La pandemia de COVID-19 les cortó las alas a las aerolíneas de América Latina, que tardarán hasta tres años en recuperarse plenamente y urgen ayuda gubernamental para su necesaria reinvención.
La decisión de Latam y Avianca, las mayores líneas áreas de la región, de acogerse al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos evidenció la gravedad de la crisis.
La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) estima que tomará casi tres años recuperar el ritmo de vuelos internos y regionales del 2019, mientras que para vuelos a Estados Unidos y Europa se dilataría hasta el 2024.
“Es una carrera de largo alcance, no va a ser de corto plazo, se va a tener que trabajar mucho”, advierte Peter Cerdá, vicepresidente para las Américas de IATA.
La pérdida por la parálisis de vuelos, que se desplomaron 93% desde unos 200,000 diarios, se estima en US$ 18,000 millones, una sangría que seguramente aumentará, según el ejecutivo.
Esta situación, que Cerdá juzga peor que la secuela de los atentados del 11 setiembre del 2001, dejará perdedores.
“Vamos a tener líneas aéreas que no se van a poder recuperar, que tendrán que cerrar sus operaciones para siempre”, anticipa.
Tras casi tres meses de cierre de fronteras y restricciones al movimiento regional, la mayoría de estas empresas ya vació su caja y el apoyo gubernamental resulta “urgente”, dice Cerdá.
El recurso es polémico en una región donde la pobreza y la informalidad laboral afectan a millones de personas, altamente vulnerables a la pandemia.
“No es un rescate”
“No es un rescate financiero lo que estamos pidiendo, es apoyo, alivios inmediatos que permitan a la industria sostener” sus operaciones, asegura Cerdá.
Entre las opciones están reducir tributos, pero también que los gobiernos avalen los créditos que las atribuladas aerolíneas requieren.
La ayuda gubernamental al sector en el mundo ya suma US$ 123,100 millones, según IATA. Latinoamérica aportó US$ 300 millones de ese monto.
“Tanto aeropuertos como aerolíneas, gobiernos, están perdiendo en esta coyuntura”, apunta Fernando Gómez Suárez, analista independiente en México, a propósito del papel crucial de la aviación comercial en la conectividad del continente.
En el caso de Latam, el gobierno de Chile, país de origen de la trasnacional presente en Perú, Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil y Paraguay, contempla un salvataje por considerarla “estratégica”.
La compañía anunció el despido de 1,800 de sus 42,000 trabajadores en todas sus filiales. El gobierno de Sebastián Piñera buscaría preservar los 10,000 empleos directos y 200,000 indirectos que Latam genera en el país.
La firma también conversa con los gobiernos de Brasil, Perú y Colombia.
Negociaciones
En Brasil, el mayor mercado interno de la región con 90 millones de pasajeros anuales, bancos privados coordinados por un banco de fomento gestionan un préstamo por unos US$ 1,100 millones para las tres mayores aerolíneas: Gol, Azul y Latam.
Para acceder al crédito Gol y Azul aceptaron recortar salarios de sus ejecutivos y todas preparan tarifas y paquetes especiales para impulsar la reactivación.
En México, el mayor receptor de visitantes extranjeros de la región, el ministro de Turismo, Miguel Torruco, afirmó que el país seguirá teniendo “aerolíneas sólidas, fuertes”.
Aunque el gobierno mexicano ha rechazado insistentemente rescatar empresas de cualquier sector en medio de la crisis sanitaria, IATA confirmó que hay diálogo para buscar alivio a las cargas financieras de las aerolíneas.
Aeroméxico, la mayor del país, reanudará desde el próximo lunes algunas rutas, aunque la calificadora S&P rebajó esta semana su nota crediticia ante la posible “insostenibilidad” de su deuda.
En Argentina, la estatal Aerolíneas Argentinas anunció a inicios de mayo una fusión con su subsidiaria Austral para reducir infraestructura y personal y ahorrar hasta US$ 100 millones.
La IATA, en tanto, ha advertido sobre el impacto que la prolongada suspensión de vuelos decretada por el gobierno argentino -hasta setiembre- tendría en ese mercado, donde operan otras cinco aerolíneas.
Seguir volando
Mientras tanto, los trabajadores que no fueron despedidos han asumido recortes totales o parciales de salarios para conservar sus empleos.
“Imagínate perder la mitad o más de tu salario y las cuentas siguen corriendo”, dice José de Jesús Suárez, vocero del sindicato mexicano de pilotos ASPA, quien pasó de volar seis días por semana a solo uno o dos por mes.
Para el analista Gómez Suárez, el mercado de aquellas aerolíneas que desaparezcan podría ser rápidamente absorbido por otras.
El desafío será modificar las formas de viaje y armonizar los nuevos protocolos sanitarios entre países, que generarán además mayores costos al pasajero.
“La gente seguirá volando. Claro, tendrán que cambiarse los hábitos y costumbres”, concluyó el analista.