El cofundador y ex CEO de WeWork, Adam Neumann, ha vuelto al mundo de las startups con Flow, una empresa de alquiler de viviendas en Estados Unidos valorada en US$ 1,000 millones. La firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz (a16z) ha destinado US$ 350 millones en la nueva aventura comercial, la mayor inversión individual de la compañía, de la que solo se sabe con precisión que arrancará el próximo año.
En su blog, a16z se refiere a Flow como un proyecto que conectará a las personas a través de la transformación de sus espacios físicos y la construcción de comunidades donde pasan la mayor parte del tiempo —sus hogares—, y describe a Neumann como un líder visionario, que revolucionó el sector inmobiliario comercial y que ahora transformará el residencial. ¿Es así?
En un momento dado, WeWork llegó a valorizarse en US$ 47,000 millones. Pero desde que Neumann fue expulsado de la gerencia general hace tres años, tras el intento fallido de la primera OPI de la compañía, el valor cayó a unos US$ 9,000 millones. El proceso de salir a bolsa destapó su mala conducta, conflictos de interés y actos desleales hacia la empresa, como la adquisición de inmuebles que posteriormente alquilaba a WeWork, los millonarios préstamos que él mismo se concedía o el poder desmesurado que le daban sus acciones. De ahí el nombre “WeCrashed” de la serie de Apple TV+, protagonizada por Jared Leto y Anne Hathaway, que narra el derrumbe de la firma de coworking. Su traducción es algo así como “Nos estrellamos”.
“Adam, y la historia de WeWork, han sido exhaustivamente relatados, analizados y ficcionados, a veces con precisión. A pesar de toda la energía invertida en la cobertura de la historia, a menudo se subestima el hecho de que solo una persona ha rediseñado fundamentalmente la experiencia de la oficina y ha liderado una compañía global que ha cambiado el paradigma en el proceso: Adam Neumann”, se lee en el blog de la firma de venture capital (al menos hasta antes de que la pandemia enterrara la vida en la oficina). La inversionista Leslie Feinzaig, fundadora y managing director del fondo de capital de riesgo Graham & Walker, describe el espaldarazo al creador de WeWork como un “golpe en el estómago”. “Andreessen [Horowitz] no se limitó a dar una oportunidad a este tipo. Es como si estuviera celebrando a Adam Neumann [...], y eso duele”.
El cofundador de WeWork ha reconocido públicamente el fracaso del negocio (sin disculparse por sus actos o los empleos perdidos). No habrá cometido fraude, como Elizabeth Holmes de Theranos, pero perdió miles de millones de dólares y el compás ético. ¿Cabe darle una segunda oportunidad en los negocios a alguien así? La historia de Neumann, aunque lejos del ecosistema emprendedor peruano, permite aproximarnos a la mente del inversionista y a lo que hay que tener en cuenta para no matar una buena idea.
Bla, bla, bla
Peter Drucker, el padre de la administración moderna, dijo: “Por una idea pago cinco centavos. Por una implementación, una fortuna”. Y WeWork fue una buena idea de negocio, basada en la experiencia de juventud de su cofundador de vivir en un kibbutz. Adam Neumann no la supo ejecutar, pero sí vender. Tampoco es poca cosa. “Aunque tu idea sea muy buena, si no la sabes vender, tienes un gran problema. A veces eso es más importante que la idea misma”, asegura Sebastián Ausin, country manager Perú de Buk e inversionista en startups.
Neumann destaca por su capacidad de argumentación y persuasión, pero no por la de estratega. “Es un personaje que sabe cómo hablar y convencer”, sostiene Enrique Seminario, profesor del área de Gobierno de Personas de PAD, Escuela de Dirección. Por ejemplo, Neumann no se refería a WeWork como un proyecto inmobiliario o un negocio de alquiler de escritorios —que es lo que finalmente es—, sino como una nueva forma de trabajar y de conectarse profesionalmente. El propósito de la compañía era elevar la conciencia del mundo.
