Se supone que los precios del oro y del cobre siguen un pulcro patrón de comportamiento. Cuando uno sube, el otro tiende a bajar. Por ejemplo, durante una crisis económica, la cotización del oro trepa porque los inversionistas de cartera buscan refugio y la del cobre se hunde ante la desaceleración de la manufactura y la construcción.
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Pero estamos en tiempos inusuales y ambos metales se están moviendo de manera inusual. En lugar del acostumbrado compás, están al alza en tándem.
El precio del cobre superó los US$ 6,000 la tonelada en junio, alrededor de 30% por encima de las profundidades que registró en marzo. Este mes, el oro superó los US$ 1,800 la onza, acercándose al récord que alcanzó el 2011. Muchos analistas estiman que podría exceder los US$ 2,000 este año o el próximo.
Mientras el mundo continúa lidiando con el covid-19, el panorama económico es incierto y la recuperación es desigual de un país a otro. Pero para quienes están apostando por el cobre, esta situación ha probado ser una fórmula ganadora.
Época dorada
El oro comenzó su reciente ascenso desde una posición que ya era elevada. La subida comenzó a fines del 2018, cuando la guerra comercial entre Estados Unidos y China nublaba las perspectivas del crecimiento económico.
La caída de las tasas de interés en Estados Unidos redujo el rendimiento de los bonos del Tesoro a diez años indexados a la inflación. Desde noviembre del 2018 hasta fines del 2019, el precio del metal amarillo aumento en alrededor de 25%, hasta US$ 1,515 la onza.
Ahora, el covid-19 está propulsando el oro a alturas mucho más vertiginosas. Los inversionistas de cartera están desesperados por obtener seguridad para su capital, pues temen una recesión prolongada ya que el virus está devastando economías gigantescas como Estados Unidos y Brasil.
Los fondos cotizados en bolsa y respaldados por oro atrajeron US$ 40,000 millones en la primera mitad del año, una cifra récord. El dólar se ha debilitado, lo cual abarata las adquisiciones de oro que realizan los tenedores de otras divisas.
Las tasas de interés permanecen bajas. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, dijo en junio que ni siquiera estaba “pensando en pensar” elevarlas.
China, la primera en ser golpeada por el virus, es también la primera en recuperarse, con lo que ofrece más espacio para el alza pues es el mayor mercado minorista del oro y un incremento de las compras allí empujaría aún más su cotización.
Sorpresa cobriza
El ascenso del cobre es mucho más sorprendente. Su precio se hundió en más de 25% entre enero y mediados de marzo, cuando el covid-19 se propagaba por China, que representa alrededor de la mitad del consumo del metal rojo.
Ahora, sin embargo, los esfuerzos para estimar la economía china están impulsando la inversión. En junio, una herramienta de rastreo de demanda por cobre en China a nivel de sectores usado por Citigroup, mostró un aumento de 5.5% respecto del año anterior, el mayor salto en más de dos años.
No obstante, mientras China invierte para recuperarse de la pandemia, América continúa enfrentándose a ella, explica Jeff Currie, jefe global de Investigación de Commodities de Goldman Sachs.
Dado que la producción de cobre está concentrada en Sudamérica, la pandemia ha limitado la oferta. Algunas minas en Perú, cerradas por la cuarentena, están reanudando su producción lentamente, precisa Susan Bates, estratega de renta variable de Morgan Stanley.
En Chile, donde las minas han estado operando pero con personal reducido, la postergación del mantenimiento podría restringir la oferta en los próximos meses. Y los mineros podrían entrar en huelga, lo que sería una amenaza más a la producción.
¿Se mantendrá la tendencia?
No se sabe cuánto tiempo los precios del cobre podrán ser sostenidos por la inversión en un lugar y el covid-19 en otro. El motor tradicional del metal —fuerte crecimiento económico global— está renqueante.
La persistencia de contagios en Estados Unidos o rebrotes del virus en otros país podría deprimir más la demanda por electrodomésticos, autos y otros bienes dependientes del cobre.
Dicho esto, el 21 de julio los líderes de la Unión Europea acordaron un nuevo estímulo. Por ende, la demanda por cobre podría incrementarse si otros países aparte de China invierten en sistemas eléctricos y parques solares conectados con el metal.
El rally del oro podría ser incluso más prolongado, argumenta Currie, pues estará apuntalado por factores que perdurarán esta década: altos niveles de deuda que presionan al dólar y bajas tasas de interés. Así que el viaje hacia el cielo podría no haber concluido.