que el promedio global.

Durante décadas, la corrección de estas deficiencias ha eludido incluso a presidentes populares. Temer no es uno de ellos, al menos fuera de los círculos empresariales. Algunos empresarios le han exhortado a tomar medidas drásticas, pero otros consideran que reformar las leyes laborales o los poderes de los estados para elevar impuestos no son facultad de un presidente que no ha sido electo en una votación.

Así que lo mejor es enfocarse en las medidas de emergencia fiscal y dejarle a su sucesor las reformas más profundas. Muchos estarían contentos con que se apliquen paliativos; por ejemplo, una ley que facilite la tercerización en lugar de que se revise el sacrosanto código laboral, que data de 1943.

Entretanto, la euforia por la salida de Rousseff está atemperada por la cautela. El gerente de una empresa fabricante de tractores en el sureño estado de Santa Catarina admite que le hacen falta 50 trabajadores, pero que no los contrata porque teme que Temer cometa algún error y la confianza se evapore.

"Nosotros esperamos que todo vaya bien", asegura el gerente de una empresa educativa que también ha dispuesto un congelamiento de las planillas. "Pero estamos planificando para el peor de los escenarios hipotéticos".

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez© The Economist Newspaper

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