Scott Galloway, profesor de Marketing de NYU, llama “parloteo de yoga” a esa manera de referirse a una marca en que se la presenta como más convincente de lo que es realmente; o sea, sencillamente “floro” (viene del inglés “yogababble”). Y remata: “Permite a los fundadores empañar la diferencia entre la verdad y la ilusión, y se ha convertido en una fórmula viable para obtener capital barato, utilizando un lenguaje visionario para hacer cosquillas a nuestros sentidos tribales y distraer al público de la fría verdad de los números”.
Para Seminario, Neumann tiene el perfil de un manipulador. “Utiliza datos y hechos que suenan lógicos y que dan resultados iniciales; convence en el corto plazo. Pero, si la prédica no tiene sustento, uno se estrella”. La buena labia tiene un límite. Finalmente, ningún inversionista quiere perder plata.
Money, money, money
“Lo que más sobra en el mundo es el dinero”, dice Jorge Medina, cofundador y presidente de Capitalismo Consciente Perú. “Lo que hace falta —precisa— son ideas”. Pero estas ideas se soportan en un propósito, que está conectado al modelo de negocio, resuelve una necesidad de la sociedad y, a través de la empresa, mejora el mundo, aunque suene idealista. Ese tipo de emprendimientos —los buenos, como los describe Medina— siempre van a tener financiamiento.
Y también van a ser sostenibles, lo que aumenta el valor de la inversión, refiere Ignacio Maella, director gerente de Vistage Perú y México. Aunque depende de quién es el emprendedor y de su equipo (socios, comité de asesores, directorio). “Un buen emprendedor se rodea de gente más capaz que él”, resalta Medina. Y tan importante como las personas es el momento en el que nace la idea; es decir, las condiciones de mercado. Airbnb y Uber, por ejemplo, funcionaron porque se crearon en plena crisis financiera global (2007-2009), justo cuando muchos necesitaban el ingreso extra de alquilar una habitación o de hacer taxi.
Los contratiempos pueden aparecer cuando los emprendedores, muy positivos y entusiastas, descuidan los riesgos (de mercado, regulatorios, reputacionales, ambientales, financieros...); tienen —sobre todo los más jóvenes— una mirada cortoplacista, concentrada en el beneficio propio del exit (la venta de la compañía). O cuando se exagera con el valuation de la startup.
Esas son las condiciones para invertir. ¿Se aplican en todos los casos? “No, y es un error porque malogra y encarece el sistema”, considera Medina.
No hay primera sin segunda
Entonces, ¿invertir o no invertir en el Flow de Neumann? “La palabra clave es ‘riesgo’”, responde Ausin. Con o sin Neumann al frente del proyecto, la decisión de soltar dinero dependerá de la tolerancia al riesgo del inversionista. “Siempre hay personas dispuestas a arriesgarse más que otras (incluso sin considerar el factor ético)”, continúa Ausin. Total, a más peligro, más retorno, aunque lo más razonable —por si acaso— sería poner condiciones a la inversión, como un mayor nivel de fiscalización o equilibrio de poderes, que disminuyan, por ejemplo, los potenciales futuros conflictos de interés del ex hombre fuerte de WeWork.
Las segundas oportunidades existen (con límites, claro). Finalmente, todos nos podemos equivocar y aprender de nuestros fallos. Pero deja un sinsabor dárselas a alguien como Neumann, que perjudicó a WeWork y salió de la firma con más de US$ 1,000 millones. “Ha sido premiado por sus errores. No sé qué tan formativo sea eso”, reflexiona el profesor Seminario, de PAD. Privilegios de ser un hombre blanco, dicen algunos. Pero esta vez su carisma, sus conexiones y su conocimiento del negocio no necesariamente serán suficientes para lavarle la cara en Flow ni para que le haga honor a su apellido (“nuevo hombre” en alemán).
Al final, los errores, quizá, no solo los haya cometido Neumann, sino también los grandes fondos de inversión, como Masayoshi Son, de Softbank, que le dieron tanta plata.