Por Ferdinando Giugliano
La "economía informal" se ha convertido en un tema polémico para las personas que piensan que el sector laboral necesita ayuda del gobierno en su lucha por conseguir capital. Los políticos de la izquierda radical y los partidos que se oponen al establecimiento dicen que el aumento del trabajo informal es una señal de que las relaciones laborales están retrocediendo en el tiempo y que el estado debe intervenir para abordar este declive en los estándares.
John McDonnell, portavoz de economía del partido laborista del Reino Unido, dice que los llamados "contratos de cero horas" y la economía informal han generado "inseguridad en el lugar de trabajo que no se ve desde la década de 1930". Para Luigi Di Maio, líder del movimiento italiano gobernante, 5 Estrellas, los repartidores de comida a domicilio son el "símbolo de una generación abandonada".
Sin embargo, nueva evidencia de Gran Bretaña e Italia revela que esta nueva ola de trabajadores ocasionales no representa el bloque homogéneo de personas descontentas evocadas por McDonnell y Di Maio. De hecho, los políticos que buscan una regulación única para estas relaciones entre empleados y empleadores podrían terminar ayudando a la mitad de los trabajadores y perjudicando al resto.
Las compañías de la economía informal, como Uber Technologies Inc. o Deliveroo, conectan a conductores y usuarios con los clientes, a la vez que se responsabilizan poco por ellos. Los trabajadores inician sesión en estas aplicaciones software cuando quieren trabajar, pero las empresas no los consideran como empleados (aunque a veces ofrecen beneficios limitados). Los contratos de cero horas son aquellos que no obligan al empleador a ofrecer un mínimo de horas de trabajo, ni al trabajador a aceptar el trabajo que se ofrece. Dichos contratos también existen en áreas más tradicionales de la economía del Reino Unido como la industria de la salud, de los minoristas y del ocio.
Los contratos de cero horas son aquellos que no obligan al empleador a ofrecer un mínimo de horas de trabajo, ni al trabajador a aceptar el trabajo que se ofrece.
El partido laborista británico ha prometido otorgar a todos estos trabajadores acceso a derechos de maternidad o paternidad, a subsidios por enfermedad y a protecciones contra el despido improcedente. Di Maio, de Italia, está considerando ir más lejos y convertir a los repartidores de comida en empleados y someterlos a un acuerdo laboral del sector. Si bien tales medidas ofrecerían una mayor protección, también podrían ser demasiado caras para las empresas, que tal vez optarían por contratar a menos trabajadores o abandonar el mercado por completo.
Así, los políticos deben preguntarse quiénes son realmente estos trabajadores. Es cierto que muchos de ellos trabajan en gran parte para un solo empleador, dedican tantas horas como un empleado típico y desean un contrato tradicional. Para estas personas, es más fácil argumentar que las empresas están "explotando" su poder al no tratar al personal de manera justa y que el gobierno debería intervenir.
Pero muchos otros trabajadores de la economía informal prefieren justamente una relación informal con su empleador, ya sea porque valoran su libertad o prefieren trabajar para varias compañías. En este caso, las reclamaciones de explotación no tienen sentido. Una regulación única para ambos grupos destruiría una parte del mercado laboral que se adapta a las empresas y una gran proporción de trabajadores.
Dos estudios recientes, en Italia y el Reino Unido, sugieren que la "economía precaria" es mucho más compleja de lo que sugieren sus oponentes. Muestran una división aproximadamente igual entre aquellos que están ampliamente satisfechos con sus términos laborales y aquellos que desean una relación laboral más estable.
El organismo italiano de seguridad social, INPS, encuestó a 2,764 personas que trabajan para 50 compañías de la economía informal. Cerca de la mitad estaba satisfecha con su trabajo; más del 30% estaba contenta, pero preferiría más estabilidad y una mayor remuneración; y menos del 20% quería un trabajo más tradicional. Tampoco hubo mucha evidencia de que los trabajadores informales trabajaran tantas horas como los empleados tradicionales. Cerca del 50% de los encuestados trabaja menos de cuatro horas a la semana, mientras que un poco menos del 10% trabaja más de 30 horas. Aproximadamente la mitad del universo encuestado querría más horas, pero el resto estaba satisfecho o quería trabajar menos.
Los datos del Reino Unido son similares. Una encuesta realizada por Stephen Machin y Giulia Giupponi, dos investigadores de la London School of Economics, involucró a más de 20,000 trabajadores independientes, trabajadores informales y trabajadores de contratos de cero horas. En promedio, los trabajadores con contratos de cero horas trabajan alrededor de 19 horas por semana. Muy pocos hicieron más de 40 horas. Nuevamente, hubo una división casi igual entre los que desearían más horas (44%) y los satisfechos (40%). Los resultados de los trabajadores de la economía informal eran similares.
Estos datos representan un desafío para los responsables políticos. Una solución radical, como obligar a las empresas a contratar a trabajadores como empleados, podría socavar la gran cantidad de trabajadores que valoran la flexibilidad. Por otro lado, parece haber casos en los cuales se justifica una mayor protección.
Pero hay una manera de mejorar la suerte de ambos grupos: los políticos podrían otorgar ciertos beneficios sociales a los trabajadores informales, especialmente donde hay mucha demanda para ellos. Los italianos y británicos que hablaron con los investigadores valoraron especialmente los ahorros para la jubilación y los beneficios por desempleo, mientras que hubo menos clamor por la maternidad remunerada o el permiso familiar.
Estos datos representan un desafío para los responsables políticos. Una solución radical, como obligar a las empresas a contratar a trabajadores como empleados, podría socavar la gran cantidad de trabajadores que valoran la flexibilidad.
La belleza de este enfoque es que no se tendría que convertir a los conductores de Uber y Deliveroo en empleados de planta, lo que generaría enormes costos para las empresas. Algunos países, como Italia, ya tienen contratos laborales que otorgan a los trabajadores un conjunto limitado de beneficios de seguridad social. Estos podrían ajustarse. El Reino Unido y otros países no tienen estos acuerdos contractuales, pero podrían crearlos. Taylor Review, de Gran Bretaña, que ha examinado en profundidad la economía informal, recomendó que el gobierno debería crear un nuevo estatus laboral para el "contratista dependiente". Gozarían de menos derechos que los empleados, pero más que los contratistas completamente independientes.
Por supuesto, el monitoreo de temas como el subsidio por enfermedad en la economía informal supondría una carga adicional para los gobiernos con escasez de efectivo. Gran Bretaña ya está luchando por reformar su sistema de beneficios. Pero las prácticas laborales modernas exigen un pensamiento moderno, no un retorno a los argumentos obsoletos sobre capital versus trabajo.