Por Dambisa Moyo
Incluso antes del COVID-19, la tendencia hacia un movimiento más libre de bienes, capital y personas conocida como globalización se enfrentaba a fuertes vientos en contra en forma de guerras comerciales, crisis de refugiados y el Brexit.
Ahora, mientras el mundo lucha por recuperarse de una epidemia que ha enfatizado la importancia de las fronteras y los intereses nacionales, las corporaciones globales deben plantearse una pregunta difícil: ¿cuál es la mejor manera de hacer negocios en un panorama económico y geopolítico cada vez más fracturado?
Una respuesta, para decirlo sin rodeos, es volverse menos global. Esto tiene ventajas, pero también implica costos.
Dondequiera que uno mire, la globalización está en retirada. Las cadenas de suministro multinacionales se desintegraron en medio de la crisis del coronavirus, a medida que se rompió la cadena de transporte y los Gobiernos acumularon bienes considerados estratégicos.
No se proyecta que el comercio internacional, que se había desacelerado en la década anterior a la crisis del coronavirus, regrese al sólido crecimiento de la década de 1990 y 2000. La inversión extranjera directa ha disminuido en más de la mitad desde 2016, y los controles de capital vuelven a estar de moda.
Las políticas que dificultan la migración, como las órdenes ejecutivas de la Administración Trump, dificultan que las empresas atraigan talento extranjero y que muevan a ejecutivos de todo el mundo para ganar experiencia y difundir valores y conocimientos. Incluso el mundo virtual se está desmoronando, como lo demuestran las preocupaciones sobre la “splinternet”, la posibilidad de que el internet pueda fragmentarse entre las esferas tecnológicas de China y Estados Unidos.
Instituciones como la Organización Mundial del Comercio están dando paso a acuerdos regionales y bilaterales, como la Asociación Transpacífica y los acuerdos que el Reino Unido, después de abandonar la Unión Europea, ahora debe negociar. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial enfrentan una mayor competencia de rivales como la Asociación Económica Integral Regional liderada por China, la iniciativa de la Franja y la Ruta y del Nuevo Banco de Desarrollo.
Ciertamente, las empresas deben usar la influencia política que tienen para preservar los aspectos positivos de la globalización. Dicho esto, sus juntas directivas también deben asegurarse de mitigar los riesgos. ¿Pero cómo?
- Haciendo que las cadenas de suministro sean más resistentes. El incierto entorno geopolítico hace que sea más difícil prever qué sucederá con barreras como aranceles y cuotas. Por lo tanto, las empresas deben tener mejores planes de contingencia y obtener más materias primas, mano de obra y fabricación en el país o en países amigos.
- Recaudando capital a nivel local. Las corporaciones globales se han beneficiado durante mucho tiempo de una especie de “carry trade”, en el que toman prestados fondos a bajas tasas de interés en Nueva York o Londres, y luego los invierten en un rango de mercados emergentes que generan mayores retornos ajustados al riesgo. Pero en un mundo menos susceptible a los flujos de capital transfronterizos, harían bien en recaudar más dinero en los mismos mercados donde invierten.
- Desarrollando talento local. Las empresas ya no tienen la seguridad de que podrán importar talento según sea necesario. Por lo tanto, tendrán que invertir en la creación de capital humano en los lugares donde operan, particularmente dadas las habilidades mejoradas que se requerirán con una mayor automatización.
- Descentralizando la toma de decisiones. Gestionar las demandas competitivas de diferentes Gobiernos requerirá operaciones locales más independientes. Esto significa dotar al personal de más autoridad para comprometerse con los Gobiernos locales y tomar decisiones. En extremo, también podría significar establecer filiales en los países con sus propias juntas directivas y cotizaciones en bolsa.
Todos estos cambios implicarán costos, que se transferirán a los precios de los bienes y servicios. Pero también mejorarán la regularidad, al mitigar el riesgo de interrupciones en las operaciones y la rentabilidad. En cualquier caso, en un mundo desglobalizado son necesarios; para tener éxito, las empresas deben alterar sus modelos de negocio para reflejar la nueva realidad.