Por Elisa Martinuzzi
Se suponía que la tecnología ampliaría el acceso a los servicios financieros y ayudaría a eliminar las desigualdades económicas. Pero, hasta ahora, la explosión de aplicaciones bancarias y de inversión no ha logrado reducir una persistente división: la brecha de género en la inclusión financiera. Y los encargados de políticas deberían tenerlo en cuenta. En la recuperación posterior a la pandemia, ellos no pueden encomendar el respaldo del empoderamiento económico de las mujeres a las fuerzas del mercado de las fintech.
Hay muchas formas en las que la inclusión financiera de las mujeres está más atrás que la de los hombres. Por ejemplo, ellas poseen menos activos que los hombres, pero también es menos probable que inviertan en activos más riesgosos y con mayor rendimiento, como la renta variable.
Un análisis del 2019 realizado por la alemana Comdirect, que ofrece corretaje de bolsa en línea, mostró que por cada mujer inversionista en la plataforma, había tres hombres. Robinhood Markets Inc., la aplicación de transacciones en Estados Unidos que conquistó el mercado de valores este año, informa que las mujeres representan aproximadamente el 30% de sus clientes activos.
Una explicación que se da con frecuencia para estas diferencias en la inversión es que las mujeres tienen menos conocimientos financieros. Pero estudios recientes sugieren que incluso si las mujeres en promedio están menos familiarizadas con la jerga y las complejidades de los productos financieros, esto explica solo parcialmente la brecha de género en la participación financiera.
Utilizando datos del banco central holandés, un artículo de abril de la Oficina Nacional de Investigación Económica muestra que la confianza también juega un importante papel. Al responder preguntas de opción múltiple sobre finanzas, hubo más probabilidades de que las mujeres eligieran la opción “no sé” que los hombres. Pero sin esa opción, las mujeres a menudo dieron la respuesta correcta, reduciendo sustancialmente la brecha en los conocimientos financieros. De hecho, los investigadores concluyeron que hasta un tercio de esta brecha se puede explicar por la falta de confianza.
Otro estudio reveló que las actitudes hacia la tecnología y los precios también pueden marcar una diferencia en lo que respecta a adoptar herramientas financieras. Utilizando datos de una encuesta realizada en 28 países a 27,000 personas, un documento de trabajo del Banco de Pagos Internacionales mostró que el 29% de los hombres informó el uso de productos y servicios de tecnología financiera en comparación con el 21% de las mujeres, una brecha de 8 puntos porcentuales, similar a la división en la propiedad de cuentas bancarias tradicionales.
La brecha persistió entre los encuestados que vivían solos, lo que socava la percepción de que las mujeres dejan las decisiones de dinero a sus compañeros. También se mantuvo entre personas que están empleadas y tienen múltiples cuentas financieras, lo que sugiere que la brecha no se debía a no tener fondos o no estar familiarizadas con los servicios financieros.
Sin embargo, los investigadores encontraron otras diferencias que pueden ayudar a explicarlo. Las mujeres se mostraron menos cómodas al compartir datos y menos interesadas en ofertas más baratas; también estuvieron menos dispuestas a probar un banco fintech, incluso si les ofrecía un producto que se adaptaba mejor a su estilo de vida. Si eliminamos estas diferencias, la brecha en la adopción de tecnologías financieras se reduce de 8 a poco más de 2 puntos porcentuales.
Es difícil sacar conclusiones sobre lo que se esconde detrás de estas diferentes actitudes, según los autores del informe. Hay cierta evidencia de que las mujeres son más reacias al riesgo que los hombres. Si ese es el caso, es posible que a medida que los productos fintech se establezcan más y estén mejor regulados, puedan atraer más a las mujeres.
Medidas como el Reglamento general de protección de datos (RGPD) de la Unión Europea, que ahora es un estándar global, podrían ayudar. Pero fomentar esa confianza llevará tiempo. Las mujeres a menudo han sufrido discriminación como prestatarias, y un mayor uso de la tecnología en las decisiones crediticias ha alimentado –no disminuido– sus preocupaciones. Todavía hay un largo camino por recorrer antes de que las mujeres y las minorías sientan que la tecnología no está operando en su contra.
Mientras tanto, encontrar formas de aumentar la confianza de las mujeres en sus conocimientos financieros también podría impulsarlas hacia una gama más amplia de servicios de inversión. Incluso una pequeña deficiencia en la confianza puede conducir a una gran brecha patrimonial.
Existe una herramienta de política relativamente sencilla que podría ayudar a las mujeres: dirigir más fondos a startups de tecnología financiera fundadas y lideradas por ellas. Los productos de fintech están diseñados principalmente por el mismo grupo de personas: hombres blancos jóvenes, a menudo exconsultores con estudios de MBA. Financiar más empresas dirigidas por mujeres podría contribuir en gran medida a ampliar los servicios y productos existentes y asegurarse de que aborden preocupaciones financieras específicas de las mujeres.
Según el Informe sobre la brecha de género global 2021, la pandemia ha ampliado la desigualdad de género en varias dimensiones: participación económica, logros educativos, salud y empoderamiento político. A medida que la revolución de la tecnología financiera continúa arrasando en el mundo, los encargados de política deben asegurarse de que la mitad de la población no siga quedando atrás.