Monsanto
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esperaba recurrir a la ciencia para establecer la seguridad de su herbicida Roundup, pero claramente no puede contra un buen abogado luego de que un juez adjudicara más de US$ 2,000 millones en daños y perjuicios a una pareja que afirmó que el producto contribuyó a su cáncer.

El veredicto, el tercero en posiblemente miles de casos que involucran al herbicida elaborado a base de glifosato, es el recordatorio más crudo de que la químico-farmacéutica alemana se equivocó gravemente a la hora de evaluar los riesgos de adquirir el fabricante del producto, , el año pasado.

Bayer recalca que el caso en particular no se puede extrapolar a otros. Los daños y perjuicios en este caso están fuera de escala en comparación con otros fallos. Es posible que el monto disminuya tras una apelación, como ha sucedido antes. La suma punitiva en el primer veredicto adverso se redujo de US$ 250 millones a US$ 39 millones.

Aún así, el valor de mercado de la compañía bajó en US$ 1,600 millones en la mañana del martes. La pregunta para los inversionistas es si los costos de un gran acuerdo que abarque todas las denuncias sobre Roundup y cualquier deterioro en el valor de su futuro negocio ligado al glifosato exceden los US$ 42,000 millones borrados del valor de mercado del grupo desde que se complicaran las cosas desde el punto de vista judicial en agosto.

Analistas de UBS Group señalan que la valuación actual considera un acuerdo por sobre 10,000 millones de euros (US$ 11,000 millones), el retiro de Roundup y un descuento significativo al conglomerado.

El caso resalta nuevamente la diferencia entre la ciencia y la ley. Bayer afirma que Roundup es seguro si se utiliza según las instrucciones, para lo cual cita un estudio reciente de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos y 40 años de datos científicos previos.

Acusa a los abogados de los demandantes de elegir cuidadosamente la evidencia y apoyarse en una evaluación poco favorable de la Organización Mundial de la Salud que, asegura, está en conflicto con el consenso científico.

Ese es el problema de los abogados: pueden ser selectivos y persuasivos. Bayer es una empresa química y extranjera. No se va a ganar la simpatía de nadie. Cualquier evaluación de los riesgos legales de comprar Monsanto, que tampoco cuenta con el beneplácito de la gente, debió tomar en cuenta estos factores.

Bayer ha dicho previamente que su junta administrativa evaluó estas amenazas usando la opinión experta de un bufete estadounidense. Cuando se llegó a un acuerdo en septiembre del 2016, la cantidad de demandas relacionadas con el glifosato era solo unas 120 y los tribunales aún no decidían sobre los méritos iniciales de estos casos. Aún no está claro si la junta hizo lo correcto al sacar las conclusiones que sacó a partir de esa asesoría privada.

Otras empresas extranjeras que barajan adquisiciones de objetivos estadounidenses seguramente van a titubear más. Tendrán que considerar aún más los riesgos judiciales al decidir cuánto pagar.

El revés más reciente de Bayer no cambia el hecho de que disolver la actual junta directiva probablemente debilitaría su posición, pero añade presión.

El precio de las acciones ha caído 10% desde que accionistas emitieron un voto de protesta contra el directorio en la reunión anual del mes pasado. A menos que haya una recuperación antes del próximo encuentro, la presión para que haya cambios probablemente será insoportable y recaerá en el presidente del consejo de dirección del grupo, Werner Wenning.

Si comprar Monsanto tuvo que ver con la necesidad de reforzar a Bayer para evitar una toma de control, ahora parece que la estrategia terminó siendo perjudicial. Tal vez no hizo más que convertirla en más asequible para un depredador una vez se resuelvan las denuncias. Ahora mismo Bayer tiene muchos científicos, pero lo que necesita más es contar con los mejores abogados.

Por Chris Hughes

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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