Desde que tomó los mandos hace un año, Christine Lagarde ha dirigido la atención del Banco Central Europeo (BCE) hacia temas sociales como el cambio climático y la desigualdad, ampliando los horizontes del organismo pero también exponiéndolo a ataques que podrían poner a prueba su independencia.
Los esfuerzos de Lagarde para utilizar la influencia deFedl banco en la lucha contra el calentamiento global y la desigualdad de género pueden haberse quedado en segundo plano por la pandemia de coronavirus y la consiguiente y profunda recesión.
Sin embargo, estas iniciativas aún podrían remodelar la institución más poderosa de la unión monetaria y ayudar a redefinir el papel del banco central en una era en la que la amenaza de una inflación galopante se ha disipado.
El BCE como institución es único. El cargo del presidente es excepcionalmente poderoso para influir en la política y en el debate económico general, como demostró el predecesor de Lagarde, Mario Draghi, en el 2012, cuando dijo que el banco haría “lo que fuera necesario” para salvar el euro, sorprendiendo a los mercados y a algunos colegas.
El papel del banco también está abierto a la interpretación debido a un Tratado redactado vagamente.
A diferencia de la Reserva Federal (Fed), que tiene un doble mandato de fomentar la estabilidad de los precios y el empleo, el BCE debe primero mantener los precios estables, y en segundo lugar apoyar las “políticas económicas generales” de la Unión Europea.
En marcado contraste con sus predecesores —todos ellos hombres licenciados en economía y con décadas de experiencia en bancos centrales—, Lagarde proviene del campo político y ha demostrado su voluntad de utilizar este margen de maniobra para promover un mayor bienestar social más amplio en la zona euro.
“Además del estrecho ángulo desde el que históricamente hemos mirado la política monetaria en el curso de las décadas anteriores, necesitamos ampliar el horizonte y ser valientes para abordar algunas de estas cuestiones, aunque no sean las áreas tradicionales que miran los economistas monetarios”, dijo la semana pasada.
Para el BCE, se trata de una misión nueva. El expresidente del banco Jean Claude Trichet decía que la lucha contra la inflación era la única aguja de la brújula del BCE, mientras que Draghi a menudo advertía sobre los peligros de que los burócratas no elegidos fueran más allá de la estrecha definición de su mandato.
En la práctica mucho dependerá del resultado de la revisión general que el BCE está llevando a cabo actualmente, la primera en 17 años. Pero Lagarde ya ha insinuado la posibilidad de renunciar a la neutralidad del mercado en la compra de activos y dar mayor peso al riesgo climático.
Su interpretación del mandato del banco ya está molestando a algunos, por ejemplo en Alemania, donde afirman que el BCE se está volviendo político al inmiscuirse en la política social sin la autoridad o las herramientas adecuadas para hacerlo.
Esta crítica podría transformarse en una amenaza existencial si aliena al peso pesado del BCE, Alemania, donde algunas personalidades y organismos han desafiado al banco central, incluso a través de los más altos tribunales.
Nuevos tiempos
Sin embargo, Lagarde dice que el BCE necesita moverse con los tiempos.
“Hay cuestiones que realmente impactan el trabajo que tenemos que hacer que está definido por el Tratado, y que no fueron suficientemente tenidas en cuenta en su momento”, dijo. “El cambio climático no era lengua franca en aquellos días”.
Un portavoz del BCE declinó hacer comentarios para este artículo.
Los cambios se producen justo cuando la Fed está redefiniendo su propio enfoque, comprometiéndose explícitamente con beneficiar a las familias de ingresos bajos y moderados a la hora de decidir su política monetaria.
Los partidarios de Lagarde dicen que una interpretación estrecha del mandato del banco nunca lo protegió de las críticas políticas y que ignorar los temas sociales solo serviría para reforzar la percepción de que el banco ha perdido el pulso de la realidad.
Algunos miembros del Parlamento Europeo, que supervisa la labor del BCE, también preguntan regularmente por qué el BCE no está haciendo más por el empleo o el clima, en vista de su inmenso arsenal económico y su balance de casi 7 billones de euros.
Algunos responsables de la política del BCE ya han empezado a seguir el ejemplo de Lagarde.
El jefe del banco central francés, François Villeroy de Galhau, ha argumentado que hay que tener en cuenta el empleo y la distribución de los ingresos a la hora de decidir la política monetaria, mientras que su colega finlandés Olli Rehn dijo que incluso podría vivir con un exceso de inflación temporal si las consideraciones de bienestar social lo justificaran.
Para algunos, abrazar las cuestiones sociales es la única manera de evitar el fantasma de una absorción política en el futuro.
“Si el banco central se comporta como un avestruz, metiendo la cabeza en la arena, va a perder su independencia por defecto”, dijo a Reuters el gobernador del banco central letón, Martins Kazaks.
“Si quiere mantener su independencia y seguir siendo relevante para la sociedad, necesita escuchar y demostrar que quiere ayudar”.
No obstante, su colega alemán, Jens Weidmann, se mostró escéptico, diciendo que el BCE no tiene “ningún mandato para perseguir otros objetivos por (su) propio derecho o para desempeñar un papel activo en otras áreas políticas”.
En primavera de este mismo año, el máximo tribunal de Alemania dictaminó que el banco estaba excediéndose en sus poderes con la compra masiva de bonos estatales, un conflicto sin precedentes que posteriormente se ha disipado.
Más allá del mandato
El BCE ya ha librado varias batallas legales sobre sus poderes en Alemania, donde la hostilidad en los círculos conservadores, los medios de comunicación e incluso entre la población en general está muy presente.
Clemens Fuest, director del influyente Instituto Ifo, ha retado a Lagarde, argumentando que sus planes de cambio climático eran antidemocráticos, mientras que Friedrich Heinemann, un destacado investigador del ZEW, dice que el BCE no tiene mandato para muchas de estas cuestiones sociales.
“En este momento hay señales de una excesiva politización de la política monetaria”, dijo Heinemann, quien agregó que la atención a la distribución justa de la riqueza debe dejarse a los representantes electos.
Otro problema es que cualquier objetivo secundario se sumaría al mandato de inflación, que el BCE no ha cumplido durante la mayor parte de la última década.
Un grupo de académicos e industriales alemanes ya ha presentado un desafío legal contra las compras de bonos de emergencia pandémica del BCE, sugiriendo que un banco central intervencionista correría el riesgo de más litigios.
Aun así, muchos encargados de supervisar la labor del BCE parecen contentos, si no aliviados, por las iniciativas de Lagarde.
“El BCE no se está politizando, está superando una doctrina incorrecta que solo aspiraba a luchar contra la inflación”, dijo Sven Giegold, un miembro alemán del Parlamento Europeo.